XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL SUEÑO DE LOS GIGANTES

Andrea Rodríguez Tarazona

– ¡Ei ei Joshepamunda despierta! ¡¡¡Despierta!!!

– ¿¿¿Qué pasa??? ¿Qué es ese sonido? ¿Y todo ese alboroto? ¡Qué susto me has dado!

– ¡Que vuelven! ¿¿No oyes la música?? ¡Quítate el pijama y ponte el vestido rápido! ¡Yo te ayudo luego con la corona y la mantilla!

– A ver Joshemiguelerico tranquilízate y explícame qué pasa, ¡¡¡que no me entero!!!

– ¿¿Pero no sabes qué día es?? Es 6 de julio y este año ¡toca! Voy corriendo a avisar a los demás…. ¡¡¡¡Chicos despertaddddddddddddddd que nos están esperando!!!!

Justo en ese momento, Joshepamunda lo comprendió y sonrió. Tras dos años de sueño ininterrumpido, las gaitas y los txistus estaban sonando de nuevo. Los gigantes, cabezudos, kilikis y zaldikos se engalanaron con sus preciosos trajes preparados para vivir las 204 horas más frenéticas del año.

En cuanto la puerta de la estación se abrió, un escalofrío recorrió la piel de los y las pamplonesas. Porque sí, el gigante Joshemiguelerico estaba en lo cierto, este año, POR FIN TOCABA.
 

ENCANTO

Andrés De Lucas Jaramillo

No sabría decirte qué fue exactamente lo que hizo que decidiera quedarme. Miento. El sonido del txupinazo el 06 de julio, la canícula del mediodía, el mar de pañuelos rojos que se levanta a tu alrededor, la euforia general, el sabor de una cerveza fría acompañada de una txistorra que se derrite en tu paladar, la vibrante música de la Pamplonesa, la procesión desde San Lorenzo, el desfile de los Gigantes y Cabezudos, la Plaza llena hasta más no poder, la arena que sirve de alfombra para que pasen las bestias, los sudores fríos cuando sabes que los astados van a salir, la adrenalina que recorre cada parte de tus venas cuando los ves, la algarabía de la muchedumbre, el caos controlado que presencias en las proximidades mientras tu corazón aún sigue latiendo a mil por hora, la amalgama de luces por la noche, las incontables horas en que tus pies en vez de tocar el suelo flotan por los aires, unos cabellos con los que juega el viento, unos ojos más azules que el cielo…

Fue un error pensar que esta sería una fiesta más porque nunca tuve en cuenta que los Sanfermines me hechizarían con su encanto.

Cada vez falta menos.

 

¡GORA,BAMBALUNA!

Andres Albeiro Ortiz Ortiz

A pesar de estar entriparrao, Paris, como le gustaba llamarse a sí mismo, cuando llevaba puesto su traje de clown, no dudo en devorar, un último garrotico de la tienda de los ultramarinos. Al salir del lugar, se encontró sin ninguna cartaja para liar cigarrillos, pero le daba igual, únicamente, él rumiaba… que:
—Diérame al diablo en caso de no correr, delante de los toros y los cabestros—
Así, París se dirigió a la plaza del ayuntamiento; parte de su traje incluía, una camiseta blanca kukuxumusu, además de llevar anudado, un pañuelo rojo en el cuello. Aquel día, él prefirió alcorzar entre el gentío; desde luego, él compartió y habló con muchos, dio ánimos con ímpetu, al público detrás de las vallas, también hizo reír a los partícipes, actuando con ademanes risibles, asimismo fingió dormir en el tramo Santo Domingo. Con el aviso del cohete, empezaban las fiestas en honor al patrono de Pamplona. Paris corrió todos los días en el encierro, claro, sin dejar a un lado la juerga. Así, en la medianoche del último día, él se había quitado el maquillaje, llevaba una vela encendida y repetía la tonada. Pobre de él, pobre Paris, en los sanfermines, olvido ser Boris Gasset.