RECUERDOS
Pilar Calvo Lou
En mi más que trasnochada treintena son muchos los hábitos que he ido
adquiriendo y olvidando, muchas las manías que me hacen exclusiva y suponen
un reto para el valiente que quiera convivir conmigo. Sin embargo, hay una
costumbre que todavía mantengo: escuchar la radio por la mañana. Cuando era
pequeña por obligación; mientras mi madre preparaba ese desayuno que yo nunca
lograba terminar, el viejo transistor vomitaba noticias. Hoy,
por voluntad propia; para conocer la previsión meteorológica y evitar una crisis
de armario.
Durante tantos años han sido muchas las voces de esas “últimas horas” y
diferentes sintonías que cambiaban cada septiembre con la vuelta al cole. Todo
invariable de lunes a viernes excepto los primeros días de julio. Todo giraba en
torno a la retransmisión en directo de los encierros. Estábamos de vacaciones y
mientras tomábamos nuestro “ColaCao”, mi hermana y yo los veíamos por la
televisión canturreando solemnemente. Ahora sola, también los sigo. No sé si es
la tensión o los recuerdos que vienen a mi cabeza. Pero estoy como ausente. Y
solo me doy cuenta de que he perdido la noción del tiempo cuando oigo el café
saliéndose de la cafetera. Y pienso en aquel ColaCao.
MIL OCHENTA Y OCHO CORNADAS
Rafael De Toro Muñoz
Tengo un trocito de fiesta
que al despertar de esta siesta
suena a canto celestial.
Tengo ganas de correr,
de “empañuelarme” de nuevo,
de vestir el rojo fuego
sobre el blanco virginal.
Tengo ganas de beber
tus calles de carne y hueso,
tus noches de sol y cielo,
tus días de pan y sal.
Tengo penas que quitarme
para sentir que soy libre,
para poderte gritar.
¡Gora San Fermín!
Tengo que ver el Sadar
para poderle rezar
“Eres río sin orillas,
eres corriente sin fuerza,
eres un cauce sin rumbo,
eres agua que me seca”
¡Gora por fin!
Tengo que ver un Miura
Junto a mi brazo derecho
que el pitón me roce el pecho…
atado, sin ligadura.
Tengo que ver un Jandilla…
Y buscar la barandilla.
Tengo que andarte a tragos,
soñarte latiendo charcos.
Navegar tus rincones a oscuras,
y probar tu amarga dulzura.
Perderme sabiendo dónde,
y mandar callar a dios
para escuchar tus silencios.
Tengo que sobrevivir
estas más de mil cornadas,
que canté el pobre de mí,
sin saber cuan pobre sería,
mil ochenta y ocho días
sin sospechar el dolor
sin ser la flor de este sol.
Ave Eguzkilore solemne,
Ave a esta Iruña que duerme.
¡Gora San Fermín!
LE LLAMABAN EL PURPURA
Rafael Ferrus Iranzo
Nunca supe su verdadero nombre, solamente que cuando le veían le gritaban eh Púrpura!. Ojalá nunca lo hubiese sabido.
Aquella mañana previa a las fiestas yo había estado con el tomando un vino en la Tasca, se le veía nervioso, tenso, en vez de contento por la cercanía del chupinazo.
Su camisa siempre roja, de todos la gama de rojos que se conocia, y su gorra también de ese color le hacían un personaje muy peculiar.
Hoy rojo oscuro – le dije. Y ‘eso…
No contestó. Se bebió el vaso de vino tinto de un trago y me miró como nunca lo había hecho. Sentí algo raro. Y nos despedimos hasta mañana en el portal.