7:58 AM
Roberto Cormenzana López
—¿Alguien sabe por qué estamos aquí? Estos días no paramos de ir de un lado para otro sin ton ni son.
—Se oye mucho ruido ahí afuera. Estoy un poco acojonado.
—Yo he preguntado a uno de esos sinsorgos grandotes, y me ha advertido que se va a armar una buena.
—¿A qué te refieres, Cachuli?
—Si he entendido bien, en menos que canta un gallo va a sonar una especie de disparo, se van a abrir esas puertas y nos van a obligar a salir.
—¿Y qué quieren que hagamos?
—Me ha dicho que le sigamos a él y a sus amigos, que ellos pilotan.
—¿A ésos con tan poco coscor? Ni de globo. Yo voy a ir a mi bola.
—¡Allá cuidados! Que sepas que van a aparecer un montón de tíos vestidos de blanco, cardiacos perdidos, zarandeando periódicos enrollados y pegándose codazos entre sí.
—¿Más humanos? ¡No jodas! Qué pesados.
—Como te lo cuento, Amapolo.
—¿Y entonces qué? ¿Damos caña al personal?
—Pienso que lo mejor es que pasemos olímpicamente de ellos y avancemos a todo meter hasta que encontremos un sitio seguro.
—Joder. ¡En menudo fregado estamos metidos!
—Echo tanto de menos la dehesa…
—¡Valor, compañeros!
¡Pum!
—¡Va! ¡Venga! ¡Va!
AMOR SEMPITERNO
Rocío Reyes Martín
Llegó el día, desempolve mi fajín, me coloque el pañuelo, me acerque a ella y le dije venga cariño que hoy es nuestro día.
Ella me miraba mientras yo empujaba su silla hacia el balcón de casa.
Allí, desde el tercer piso observábamos la juventud saltar emocionada esperando el chupinazo.
Oí el ruido de la puerta, giré para ver quien era y sonreí al ver a mi hija
– ¿Papá, ya estáis preparados? – dijo observándonos
– Si, esperando que de las doce.
– Tú siempre fiel a tu cita.
– Yo siempre fiel a ella – contesté señalando a mi mujer.
Ella quieta, con la mirada perdida y yo con la esperanza de traerla a mí, aunque fuese un segundo.
Dieron las doce, me agaché, la besé y dije
– Felicidades mi amor, un año más que seguimos aquí, otro más juntos.
Me observaba, pero como desde hacía ya tiempo no dijo nada, fue mi hija quien habló
-Feliz aniversario a ambos.
– Gracias cariño.
Hoy 365 días después, me encuentro frente al balcón, con una foto de ella en mi mano, el pañuelo colorao en la otra, suena el chupinazo, se abre la puerta y escucho…
– Feliz Aniversario Papá.
ME LANZO
Rodolfo Porras Martín
La verdad verdadera es que tengo muchos sanfermines encima y nunca, nunca me he lanzado. ¡Bueno! Encima, como decir encima… tampoco. ¡Que nadie dude de mi mágica y estrecha relación con los sanfermines! Siete años haciendo maletas, reservaciones, convenciendo a María Mercedes. “No me voy a lanzar, no me van a desmadrar”. Cuando ¡Al fin! queda convencida o al menos resignada… me coge el toro. La primera ensartada: falleció una vecina. Cementerio, velorios, tristeza. Después el del cuarto piso, dejó un chorro abierto. Todo se inundó… ¡Pobre de mí! A María Mercedes no hubo quien le quitara el presagio de encima. El año siguiente mi madre sufrió un infarto. La veía postrada, veía los boletos y no supe por quién doblaban mis lágrimas. Ella duró un año ¡Misma fecha! ¡Justo! Toro mañoso “el que viene ni el aviso de Noe con el arca al lado me lo va a impedir, dije. El diluvio llegó en forma de pandemia… y no duró cuarenta días sino dos años. Con el pañuelo que compré hace siete años, con la camisa blanca, fajado, con mis ganas intactas, montado en un madero esperando que abran los portones… de que me lanzo, me lanzo.