Y EL TEMBLOR DEJÓ DE SER METAFÓRICO
Juanma Velasco Centelles
Compactada contra miles de congéneres con predominio textil de lo rojo y lo blanco combinados. Saltando sobre mi posición para extirparme el frescor matutino de casi las ocho y templar el aquelarre de mi sangre asombrada ante lo insólito.
Sola. Lo he preferido así. A mi rollo, le trasladé con determinación a mi marido cuando propuso sacrificar sus miedos para acompañar los míos.
–Lo desaconsejo, no debes exponerte de ese modo.
Las palabras del neurólogo restallan en mi rutina para desentenderme de tanto ritual observado cada año con fervor televisivo y hoy como protagonista de la muchedumbre que atesta el recorrido del encierro de mi Pamplona nativa.
Casi me meo, pero no me sorprendo porque la hiperactividad de la vejiga se ha incorporado recientemente a mi vida, aunque he aprendido también a domesticar su evacuación.
Se acrecienta el runrún acústico denotativo de la inminencia de unos toros subsumidos en la multitud.
No tiemblo, aunque sí percibo un leve hormigueo en mis brazos.
–Es una locura…
Quizá aquel especialista de la detección de cerebros defectuosos tuviera razón, pero a mis 37, con mi diagnóstico de párkinson prematuro hace tres meses, no dispongo de margen de arrepentimiento por debutar en lo taurino cuando se vuelve pamplonica.
EL MOMENTO ESPERADO
Ingrid Yuraima Pacheco Hernandez
Salgo junto a mis cinco compañeros, los más fuertes de la manada, a un recorrido cerca de 870 metros; lado a lado se concentra la gente con gran algarabía, y delante de nosotros un grupo de hombres, no sé cómo llamarlos, ¿Atrevidos? Tal vez ¿Aventureros? quizás…
La meta de nosotros es clavar nuestras astas en ellos, ¡Cuántas ganas tengo! pero mira que corren rápido y son muchos, pero Pavo mi hermano ya ha cogido a dos, y Guadalito tumbó a varios y los pisoteó; aun así siguen los hombres corriendo, aunque algunos han saltado las barreras; yo no puedo perderme este momento, es mi momento estelar, la gente grita, aplaude, pero es el olor que desprenden esos hombres que me anima a seguir, el olor a miedo.
Voy por ese, el del pañuelo rojo, bueno cualquiera de esos es mío; ya casi termina el recorrido, y llegó mi momento, mi momento glorioso, ¡Zas! le he dado a uno, que sensación tan maravillosa, me siento como un héroe; ahora si puedo entrar a la plaza lleno de orgullo; la manada va estar feliz, ¡Lo he logrado! ya les había dicho, soy uno de los mejores.