XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


«EL ASOMBRO DE DAMASCO»

María Isabel Fernández Casas

Hay muchos momentos especiales en los sanfermines y cada pamplonica tenemos el nuestro.
A mi me gusta la procesión del 7 de julio.
Después del maravilloso recorrido del santo morenico por las calles, y la Misa en su honor, nos disponemos desde la calle Mayor a realizar un nuevo ritual.
Vuelve la Corporación Municipal con sus trajes de gala, para acompañar al Cabildo a la Catedral, con nuestros Gigantes, eternamente bellos y bailarines.
La Pamplonesa, con gran brío entona las notas de «Alí-Mon» de la zarzuela «El asombro de Damasco»
Con nervios, nos juntamos con amigos, familiares o desconocidos asombrados, que se nos unen con naturalidad y formamos, cogidos del brazo unas filas al estilo de «moros y cristianos»
Realizamos el trayecto, detrás de la banda, moviéndonos con cadencia al ritmo de la melodía morisca, saludando a quienes nos animan. A veces cuesta avanzar y es difícil mantener las filas unidas, pero es un rito que llevamos con alegría.
El premio nos espera en el atrio de la Catedral. Se despide la Corporación y empieza un ruidoso «momentico»
Las campanas repican con estruendo y la música de los gaiteros, chistularis y los bailes de los Gigantes, alcanzan el clímax total.  

EL AÑO PASADO

Maria Isabel Lecuona González

-Ya voy Eneko, a ver, llevo móvil, llaves, cartera y el pañuelo, ¡qué no se me olvide el pañuelo!, ¡Qué ganas de lucirlo al cuello amigo!
– ¡Qué pesado eres!, a este paso no llegamos; están ya todos preparados en San Cernín, y vamos a llegar el 14 de julio, solo con suerte…

Emocionados, emprenden apresurados el camino en dirección a la peña después de dos temporadas en blanco, para disfrutar por fin, a cara descubierta y como desde niños, de los mejores días del año. Se pueden escuchar sus corazones bombeando acelerados. Se abre paso, orgullosa, la Pompaelo del siglo III y les empuja juguetona hacia la Plaza para el chupinazo.

Sin embargo, algo no está bien, apenas han recorrido cincuenta metros y no se han cruzado con un alma. Bares cerrados, balcones desnudos, flores marchitas. De las fuentes no brota agua, solo polvo. No hay viejos, ni mozas, ni mozos, ni vino, ni pantalones blancos. El pesado silencio lo inunda todo de nuevo… Angustiado, Carlos se vuelve hacia Eneko, y tampoco está…mira el reloj y enmudece:
-¿2021, otra vez? no puede ser…

-Caaaaaaarrrrlooossssssss, ¡Despierta coño!¡, ¡Qué nos lo perdemos!, ¿Qué te pasa?, no llores…, sí, 2022, soñabas, solo era una pesadilla, ¡venga!
 

¡POBRE DE MÍ!

Maria Jesus Echaniz Iturriaga

Apoyó la taza de chocolate y contestó a mi pregunta. —Tradición es esto, hijo, me dijo emocionado. El desayuno en fiestas, con la familia y los churros calentitos, preparándonos para el encierro. Mantener las costumbres asistiendo al chupinazo en el Ayuntamiento, vestidos de blanco y rojo, luciendo el pañuelo con orgullo. Disfrutar, como hice contigo, de los gigantes y cabezudos corriendo por las calles y saber que surge cantera en los encierros txikis. Deleitar el paladar con sabrosos pinchos y comer, en la peña, unos huevos con txistorra. El bocadillo a media tarde en los toros y compartir con amigos un buen trago de vino. Escuchar música callejera en cualquier rincón de la ciudad e iluminar el alma con espectaculares fuegos lanzados desde la Ciudadela. Un Kalimotxo fresco a medianoche, cerrar los ojos y sentir la fiesta… y por la mañana, de nuevo, la ropa limpia, el desayuno, el periódico, unos estiramientos y a correr delante de los toros, como hizo el abuelo….por tradición. — Y el canto al patrón por encima de todo, dijo entre lágrimas, ajustándose el audífono. Lloré con él, por San Fermín, por mi novia que estaba con otro y porque no me había contestado qué opinaba sobre su traición.