TODO UN ACIERTO
Adolfo Manuel Porras Soto
Menudo acierto llevar mi libretilla y mi lápiz: cada vez que se me caen, me es posible intercambiar unas palabras con todo el que amablemente los recoge. Y buscando estoy, buscando un algo, una esencia. Las motivaciones de mi protagonista han de ser originales o cuando menos curiosas.
¿Una dulce dama despechada conoce a un bravo…? Para despechados, yo. ¿Un bravo joven en busca de una dulce…? Para bravos, los toros. ¡Ah! ¡Una fábula! ¡El toro tristón y la vaca que ríe! Posiblemente, me denunciarían. ¿Qué sonríe? ¿Y por qué iba a sonreír? Menudo toro ese. No. Poco pintaría por aquí una dulce vaca. ¡Dios las bendiga, leche!
¿Y algo conmovedor? ¡Un artista! ¡Un pintor! Encontraría su verdadera vocación en los toros y… Pobre mío. Cambiar el lienzo por el suelo y el pincel por su culo. No le veo digiriendo la insalvable diferencia en cuanto a potencial artístico.
¡Cuidado, chicos!, !ouch! Adiós lápiz, adiós costillas. Gracias, muy amable, ¿señor…? ¡Don Ernesto Hemingway! ¡Qué simpático este periodista americano! Como reía al verme con mi libretilla. Nos hemos citado en su hotel; también busca ideas para su novela. Tomaremos un Martini y enriqueceremos la noche, de escritor a… ¡Ya tengo protagonista! Qué suerte saber idiomas.
EL ÚLTIMO HOMENAJE
Adrián Pérez Avendaño
Al principio, Jack y Brett se habían opuesto: dejarían de tener el privilegio de ser los únicos personajes en vivir la “fiesta”. Pero acabaron aceptando. Como era de esperar, el primero en llegar a Santo Domingo la mañana del siete de julio fue El Viejo. Apenas clareaba. Permaneció largo rato contemplando la figura del santo. Preguntándose cómo sería dar muerte a una de aquellas bestias de seiscientos kilos. También si los demás acudirían a la cita.
Fue en el tramo final del Callejón donde uno de los toros le rozó haciéndole caer. Quedó inconsciente al chocar contra el suelo. Despertó minutos después, en la ambulancia, y enseguida reconoció a Fredy y Cathy (así los llamaba cariñosamente), que se habían prestado voluntarios dada su experiencia en urgencias sanitarias. ¿Cómo estás, viejo?, dijo el joven mientras sujetaba su mano.
Al salir del hospital, allí estaban todos: Anselmo, María, Robert, Eddy… Llevaban una copa de vino en la mano. La barrera que formaban se abrió bruscamente y apareció el pequeño Manolín, que corrió a abrazarle. ¿Qué haces tú aquí?, dijo El Viejo, visiblemente emocionado. Yo también tengo derecho a airearme. Vivir en un libro sí es un encierro. Todos rieron. Luego levantaron sus copas: por el jefe.
ENTRE AQUINES
Agustin Sanchez Alcaraz
Andaba entre adoquines
de eterna historia y gran pisada,
Las maderas a la orilla y un intenso olor que cautivaba.
Tormenta de voces matinales, reses entre barrotes encerradas,
periódicos envueltos en miradas, algunas con miedo, algunas con rabia y algunas simplemente desencajadas.
¡Viva San Fermín!, yo gritaba, previo a la estampida que se esperaba.
Pisadas, gritos, codazos y algúna que otra asta.
Llego sano a la gran plaza, donde todos gritan con el alma
¡Viva San Fermín! ¡Viva San Fermín!
EL ENCIERRO
Agustina Montoya Tortosa
Corre, no te quedes atrás.
El vallado te indica por dónde seguir, aunque no es necesario, la marea de personas te lo deja claro: Corre.
Corre por Pamplona, por Santo Domingo, por la Estafeta y el Callejón.
Corre por tu orgullo, por tu familia, por tu vida.
Corre por la fiesta, por la gente que respira pesadamente a tu lado.
Corre porque si no corres, te aplastan.
Corre porque notas su aliento en la nuca, ¿te lo estás imaginando?
Corre porque serás libre cuando termines.
Te han dicho que serás libre cuando termine.
Corre porque sabes que no serás libre, pero corres.
Corre, toro.
Te han mentido una vez más.
MOMENTICOS DE LUCIDEZ
Ainhoa Agós Diaz
Aquella mañana no podía imaginarme la sorpresa que me esperaba.
No me lo podía creer, llegué a su casa y vi que mi padre, como cada 6 de julio, había sacado su ropa blanca, la faja roja y estaba decidiendo si se ponía el pañuelico con el bordado de Braulia o el de Caravinagre. Mientras cantaba “a las cuatro el seis de julio, Pamplona gozando va”. No daba crédito a lo que veía, lo hacía todos los años, pero yo no me lo podía creer.
Me preguntaba cómo mi padre con Alzheimer, que no recuerda sí ya ha comido o no, se estaba preparando para el chupinazo. Ese médico es un genio, pensaba, se ha curado.
Entonces, se giró y me dijo: “prepárate ya, que nos esperan para ir a almorzar Kepa Junquera y Donald Trump”.
Esas palabras me sacaron de mi estupor. Mi padre seguía haciéndose los mismos líos de siempre. Pero recordaba la letra de la canción y la fecha y la ropa blanca y…
Le dije: “ah sí, vamos pues”. Y salimos alegremente cantando, como si, por un momentico, hubiésemos encontrado la cura para el Alzheimer:
“Porque llegaron las fiestas…”