XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL ADIÓS

Carmen Ruiz Ruiz

Amanecí desorientado y sin saber cómo ni por qué había llegado hasta aquí. Alguien se percató de mi desamparo y me ofreció su ayuda.
«¿Se encuentra bien?»
No supe qué responder. La verdad, mal, no me encuentro, solo que no recuerdo cómo me llamo ni por qué elegí este sitio para recalar. Sin embargo, el lugar me resulta muy familiar.
Subo una calle empinada: “Cuesta de Santo Domingo”. La calzada está llena de gente vestida de blanco y un pañuelo rojo anudado al cuello.
Junto a una hornacina, repiten tres veces un cántico mientras agitan un periódico enrollado entre sus manos. Suenan unos cohetes. Se produce una estampida. Todos comienzan a correr como si les persiguieran.
«Martín, toma esta vara y apresúrate», me ofrece alguien, entre la multitud.
Debe conocerme porque, al tiempo, agita la cabeza como si verme allí le preocupase.
Escucho los campanos, próximos… Y, entonces, todo cobra sentido, sé quién soy y por qué estoy aquí:
«Soy Martín López Goñi, doblador jubilado, y me dispongo a enfrentar la embestida de la memoria con la misma determinación con la que los Miura ascienden la empinada cuesta en dirección a la plaza, en su último día de vida…»
 

PALABRA DE SIOUX

Carmen Pedrero Robles

Y si caigo, acuérdate de lanzar mis cenizas al mar, pero antes píntate la cara con ellas en son de Paz como hacíamos cuando éramos niñas. Me lo has prometido ¡Palabra de Sioux! Antes me aseguraré de abrocharme bien los mocasines como nos enseñó Amama, y pediré al viento que sople a mi favor. No dejaré que los morlacos me pisen contra el asfalto. Esta vez voy a correr ligera, valiente, y quiero que tú desde el otro lado de la barrera me alientes a extender las alas. 

YILDIS

Carmen Sánchez Arapiles Sánchez Arapiles

Relato sobre una mujer de la antigüedad.  

EL ENCIERRO DE LOS SUEÑOS

Catalin Razvan Hasna

Ignacio, un joven de Pamplona, amante de San Fermín, se durmió plácidamente. De repente, se encontró en medio de la multitud, el estruendo de los cascos retumbando en su pecho. Un mar de toros irrumpía en las calles y él, al igual que los valientes, corría desafiante.
Los cuernos le rozaban, sus pies se movían en un frenesí. El aire frío de la mañana, el aroma del miedo, la euforia del público. Era surrealista, incomprensible. Y en medio de ese delirio, Ignacio se dio cuenta: no estaba soñando con el encierro, estaba viviendo su sueño. Aquella emoción desbordante, el peligro, la adrenalina… Era lo que había anhelado siempre, el empuje que necesitaba en su monótona vida.
Un toro se acercaba, sus ojos se cruzaron y, en ese instante, Ignacio comprendió. No debía simplemente soñar con correr junto a los toros, debía perseguir esa realidad, igual que como perseguía a aquel toro.
Despertó de golpe, sudoroso, las campanas de San Fermín sonando a lo lejos. Sonrió. El encierro de los sueños había terminado; el encierro de su vida apenas comenzaba. De ahora en adelante, Ignacio no solo soñaría, también perseguiría sus sueños. Con el corazón palpitante, salió de casa, listo para su nuevo comienzo.
 

SF: RITUAL OSCURO

Celia Cárdenas

La noche caía en Pamplona mientras las luces de la ciudad se encendían. El bullicio de la multitud resonaba en mis oídos mientras me sumergía en la atmósfera misteriosa de la fiesta de San Fermín. Las calles estrechas se llenaban de personas vestidas de blanco y rojo, como sombras que se deslizaban entre el fervor y la oscuridad.
Me adentré en una taberna antigua, buscando un respiro. El ambiente estaba cargado, como si algo terrible se estuviera gestando. Me senté en la barra, observando a los demás.
Fue entonces cuando una figura enmascarada se acercó. Me susurró al oído, revelándome un secreto que heló mi sangre.
«Detrás de la fachada festiva, se esconde un ritual oscuro. Cada año, durante los Sanfermines, se realiza un sacrificio humano para garantizar la prosperidad de la ciudad. Solo aquellos elegidos conocen la verdad, y tú ahora eres uno de ellos.»
Mis piernas temblaban mientras intentaba asimilar la terrible revelación.
Decidí investigar adentrándome en los recovecos más oscuros. Cada paso me acercaba a la verdad.
Ahora, mientras espero el estallido de los fuegos artificiales, siento el peso de la responsabilidad. Sé quién es el asesino. Lo tengo delante de mis ojos cuando observo mi imagen a través del espejo.