XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


TOROS

Pamela Velázquez

Los pañuelos rojos cubrían las hermosas calles de Pamplona. Las fiestas de San Fermín habían comenzado y era inevitable la alegría de los asistentes que se contaban por miles. Yo era un tipo reservado y como podrán imaginar, me sentía fuera de lugar entre toda esa gente; en realidad, toda mi vida me había sentido así. Fui enviado a hacer un reportaje por la revista en que trabajaba. Paseaba por la concurrida ciudad capturando y escribiendo momentos. De repente, un inmenso toro negro se cruzó en mi camino y con voz firme me pidió que lo siguiera. No pude hacer otra cosa más que obedecer. Caminamos algunas calles, nadie se percataba de nuestra presencia. Entramos a un establecimiento en donde los humanos parecían no tener injerencia; ahí los toros se preparaban afanosos para el encierro. – Me llamo Fermín- dijo. Qué original, pensé. Aunque tenía el entrecejo fruncido, era muy simpático. Me contó todo lo que tenía que saber acerca de las fiestas y me presentó con los demás compañeros quienes sonreían amablemente. Llegó la hora del encierro, los balcones estaban repletos, corredores y pastores listos para comenzar. –¿Listo?- preguntó Fermín, asentí y salimos a correr. Me había convertido en uno de ellos.  

AGUARDANDO EL KUCHIMICHUKU

óscar López Collado

Conocí a Udane en el bar «El Abuelo» de Jaén donde servimos unas famosas tapas que atraen a jóvenes universitarios como Maite, la hermana menor de Udane, a quien vino a visitar desde Pamplona. Nada más verla me colé por el abismo de sus violáceos ojos a sabiendas de que ya nunca podría regresar; sentimiento recíproco. Fue Udane quien me refirió el término «kuchimichuku» por primera vez:
—Durante ocho días y medio Pamplona se convierte en una especie de nuevo Coliseo donde personas de toda índole y procedencia se reúnen buscando el kuchimichuku.
—¿Buscando el qué? –inquerí confuso.
—El kuchimichuku –respondió divertida–. Es la palabra que uso para referirme a las indescriptibles sensaciones que experimentan quienes viven los Sanfermines, como la de aguardar el chupinazo bajo un mar de pañuelos rojos, la de portar indumentaria igualitaria, la de correr delante de un toro bravo de lidia, o la de, vela en mano, endechar que nuestras fiestas, las del mundo, tocan a su fin entonando el «pobre de mí».

Udane abandonó Jaén en febrero de 2020, y este mundo en mayo del mismo año tras contagiarse de Covid-19. No pasa un día en que no la extrañe, ni que descuente aguardando el kuchimichuku.