AMOR A LA VIDA
Belen Compains Beaumont Compains Beaumont
Paseaba por las calles de Pamplona, sería un 7,un 8 o quizás un 9 de julio. Me gustaba sentarme en un banco, de cualquier plaza o calle y mirar….solo mirar…la fiesta estaba allí y yo con ella. Había gente de todas las razas y pueblos ataviados algunos con sus ropas de origen,otros con pañuelico y los más de blanco y rojo.
Era mi momento de relajo y de sentimiento libre no sabría decir si era de amor a la vida..que se yo.
Luego había otros momentos en los que conectaba con el río de la fiesta dejándome llevar.
El 6 y el 14 los mejores días. Los más intensos ,se abre y se cierra un periodo que nos libera y nos identifica.
Viva San Fermín.Gora San Fermín.
Eskerrik asko izateagatik
MÚSICA DE FONDO
Bénédicte Machat
Sus manos recorrían las teclas del piano con brío y presteza sin alcanzar la velocidad con la que corría delante del morlaco negro. Ni mis piernas lograban la rapidez necesaria para huir, ni mi juventud destacaba su fuerza y mi agilidad no me ayudó para escapar de la bestia. Contra mi voluntad, mis pies se clavaron en el suelo. Recordé con nitidez, sus manos largas y hábiles, deformadas por la artritis, pero veloz en su interpretación. Bailaban de un lado para otro, dejando el piano sin aliento y los espectadores deslumbrados. Veía las teclas hundirse bajo el toque vertiginoso, armonioso y ordenado de sus dedos. Sentí entonces una punta afilada traspasar mi pierna sin piedad. Oía en la lejanía y cada vez más rápido, la música alegre que mi abuela tocaba. Perdí la noción del tiempo, todos mis sentidos desfallecieron y un dolor punzante traspasó mi alma, dejándome tieso. Aquella mañana, no fue más que la sirena de la ambulancia lo que oía. La cogida del toro me dejó inconsciente a la entrada de la plaza de Pamplona. Pero vencieron mis ganas de volver a los San Fermines.
ACRITUD DE SENTIMIENTOS
Benjamín Charro Morán
ACRITUD DE SENTIMIENTOS
¡Silencio!. Ya oigo el chupinazo. Lo imagino. Mis oídos son silencio. Llueven sentimientos de nostalgia sobre mi ajada memoria. Parece haberse detenido el tiempo marcando la distancia entre el deseo y esta decrépita juventud que me acobarda. Corro herido por mis recuerdos persiguiendo San Fermines. Un nudo de pañuelo rojo llevo anudado a la garganta. El luto es amenaza. Todos me arropan y me visten de deseos.
La Estafeta va marcando el camino de la magia que deja paso a la fiesta donde hermandad y sangre se funden en un mismo deseo, y no existen forasteros. Un mismo sentimiento los lleva de la mano. Como a mi la vida camino de la muerte. Sólo soy ya un mozo viejo herido por el tiempo impenitente, que presume del pasado con orgullo de su tierra. Son las cornamentas de la muerte las que ahora me persiguen, esquivo, atuso, acaricio y huyo.
Precediendo esos astados quiero seguir tan bravo como ayer hasta mi misma sepultura. Sé que ya no ha de matarme un toro: que me ha de consumir la vida. Esa ausencia de fiesta que añoro, la impotencia, la herida que guardo aún en mi laberinto del deseo.
¡¡Viva San Fermín!!!!
YA QUEDA MENOS
Blanca Moratinos Oloron
No lo voy a pensar más,este año los Sanfermines van a ser espectaculares,voy a disfrutar a tope,creo que ha llegado el momento de pensar un poco más en mi.He decidido que esos días la alegría este presente no solo en la Calle sino dentro de mi,volveré a ser la niña que con solo una manzana de caramelo irradiaba felicidad,cuando subía a los caballitos y aunque no podía montarse en casi ninguno solo el ambiente le hacía feliz.Donde han quedado todos los demás años,como se han pasado tan rápido,Sanfermin como he cambiado,pero el recuerdo de tus fiestas sigue igual así que con mucho cariño te digoVIVa SANFERMIN.
MAJESTUOSA CARRERA DE UNAI
Bonifacio Juan Alegre
Unai Estrada era el corredor más hábil y rápido de cuantos corrían delante de
la testuz de los astados. Sus carreras antológicas levantaban la admiración de
los aficionados. Incluso San Fermín vibraba en su trono dorado cuando la
multitud vitoreaba su nombre. Pero la carrera que perduraría por siempre en la
memoria de los Pamploneses, era la última que Unai protagonizó. Se mantuvo
delante de las astas de un morlaco durante más de dos minutos. La gente
aplaudía y jaleaba su nombre por la gesta. Unai sorteaba mozos que caían
exhaustos ante él, templaba al toro con su periódico enrollado y mantenía
aquellos veinte centímetros de seguridad, aquella barrera invisible entre los
afilados pitones y su cuerpo. Una delgada línea entre la vida y la muerte. Un
mozo inexperto se cruzó en su camino poco antes de alcanzar la plaza, y Unai
perdió el control. Aquellos quince centímetros de seguridad, aquella delgada
línea desapareció y el afilado pitón del morlaco penetró como un cuchillo en su
espalda. Unai presencia ahora los encierros desde su balcón en Estafeta,
postrado en su silla de ruedas, pero su mente y cuerpo siguen estando donde
están los valientes mozos. Y no piensa dejar de correr mientras viva.