CINTAS
Gustavo Adolfo Casañ Nuñez
Este año está siendo tradicional. Juan se aprieta la faja roja, se recoloca el pañuelo, y comprueba que puede moverse bien. Las zapatillas son nuevas, pero no completamente nuevas.
Aún no amanece, pero toca moverse, la cuadrilla le está esperando. Casi todos, claro. Son de Pamplona. Han escuchado el chupinazo desde antes de poder hablar. Han corrido Sanfermín desde que les han dejado hacerlo. Y quieren volver a hacerlo.
Sus padres y abuelos se habrían tomado un tinto antes del encierro, pero las normas han cambiado. Por seguridad, dicen. Y este año no quiere perdérselo.
La mierda del covid les interrumpió, lo rompió todo, y no quiere que nada salga mal. Necesita volver a la normalidad.
Antes de salir Juan se pone la cinta en el brazo. Respira y se mira en el espejo. Moreno, veinticinco años, perfectamente afeitado, aún delgado, vestido de blanco y rojo, y con la cinta de luto. No sabe quién tuvo la idea, pero los mozos van a llevarlas. La suya es por Andrés, su amigo, su compañero de clase, de equipo de fútbol, de cuadrilla. Otros la llevan por padres, madres, abuelos. Andrés no podrá correr nunca más, pero hoy le acompañará.
OJOS DE LUNA LLENA
Patrocinio Gil Sánchez
No es fácil levantarse tan temprano con el ímpetu necesario para llegar a tiempo al encierro y más después de una noche de jarana con los amigos por el casco viejo dándole al kalimotxo. Pero el encierro es el encierro y es como ir en busca de la felicidad que ansías, no sólo porque eres de Iruña, sino porque se lleva en los genes. Y es que nada es comparable a ese momento mágico cuando las astas del toro casi te rozan la cintura y el corazón te palpita en el pecho por la emoción. Nada…Por eso aquel 7 de julio estaba, como cada amanecer, tenaz y complacido, nervioso, pantalón y camisa blancos, el pañuelo rojo anudado al cuello, el periódico doblado en la mano derecha, los pies en polvorosa y la alegría en el alma esperando el instante del cohete anunciador. Pero los ojos de luna llena de aquella chica morena con el cabello revuelto en escarola me miraban sin límite dejando a los míos en situación de desamparo y…
Ahora estoy en la UCI con una cornada en el bazo, seis costillas rotas y varias contusiones, recordando sus ojos y sin que me duelan las heridas.