XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL QUITE DE SAN FERMÍN

Pedro Ran Pérez

El día en que morí… empezó bien: la emoción me inundaba cuerpo y alma mientras me ponía mis más cómodas vestimentas blancas, mi pañuelo rojo y me calzaba mis mejores deportivas. Llevaba tanto tiempo esperando que me resultaba difícil creer que ya hubiera llegado. Aquel día, por primera vez, iba a correr en un encierro de San Fermín. Tras tomarme un reconstituyente desayuno, fui a vivir mi sueño. La espera se hizo eterna. Allí, en medio de los demás corredores, me sentía excitado y asustado a partes iguales. Entonces, el reloj marcó las ocho y el chupinazo anunciador resonó en el cielo. La gente a mi alrededor corría velozmente, pero yo trotaba esperando ver de cerca la llegada de los morlacos. Mi osadía solo era comparable en tamaño a mi estupidez. Entonces vi la estampa más espectacular, emocionante y acojonante de mi vida: en medio de la calzada aparecieron varios toros. Llegaban hacia donde me encontraba. Creí que mi velocidad sería suficiente para correr delante de ellos sin problema, pero mi nerviosismo me jugó una mala pasada y terminé cayendo. En ese momento morí de miedo, y hubiese sido literal de no ser por aquel ángel que estuvo al quite para sacarme del recorrido.

 

TARDES DE TOROS

Pedro Sanz Lallana

San Fermín. Cinco de la tarde. Plaza de toros, tendido de sol. Charangas que amenizan la fiesta con pasodobles y melodías sanfermineras. Lleno total. Marea de pañuelos rojos en el graderío. Huele a festejo, sudor y vino. He venido con la cuadrilla y estamos esperando que anuncien el paseíllo.
Despliego el periódico que compré por la mañana y que, a estas horas, está hecho un guiñapo, pero me sirve para quitarme el sol y las moscas. Voy a la página de humor y busco el chiste del día. Aquí está, va de toros:
«El otro día —le dice un amigo a otro— fuimos a merendar al campo, tendimos el mantel, y cuando ya estaba la tortilla sobre el césped, los vasos preparados y el vino fresquito, vemos un morlaco que viene directo hacia nosotros decidido a estropearnos la tarde.
—Vaya susto que os llevaríais, ¿no? —exclama asombrado el amigo.
—Pues imagínate.
—Y saldríais corriendo, claro.
—No. Porque mi cuñado le dio un par de muletazos de órdago.
El otro se quedó de escayola:
—¡Caray, no sabía que tenías un cuñado torero!
—Qué va, ¡mi cuñado es cojo!»
Ja, ja, tiene gracia el chiste, pienso.
Suena el clarín, salen los toreros, arranca el paseíllo.  

¿ UN SUEÑO REAL?

Pedro De Andrés Ventosa

Pamplona.8.30 horas. 6- Julio- 2022.
Me llamo Joseba, tengo seis años, me despierto y voy con mis padres y hermano mayor, Xabier, para contarles un extraño sueño, pero maravilloso.
«Veo a Xabier y su cuadrilla, hablando con el Director del Colegio, pidiéndole que organice una recogida de firmas de alumnos/as de ESO, dirigida al Ayto. y Federación de Peñas, para tener el DÍA DE LOS AUSENTES; que se erija un Mural, con los nombres de todos los fallecidos/as de COVID19, en su memoria y que todos llevemos el lazo verde de la esperanza y la ciudad engalane sus balcones con la bandera verde».

Me paro asombrado, veo a mi familia con lazos verdes; un mágico impulso me lleva al balcón y «Pamplona es un mar de banderas verdes». Confuso, oigo a Xabier decirme que siga y añado: «Xabier dice que después de dos años de pandemia, todos necesitamos reunirnos y mi familia añora al abuelo Corpus».

Asentimos en silencio, interrumpido por el timbre de la puerta, abro y es el Abuelito; «» Vaya Sorpresa»».Todos nos abrazamos.
Solo, en mi habitación, le doy vueltas en mi cabeza a lo ocurrido sólo acierto a decir: Sueño o Realidad te doy las gracias a ti, San Fermín.