XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LOS TOROS INVISIBLES

Antonio Campillo Prada

Manuel Campillo lleva puestas unas gafas de realidad virtual encendidas, y un par de auriculares. Da brinquitos sobre la banda de la caminadora eléctrica de casa. Pasa las horas probando su nueva simulación, ambientada en el conocido Encierro de San Fermín.
Manuel calienta los músculos al tiempo que su esposa prepara una cena especial. Aunque, para hacer honor a la verdad, él anhela con más ansias el estallido del chupinazo.
Últimamente frecuenta este universo para mantenerse en forma, a la espera de la reactivación auténtica de la fiesta.
En el mundo virtual oyó el estallido del cohete pirotécnico. En el real, encendió la caminadora… En pocos segundos Manuel alcanzó gran velocidad. Frente a sus ojos un centenar de corredores en línea chocaron entre sí, huyendo de las encornaduras.
Manuel cada tanto miraba hacia atrás. Un toro colorado bramó a sus talones mientras su corazón latía violentamente. Al doblar en la calle Estafeta, resbaló. Creyó que un pitón perforaba su espalda; lanzó un grito de auxilio.
Con las gafas puestas escuchó la voz de su esposa invitarle a la mesa. Supuso que ella le había tocado. En su rango visual, un cuerno gigantesco apareció de la nada… Observó el cielo… Olía a especias… Sintió flotar…

 

DESDE EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS

Antonio León Del Castillo

Estamos en el salón y, aunque la mujer me repite que me tranquilice, yo no paro de moverme, de gesticular disparatadamente, de hablar absurdeces, dando tal vez una falsa impresión de sobreactuar.
Faltan solo dos días para el primero de los encierros y pronto quedará atrás mi sensación de angustia de la última semana. La gente por la calle no ha parado de recordarme la proximidad de la fiesta y no he dormido bien, calibrando posibles contratiempos para los que me gustaría tener respuesta de antemano. Será por aquello de que las fieras son impredecibles.
Aunque en la carrera ya no me acompañe el aita, mi maestro, aquejado de reumas y, sobre todo, herido en la memoria, tengo grabados en la mente todos sus consejos, mi mejor apoyo. Y tengo experiencia, se lo que tengo que hacer.
Procuro mantener la calma y, casi lo consigo, cuando, a esta hora en que los niños tienen que ir a la cama, me sorprendo de pronto arreándoles a lo largo del pasillo alzando una vara imaginaria movida por mi mano derecha. Digamos que son gajes del oficio. Soy pastor y lo llevo en la sangre, orgulloso, desde el principio de los tiempos.
 

MI LEMA

Antonio Jose Moro Hinojosa

No pude, lo intenté, eso si, pero era casi imposible, la fiesta, la gente, todo invitaba al desastre, esquive los primeros, estaba fresco, con los reflejos aún intactos, pero al rato, ya rodeado, fue, como digo, imposible, mi perfecta camiseta blanca, recién planchada para la ocasión, ya tenia su primera mancha, miré a aquel chico, casi con rabia, e incluso le iba a decir algún improperio, pero entonces, tendió su vaso de calimocho y me ofreció de beber, no tenía sed, pero si ganas de diversión, así que probé primero un sorbito, para después dar un gran trago, eso y descubrir que a mi mancha le salieron amigos enseguida, fue todo una, ¿lo mejor? Que aquella mancha era un perfecto dibujo de los encierros, toda aquella gente corriendo, al lado de esos peligrosos y porque no decirlo, nobles animales, supongo que corrieron tanto como mis reflejos, que no se donde estaban, así que, cuando escuche el chupinazo, corrí… pero q resguardarme tras las barreras, ver la fiesta seguro, ese es mi lema