TÍTULO. COMO LA VIDA MISMA.
Manuel Fernandez De La Cueva Villalba
Acabo de cumplir 20 años y, aunque soy joven, tengo bien aprendido que me gusta conservar ciertos instantes y los mejores recuerdos. Escribo esto porque, después de dos años sin venir a las fiestas de S. Fermín, ha sido la memoria la que me ha permitido llevar lo mejor posible todo este tiempo que se me está haciendo eterno. ¡Quiero volver a Pamplona!, y quiero volver a vivir sus fiestas y encierros porque ellos también me han enseñado que la vida, al fin y al cabo, es un trayecto que recorremos entre dos silencios a los que entramos y salimos casi solos; en compañía de unos pocos. Los encierros también me han enseñado que solo pasamos una vez por la calle de la vida y que ese trayecto está lleno de ruido, amistad, soledad, pasión, júbilo, riesgo, temor y, algunas veces, tanta alegría como sufrimiento. En ese breve trayecto, como la vida misma, me han ayudado, me han empujado, me han dado la mano y, si estaba en el suelo, tenía yo la fe de esperar hasta que algún compañero dándome un abrazo me dijera: ¡Levántate, ya no corres ningún riesgo!
PROTAGONISTAS
Manuel Serrano Funes
Antes de entrar los mozos y las mozas en el recorrido espacio donde se va a correr esta fresca mañana de julio el tercer encierro tienen que llevar a cabo el paso ineludible de ser evaluados por el equipo de profesionales.
Los especialistas comprueban el estado de cada uno de los participantes. Si alguien muestra signos de no estar en condiciones, se le aparta sin miramientos. Solo los mejores tienen ese derecho y la obligación de no poner en riesgo a los demás.
Mientras los mozos, periódico en mano, van a pedirle a San Fermín que los proteja bajo su manto, un grupo de escogidos, ajenos a este ritual, esperan ansiosos a que el chupinazo dé comienzo a esta fiesta donde unos corren para no ser empitonados y otros para que los dejen en paz.
Dentro del corral, los pastores están preparados. Fuera, en las inmediaciones, los más valientes ansían escuchar los cencerros y ver aparecer los cuernos de los mansos y la reluciente piel de los bravos. Todo está listo. Un estruendo precede a la apertura del corral y una docena de astados de diferentes tamaños salimos corriendo como alma que lleva el diablo en una carrera ciega.
OLD RUNNERS NEVER DIE
Manuel Blasco Garcia
Old runners never die!
And if I die, God knows I might, don’t let me die in red and white.
I prayed, and sang the song, and checked the time,
half-mile stretch in front of me, a crowded street and a pack of steers.
A fighting bull could take my life but made me feel my soul inside.
Like borning do you know, because buddy once I ran upon my nerves,
and looking back I watched myself.
Old runners never die,
except the few that pass away on cobbled alleys at first light,
so many fools were on the way, that a friend of mine looked at his fate.
The poor guy stopped a horn, the brave became a bloody sight,
layed there on the curbside with everyone dousing in wine.
I walked away, and years later, older, I’m back again.
Legends from days gone by, stories told at night.
Old images stay in mind.
Old dreams always prevail.
Old walls remain our witnesses.
Old runners never die.