XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


TRIBAL

Leyre Zárate álvarez

Aquel lunes de mediados de julio amaneció fresco y despejado en Pamplona. Había estado lloviendo toda la noche, pero prometía volver a hacer calor. Resistí la tentación de darte las mejores vitaminas A, B y C que nos habían alimentado aquellos primeros Sanfermines juntos: Abrazos, Besos y Caricias. Cerré los ojos para no verte desnudo durmiendo entre las sábanas porque me habría resultado muy difícil no sucumbir a la tentación. Me levanté de la cama sigilosamente y fui al baño. Los cuadros de desnudos dibujados con lápiz de grafito sobre la bañera siempre me excitaban, aunque fueran imitación de originales.
Una ducha rápida y un café. Sin hacer mucho ruido para no despertarte, me vestí y me arreglé. Iba con suficiente antelación para coger mi tren. Pero apareciste desnudo con dos tazas de café y me diste un beso. Los primeros rayos de sol se colaban entre las cortinas dando a la habitación unos tonos cobrizos y anaranjados preciosos. Tu torso brillaba como el oro y parecía un instrumento tribal de percusión. Mis manos, cual baquetas, necesitaban tocarlo. Ahora sí que iba a perder el tren por volver a disfrutar de ti. Tomamos café antes y después de hacerte el amor.
 

¿CÓMO SENTIR A SAN FERMÍN?

Leyre Suescun

Un mozo de Uzquita veía cada 6 de julio como cientos de personas iban a Pamplona a celebrar San Fermín. Volvían exultantes y felices. Él quería sentir eso también. El 7 de julio del año de su decimoctavo cumpleaños, llegó a Pamplona fue a la capilla de San Lorenzo y vio la devoción de los Pamplonicas pero no sintió a San Fermín. Llamó a Caravinagre y recibió golpes de cabezudos mientras bailaba con los gigantes. Seguía sin sentir a San Fermín. Llamó a un mozo de peña que le llevó a la plaza de Toros. Allí cantó, compartió comida y bebida pero no sintió a San Fermín. Llamó a un feriante que le llevó a las barracas y disfrutó de las atracciones. Pero tampoco sintió a San Fermín. Con el pastor observó el encierrillo, y vio los fuegos artificiales. Pero tampoco sintió a San Fermín.
En la valla de Santo domingo esperando que comenzase el encierro el sueño le pudo. San Fermín se le apareció en sueños. Le dijo “Tu cabeza tan pendiente de sentir a San Fermín no dejó al corazón latir con la fiesta, pues en todos esos momenticos que has vivido: ahí has sentido a San Fermín”.
 

EL ESPACIO

Lila Fabiana Ferrari

Un simple espacio…
Nada difícil de comprender para mí y difícil para el que leerá este escrito, O, ¿Quizás no? porque muchos de mis lectores tengan una historia parecida a la mía.
Un espacio que, no se pudo llenar con palabras pero si con emociones guardadas.
Dos fotos…
En una mi bisabuelo comiendo su plato de estofado de toro con patatas y vino tinto junto a sus hermanos pasado el mediodía del 6 de Julio en Pamplona festejando San Fermín imagino al ver la foto en blanco y negro y amarilla que, la sacaron horas después del chupinazo que dio comienzo a esa fiesta popular.
En la otra foto lejos de Pamplona y su pueblo natal de Estella, aquí en Argentina, en la casa de mi bisabuelo, mis padres y abuelos sentados a la mesa festejando aquí San Fermín, comiendo un estofado mezcla de aquel y el nuestro. Una reunión anuales familiar obligatorias amenizadas con el narrando de historias de mi bisabuelo Enrique Berlanga
Los años pasaron y sigue el espacio vacío en su cuaderno de ruta, como él lo llamaba, porque la hoja que llenaría contando sus andanzas al regresar a Pamplona y a su pueblo natal hoy son un simple espacio en ese amarillento cuaderno.