XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


CON EL CORAZÓN EN BLANCO Y ROJO.

Antonia García Herrero

Hay fiestas inolvidables y San Fermín era una de ellas, para Manu nada podía compararse con aquella semana de fiestas dónde disfrutaba apurando al máximo cada segundo, y es por ello que ahorraba
durante todo el año con el único propósito de viajar a Pamplona y sentirse por unos días un pamplonica más. A Manu le fascinaba la algarabía de la muchedumbre, los empujones y algún que otro codazo,pero nada de eso le importaba, pués necesitaba
de esa adrenalina para seguir.
El chupinazo era la parte favorita de todo aquél fiestón, pués parecía que la sangre le bullía con cada cántico y con cada lágrima de felicidad que se escapaba por algunos de aquellos rostros desconocidos para él.
Una marea blanca y roja le engullía constantemente sin que a penas pudiera asomar la cabeza, pero a pesar del cansancio de su cuerpo sumado al de sus doloridos huesos, Manu tenía excesivamente contento el corazón y el alma, y a penas podía pensar en que aquél desenfreno tocaría a su fin y tendría que volver a su triste rutina diaria, pero siempre con la esperanza de volver una vez más a Pamplona y ¡cómo no! A vivir de nuevo su fiesta más sonada.  

CAPRICHOS DE MINOTAURO

Antonio Campillo Prada

Previo al Encierro me ejercité. Moví la cabeza de un lado a otro, apareciendo en el suelo una sombra legendaria, de estampa española. Cuando masticaba las horas, sonaron en tropel los cencerros; pero antes, se apoderó de mí la incertidumbre, mientras veía cómo se activaban en cadena las extremidades de animales nobles y corredores. No sé ustedes, pero la alegría de la plaza se siente como una danza de gigantes. A nosotros siempre llega un temblor bajo las pisadas. Los fieles lanzaron gritos a la pared bendecida; dicen que rezar allí aparta las astas. Uno desea que nada acontezca, que no brote un clavel en el pecho inmaculado de los pamploneses… Hace un momento el cielo retumbó sin lluvia, formando un río que arrastró toros veloces y hombres empuñando periódicos enrollados. La llaman la hora de la hombría y la bravura, donde cuerno a codo, se doblan felices las esquinas. En medio del torrente, los participantes se van pegando a las paredes, llenos de una risa reprimida. De vez en cuando cae alguno frente a nosotros: aprieta los ojos, abraza sus piernas… se ven tan vulnerables. Veo corredores a centímetros de mis puntas, y es inevitable mover ligeramente la cabeza y cornear sus pantorrillas. 

EN EL CORAZÓN DE LA CARRERA

Antonio Olmos Belmonte

Mis piernas tiemblan de emoción y temor mientras espero el estallido de los cohetes que marcará el inicio de la carrera. Mi corazón late desbocado en mi pecho, alimentado por la adrenalina que recorre cada fibra de mi ser.
El sol brilla sobre mis lomos, mi cuerpo poderoso se estremece anticipando la carrera. Atrás quedan los establos, la monotonía. Ahora soy un espíritu indomable, una fuerza de la naturaleza. Mi instinto me guía hacia ese mar de cuerpos humanos que huyen frente a mí.
El estruendo de los cascos de los astados retumba en mis oídos mientras empiezan a perseguirnos. Somos un río humano, enérgico y apasionado danzando en el sendero incierto de la vida.
Mis ojos centellean con furia y determinación mientras embisto, buscando a aquellos que osaron desafiar mi majestuosidad. Corro veloz, mis patas golpean el suelo con fuerza, persiguiendo ese objetivo que se me escapa. Pero no importa.
El encierro es un encuentro fugaz entre el hombre y la bestia, un baile eterno donde la emoción y el peligro se entrelazan. El corredor busca desafiar sus límites, luchando contra el tiempo que se desvanece, mientras el toro reclama su lugar persiguiendo un destino oculto en el corazón de la carrera. 

LA FIESTA

Antonio Muñoz Melero

Se unieron todos a la fiesta,para liberar sus almas.Alguien les había dicho que ya no sufrirían cuando fueran liberadas.
Caían como moscas,sobre tarta de manzana y se unían sin pensarlo a los campos de batalla. En los frentes reían y lloraban,
los videojuegos habían servido de algo y con los puntos se consolaban.¡ Pasaremos al siguiente nivel ! Animaban los que mandaban.
Y en la cima de todos,se halla la meta con todas sus banderas manchadas. No preguntar de qué,ni de cuántos;la fiesta sigue,
mientras quede alguno para contarla. Y qué me dices de los que observan,de los que gritan y los que callan.
En realidad,son meros espectadores a los que parece,no importarles nada. Tan solo el vivir de su vida cotidiana.
¿Qué haces aquí? Le preguntaron en las trincheras.– A lo que respondió: Aún no lo se,nadie me explicó que para liberar el alma,hay que morir
Yo estaba tranquilo en mi casa;como todos los demás compañeros ,y ahora estoy aquí intentando seguir entero.Cosa en verdad difícil cuando pasa un bombardero.¡Libertad,para qué te quiero.! Si soy carne de cañón para complacer al gourmet y al cocinero. Mientras mi familia me llora y añora sin saber a buena hora,si podrán siquiera asistir a mi entierro. 

SAN FERMÍN TAMBIÉN PARA APOCADOS.

Antonio León Del Castillo

Era su deseo correr el encierro con su hijo, como hicieron de costumbre en la familia. El problema es que solo me tuvo a mi y no había podido cumplirlo, no porque sea chica sino por mi condición de timorata y asustadiza, carente de osadía. Si lo intentara me imagino en medio de la calle, petrificada por el miedo, carne de embestida.

Este año es como si el aita hiciera realidad su sueño y le acompañará Adirane, mi pareja, ella sí atrevida y fuerte, con la que tiene más afinidad casi que conmigo misma. Esta feliz. Harán el tramo de Telefónica y, aunque confío que están preparados porque han ensayado a conciencia, le he pedido que la cuide, que no me la pierda de vista.

Yo me he comprometido a esperarles en el tendido de la plaza, por cierto, con una fotos de ambos y la estampa del Santo, bien apretadas. Lo pasaré mal, angustiada, hasta que les vea aparecer. En esta fiesta cabemos todos y no es exclusiva de valientes y arriesgados. Yo soy de la parte de los cautelosos y moderados, los amparados necesariamente detrás de la barrera. Ahí estoy protegida, disfrutando de otra manera y participando de la tradición, perpetuamente viva.