UNA HISTORIA IR(REAL)
Miguel ángel Moreno Cañizares
Amanda (nombre ficticio) va y viene por entre las mesas del Café Iruña sin destino aparente. Le gusta presumir, exhibirse ante una clientela que asiste atónita a su desfile estrambótico, sea lunes o domingo. Sea 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 junio… ó 7 de julio. Habría que ponerle freno. No vaya a ocurrir lo de aquella tarde, cuando tropezó y cayó al suelo, provocando la hilaridad general. No pensó lo mismo don Justo, al que derramó la taza de té bien caliente. Entonces fue la ocasión de expulsarla de una vez por todas. Pero tras un obligado paréntesis por la pandemia, ha regresado con bríos renovados.
Amanda, a su edad indeterminada, no debería entrar en el Café Iruña. Prudencio lo sabe, pero prefiere no tomar medidas drásticas. Elude el ‘Reservado el derecho de admisión’. Al fin y al cabo, piensa, no hace mal a nadie, aunque deba estar pendiente de ella durante horas. En realidad, se convence a sí mismo, sólo busca el espíritu de su amante, el escritor americano del que se enamoró en aquellos Sanfermines de 1959 y le hizo perder el juicio. Y de eso hace ya 63 años.
TE QUIERO CONTAR
Miguel ángel López Borderías
TE QUIERO CONTAR
Te escribo porque ya soy mayor, he cumplido 9 años.
Ayer, mamá, nos llevo a correr delante de los kilikis y pasé mucho miedo. Luego compramos helados, y sin querer empujé a mi hermano y toda su camisa blanca se lleno de chocolate. Los gritos seguro que los escuchaste en tu capilla de San Lorenzo.
Te quiero contar que papá y mamá se quieren mucho, pero esta semana, mi papá vive en su peña y mi mamá creo que está enamorada de ti, porque se pasa el día diciendo: “Que no llegamos a la procesión” “ No te manches la camisa blanca que vamos a ver al santo” “ No vamos a tener sitio en la capilla” “Iremos a la catedral que está Fermín” y todo el día estamos detrás tuya, siguiéndote por toda la ciudad.
Otra cosa te quiero contar. Tú eres muy moreno porque estas en tu capilla rezando por nosotros y en silencio y mi mamá está todo el día en la piscina para ponerse morena gritándonos y hablando con sus amigas. No entiendo como mi mamá no va a ponerse morena a tu capilla.
Adiós que me espera mi hermano para jugar, seguro que acabará llorando.
MATHEW PETER TASSIO
Miguel ángel Molina López
Veintidós años no es una mala edad para dejar atrás Illinois. Y menos si lo haces para correr los sanfermines. No sabe que el chupinazo que retumba a las ocho en punto marca su cuenta atrás y que los astados de Torrestrella, que suben en estampida por la cuesta de Santo Domingo, van a acelerar ese reloj. Uno de ellos se destaca sobre los otros y el joven, que corre por delante, tropieza en la plaza del Ayuntamiento. Al incorporarse choca con otro corredor y vuelve a caer. Nadie le ha contado que debe quedarse tumbado si tienes detrás de ti un toro a la carrera. Los 575 kg del cuatreño «Castellano» se deshacen del bulto que obstaculiza su trayectoria y arrasan su abdomen. El pitón destroza su arteria aorta y por ese boquete corren ahora despavoridos sus últimos minutos los que. De nada sirve la Cruz Roja; él ya no oye ni entiende. Cruza su mirada desnortada con las de decenas de extraños, mientras pide ayuda en su idioma. Quiere acaparar los sonidos y sensaciones que lo rodean, pero el cronómetro casi está a cero. Quizás es mentira eso de que veintidós años no es una mala edad para dejar Illinois.