XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


UN NUDO,NECESITA TIEMPO

Ana Migueliz Beaumont

Buenos dias!
Buenas tardes!
Buenas noches!
Hoy es el dia de todos,seas bebe,niño,adolescente,adulto o incluso sesentero u ochentero.
Tenemos,tendran o fueron unas Fiestas de San Fermin,como nunca tuvo igual.
Todos tenemos un «nudo»,que atar.
Nacemos llorando,por una palmadita y morimos siendo niños.
La ilusion del blanco y el rojo,corre por nuestras venas.
Los recuerdos nos hacen San Fermineros.
Y si resulta que no lo puedes llegar a entender,lo recordaremos.
Por ti,por tanta gente blanca,que se ha ido corriendo el Encierro.
Y por que la vida es Blanco y Rojo.
Viva San Fermin.
 

EL CAPOTICO

Ana Cárdenas García

Sales de casa rezando. Tu vida, tu muerte, en manos de San Fermín. A él te encomiendas. Pides una carrera rápida y limpia. Y, ya de paso, pides por tus compañeros de encierro. Que nadie caiga. Que nadie muera. Que nadie salga herido.
Pasas por Estafeta, Mercaderes. Ruegas por ti y por todos los que, como tu, han hecho promesa al santo. “Si hoy volvemos sanos, mañana madrugaremos para correr de nuevo en tu nombre. Y, por favor, concédenos la gracia que te pedimos”.
Llegas a la Cuesta de Santo Domingo. Pasas entre la multitud roja y blanca. Saludas a otros corredores. Algunos saltan. Otros comprueban zapatillas o periódicos. La mayoría mira al suelo. Los nervios se palpan, húmedos, en tu frente.

Poco a poco todos callan. Se escucha una voz cortando el silencio. ”A la de tres”. Se levantan los periódicos y cantáis, todos a una. “A San Fermín pedimos…”. Al final, voceas con los demás. “Viva San Fermín”. “Gora, San Fermín”.

El cohete explota en el cielo y comienza el encierro. Justo antes de empezar a correr imploras. “Échanos el capotico”. 

EL ÚLTIMO ENCIERRO

Ana Ferraz Pascual

La ciudad rebosaba blanco y sol. En las muñecas los pañuelos pregonaban emociones y fiesta.
Unos minutos y aquellos 1.000 días de espera se tornarían en historia.

El 6 y el 12, una cita incierta que prometimos cumplir, y hacia ese lugar me encaminaba entre adoquines y grupos deseando diversión.

Tu medalla del Santo bailaba en mi corazón en busca de su alma gemela. Ese regalo y una cita es lo que nos quedaba.

¡Sí! Vivimos un flechazo entre miuras, un amor entre multitudes, tu mano valiente me aupó hasta el vallado. El último encierro de esta urbe. Un adiós y la cuenta atrás se congeló.

Desde entonces no he olvidado aquellas risas con chocolate caliente, miradas con sed de besos… una chispa prendió entre nosotros. La música y el gentío nos llevó a la deriva.

De pronto, un tren que no podías perder y tu nombre sin teléfono, nos separó. La promesa de un chupinazo juntos, tan lejano… era inimaginable.

Ya en la Plaza, segundos y las manecillas pronto se fundirían en una explosión de amor y champán.
De repente, el cielo se calló, y el fuego prendió. Alguien tomó mi mano y anudó el pañuelo a mi cuello, Pamplona tembló.
¡San Fermín!