XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


AQUÍ MISMO

Ana Isabel Espinosa García

Se despertó bruscamente en el último encierro. Volteó la cabeza, aún somnoliento. La televisión boqueaba entusiasmo , metiéndose el sonido en su cabeza como si fuera reclamo de feriante. Cuántas veces los habría visto con su padre, con su mano nueva atada a la suya áspera. También con su abuela sentados juntos frente a la radio. Se le saltaron las lágrimas al recordar sus veinte y sus treinta en las peñas, con los amigos, la primera novia, el primer beso, siempre con la misma sintonía festiva acompañándolo. Sin hacer nada, tuvo ante sí el rostro de su hija , mellado a los seis años. Rápido se vio igual que corría ante los morros humeantes de vida, mientras ella le miraba aplaudiendo. Luego la vio casarse y tener hijos que meció entre lágrimas de abuelo consentidor. No supo cuándo sintió una mano en su espalda, preguntándole: Tomás, ¿ cómo se encuentra usted hoy? No supo quién era, pero su sonrisa hizo que entrase el sol a raudales en aquella sala acristalada llena de butacones con gente que no conocía. La chica lo notó ensimismado en la pantalla. ¿Se acuerda?Y sí que se acordaba. No llore, le dijo. Pero solo pudo cuando sintió su abrazo. 

EL VESTIDO NUEVO

Ana Isabel Rodríguez Vázquez

Mi madre deshiló sus últimos días frente a la máquina de coser. Una Singer fabricada en Escocia, que había heredado de mi abuela, y con la que nos sacó el hambre del cuerpo desde el accidente de mi padre. A él le corneó un toro castaño durante un encierro. Le quedó una cojera permanente y una pensión miserable que apenas cubría el alquiler.
Fue entonces cuando mi madre desempolvó la vieja máquina y se dedicó a vestir de seda y organdí los eventos de los pamploneses.
Y esos últimos pespuntes que apuraba, robándole horas a la vida, fueron para mí. -Para que estrenes en la procesión, me decía. Pero no pudo ser. Dos días antes del chupinazo su Singer se detuvo para siempre. O tal vez no. Porque la mañana de San Fermín mi padre me llevó a la Plaza del consejo, y San Lorenzo, y a recorrer las calles con mi vestido nuevo perfectamente rematado.
Y cuando acabaron los festejos y la ciudad entonaba el «Pobre de mí», nosotros llorábamos abrazados recordando el soniquete de la vieja Singer de mi madre.
 

BENDITO SAN FERMÍN

Ana Lia Severino Ossio

La madre lo despidió con una bendición, mientras le colgaba al cuello un escapulario de San Fermin, y ponía en sus manos el pañuelo rojo muy bien planchado.
Era curioso lo rápido que pasaron los hechos. Corría ya junto con la multitud, cuando trastabilló y sin saber ni cómo, todo a su alrededor se volvió borroso.
Y ahí estaba, acorralado contra la pared y a merced de un toro que podía hacer con él lo que quisiera. Aquella bestia castaña, imponente y sudorosa de casi 500 kilos, sólo tenía que ensartar la punta de uno de sus afilados cuernos para elevarlo como un muñeco por los aires, o arrastrarlo sin piedad por las adoquinadas calles.
Sus pequeños ojos oscuros lo taladraban, y su resoplido furioso se oía en toda la plaza.
Como pudo, cogió el escapulario entre sus dedos y lo besó esperando un milagro.
El milagro llegó cuando el animal se retiró sin más, liberándolo de una embestida segura para proseguir su camino y dejar al muchacho seguir con el suyo.
Nadie supo explicar lo que había sucedido y durante un tiempo solo se hablaba de la increíble suerte que había tenido aquel día, aunque valgan verdades, San Fermín le dió un empujoncito.

 

Y POR FIN ME ENAMORE. ¡VIVA SAN FERMIN! ¡GORA SAN FERMÍN!

Ana Maria Abril Gabisch

Durante once años te había visto pero no sentido, no te entendía…soy madrileña de nacimiento, con corazón andaluz, y de repente llegas tu, tus fiestas que no sentía, que no las entendía, pero el amor, como siempre, vence, y me enamoré de ti, de tus calles y rincones con ese ambiente peculiar de fiesta, una alegría auténtica, ahora entiendo porque la gente se pasa un año entero acordándose de los Sanfermines del año anterior y hablando de los siguientes…
Ese ambiente de ir recorriendo esta ciudad amurallada de Pamplona, siguiendo sus comparsas, peñas y txarangas y esos curiosos gigantes y cabezudos, un poquito de vino, almuerzo y chistorra, esos boletos que sirven de premio para los peques de la casa, esos fuegos artificiales de noche que hacen detenerse el tiempo…
Un ambiente donde se sonríe y abraza, se disfruta y se crea tradición, entendí que hay que vestirse de blanco, que se necesita un pañuelo rojo, y la diversión está asegurada…
Unas fiestas que te hacen sentir Pamplonica, orgullosa de haber creado en mis hijos una ilusión mas, el orgullo de pertenecer y sentir un lugar, y si hemos de partir de Pamplona, echaremos en falta cada 6 de julio ese Viva SanFermín!!!!

 

SAN FERMÍN 2023 LA DIFERENCIA

Ana María Lezcano Fuente

Este año los sanfermines serán como una canción de Drexler: nada se pierde, todo se transforma. Lo cito porque un navarro que conocí por internet cuando esto era novedad , después de media vida de gloriosa amistad ha desaparecido en el éter debido a un avatar tecnológico o porque su compañía telefónica le cambió el número y , aunque seguí las instrucciones de la nueva compañía al pie de la letra, desde hace meses cuando llamo me contesta de muy malos modos una persona desconocida que no puede ayudarme.
He hurgado y enredado en redes y he logrado contactar con alguien que conoce a mi navarro de ley.
Más me hubiera valido estarme quieta. Ese hombre que en ocasiones me hizo reír en noches oscuras de pesar y soledad y que acabó siendo mi padrino de boda civil ya no puede explicarme sus viajes ni sus fotos ni sus cuadros ni sus obras como arquitecto. Y no me he atrevido a buscar más porque me han dado a entender que su tiempo es el olvido.
Desde su hermosa terraza pamplonica mira al vacío y los chupinazos le asustan. Los sanfermines son historia para él. ¿Y para mí?
Nada se pierde, canto con Drexler…