XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


¡AYUDA!

Miguel ángel Cordente Triguero

Un gaueko de aspecto juguetón, y con evidentes signos de ebriedad, saltó la valla y lo sujetó por la cola; otro, mayor y torpe al andar, subió hasta su cabeza y le mordisqueó las orejas; un tercero y un cuarto dejaron sus vasos en el suelo y se interpusieron entre sus patas, esforzándose por hacerlo tropezar y caer. Luego llegaron al corral en tropel, todos sujetando, interponiéndose y mordiendo donde podían. Él, ajeno a tanto esfuerzo y al olor a chacolí que cubría la calle, continuó bramando, pateó la valla y se esforzó por destrozarla con los cuernos.
—Es inútil. No podremos con él —gritó el gaueko más viejo.
Todos los participantes estuvieron de acuerdo: el toro escapaba, quería blanco y rojo, y nada podían hacer para evitarlo. El gaueko más joven se subió a uno de los cuernos y gritó:
—¡Ayuda, San Fermín!
Por las puertas de San Lorenzo salieron los angelotes que sostienen al Santo. Son fuertes, sobrios y bien comidos; sujetaron al toro por las pezuñas, lo empujaron hacía detrás, hasta cansarlo.
—Ya está —gritó el angelote más fortachón.
—El año que viene no lo conseguimos —balbuceó el gaueko más viejo.
—No. El año que viene sale junto a San Fermín. 

TAMPOCO.

Ismael Sesma Del Val

Este año no cogerás el tren muy de mañana, con nervios de viaje, ligero de equipaje y vestido de blanco y rojo, ni te pondrás el pañuelico a la hora convenida. Tampoco comerás con tu familia, todo un ritual de reencuentro, emociones y liturgia previo a la fiesta, que ya asomaría por cualquier rincón de la ciudad. Por la tarde, pasearás por tu barrio, que permanece ajeno a las fechas; son otras tierras con otros afanes.
La mañana siguiente, con pañuelo y mascarilla, darás un garbeo sin voluntad de emular los 875 metros gloriosos que elevan a quienes los recorren al Olimpo; tu tiempo es otro. Pararás en tu bar de siempre, que la providencia quiso que se llamase ‘La Estafeta’ y pedirás un par de huevos con tomate y una magra, vuelta y vuelta. Algún parroquiano te lanzará un ‘viva San Fermín’, al que corresponderás alzando tu copa. Tus vecinos te conocen y están contigo, como tú, en la distancia, estás con los pamploneses. El año que viene, seguro.