XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


A LA LUZ DE LA LUNA

Patrocinio Gil Sánchez

Cuando me desperté, Nekane, todavía estaba allí, sobre aquel banco de la Plaza del Castillo y que elegimos a eso de las dos de la madrugada, porque ella estaba embarazada de casi nueve meses y se fatigaba mucho. Allí, sobre aquel banco que nos viera llegar y quedarnos dormidos después de una jornada festiva que comenzó con el encierro, donde el ojo perdiz de Cabada Gago, suelto del resto, empitonó a cinco corredores, para continuar luego por el Casco cantando con las peñas y tomando unos vasos y unos pinchos hasta que, en una terraza, dimos una cabezadita frente a un par de tónicas, para después, animarnos y seguir la fiesta hasta que no pudimos más.
Me desperté de golpe, con los ojos abiertos bajo el cielo estrellado como si algo me indicara que el niño (eso dijo la matrona) estaba a punto de llegar. Y, así fue, en ese instante, Nekane, guapa hasta lo entrañable y en un soplo festivo, se despertó también porque comenzaba a romper aguas. Y, yo, sin saber lo que hacer, vi, cómo mi hija, porque era una niña preciosa, venía al mundo sobre aquel banco.
-Se llamará, Fermina, sonrió Nekane con la niña en los brazos.

EL PLACER DE PERTENECER

Paula Calzado

¿Es posible ahogarte en tu propio sudor? Es la primera cosa que me pasa por la mente en cuanto abro los ojos, aun somnoliento. Y es que, las pesadillas, despiadadas y maliciosas, desde el día en que ella se marchó, no me dan tregua alguna. Me levanto de un salto y observo mi reflejo en el espejo: un hombre lánguido, de rostro mustio, roto por el silencio que provoca una casa vacía. A decir verdad, creo que también yo me fui con ella.

Es casi la hora; debería espabilarme. Me visto rápidamente y bajo las escaleras con premura para inmiscuirme en el frenesí, el bullicio y el unísono cántico. Avanzo entre el rojo y el blanco hasta que encuentro, frente a mí, solemne, la Casa Consistorial. Mi corazón anda acelerado y yo me aprieto el pañuelo en el brazo mientras dirijo, impaciente, la vista hacia el balcón. Dong. Las 12. El txupinazo estalla en el aire y la plaza se inunda de fiesta, de alboroto, de jolgorio: saltamos y bailamos, todos juntos, como si fuéramos uno: una familia de desconocidos, unidos para inaugurar, como cada año, una tradición. Esbozo una sonrisa por primera vez en mucho tiempo. El placer de pertenecer. Gora San Fermín.