SENTIMIENTO «SAN FERMIN»
Eva Maria San Adrian Monge
El monitor recita mis constantes vitales y compone una melodía según dictan mis emociones… los cohetes, las charangas, las jotas… imponen un ritmo rápido a esa melodía a la cual me aferro. Despierto sobresaltada… volvía a estar en el «entonces» , en mi particular «infierno» y, mientras sosego mi ánimo, tomo conciencia, un año más, de la fecha del calendario. Y, a pesar de todo, desearía estar en la calle y volver a disfrutar dejando a un lado este recuerdo enfadado y nostálgico de la fiesta con el que trato de hacer las paces…
San Fermín no es solo una onomástica, ni un sinónimo de fiesta, toros, turismo o confraternización… ni siquiera 7 días de disfrute de principio a fin…
San Fermín es mucho más. Es un sentimiento… una emoción tan intensa que duele…
El visitante aprecia la parte lúdica y de esparcimiento pero el residente siente en su alma algo más… algo que no se puede explicar porque no es tangible… Esa es la parte que intenta y, muchas veces consigue, transmitir. Y aunque las circunstancias, la gente y la vida van cambiando… el sentimiento «San Fermín» sigue ahí, igual que siempre. Esperando ese chupinazo que le de rienda suelta. Aúpa San Fermín!!
NO ME PIERDO LA FIESTA
Evelia Suárez Ropero
Me camuflé como pude, entre las ropas blancas y el rojo de las fajas y pañuelicos, sentí el perfume acompasado de las flores al pasar, corrí como los mozos por las calles alborozadas de risas, gritos y aplausos. Y me caí en la arena de la plaza, sintiéndome vivo, rozando su cuerno en mí aquel toro bragado. Remonté, para volar más allá de las voces de la plaza y sumergirme en las calles llenas de mesas, donde el olor de los huevos fritos, el jamón, las tortillas de patata y los pinchos pamploneses, hizo que paladeara todo sin comerlo. Y después de bailar entre la gente, de recorrer la ciudad engalanada para la fiesta y de oír las risas de los más pequeños con los gigantes y cabezudos, decidí que ya era hora de descansar. Me dirigí, como flotando, hacia la capilla de San Fermín en la Parroquia de San Lorenzo, y allí me quedé observando la talla de medio cuerpo que me representaba, me acerqué, difuminándome con ella, sintiendo el olor de la madera, llenando mi espíritu de luz, de aquella que cada 7 de julio me hacía salir de la capilla, cual niño travieso, para disfrutar de la fiesta.
«LAS FIESTAS DE SAN FERMÍN «
Evelyn Dinora Castellanos Quezada
Quién diría que estamos a las puertas de las fiestas de San Fermín, muy famosas nacional e internacionalmente, durando los festejos nueve días de júbilo y diversión.
Alegría por doquier, como en toda fiesta popular, los más jóvenes siempre contagiando con su entusiasmo y algarabía, dándole luminosidad y vida.
¡¡Qué vivan las fiestas de San Fermín!!, .¡¡Qué viva Pamplona !!…Los bares a tope, la gente incansable disfrutando del momento; choque de copas entre amigos, carcajadas aquí y haya.
Y qué decir de los ansiados encierros, dónde mozos y mozas, esperan con emoción correr delante de los toros; toros fuertes y bravios como animales que son.
Instantes previos al encierro, los mozos y las mozas se encomiendan a su santo patrón, que es San Fermín, el martir y lo cantan con fervor con la siguientes letras en Euskera , que dicen así:
Entzun arren San Fermín
zu zaitugu patroi
zuzendu gure oinarrak
entzierru hontan oto!!.
Grandes y chicos disfrutan grandemente en estás fiestas de San Fermín; a comer, a beber, …bailar,.. cantar, hasta correr. Fuegos artificiales y carrozas sin parar, los petardos que no faltan ¡¡vamos todos a gozar!!….
¡¡Viva San Fermín!!….¡¡Viva Pamplona !!
SE ACABA LA FIESTA
Fátima Chamorro Merino
En el hotel La Perla acaban de recibir una llamada. El comunicante habla español, pero con un fuerte acento extranjero. Quiere anular la reserva que tenía para la primera semana de julio. Lo lamenta en el alma, pero una situación personal grave le impide acudir. En cuanto cuelga el teléfono, le invade una honda tristeza. Ha tenido que renunciar a su viaje a Pamplona. Lo lamenta profundamente, pero esta vez se siente incapaz. Algo se está rompiendo en su alma…
Se prepara un daiquiri, enciende su pipa y se sienta en su sillón favorito a degustar ambas cosas. Sueña con una masa de pañuelos rojos y camisas blancas que se agita bajo sus ojos. Es como el latido incesante de un poderoso músculo que bombea las calles y se desborda al llegar a la plaza. Un agua brava de manantial poderoso que circula veloz por las venas de la ciudad hasta desembocar en aquel mar donde ondearán luego los capotes de la gloria.
Dos años después, en la semana de San Fermín y con la mente de nuevo en Pamplona, Hemingway participa en su última carrera. Ha invocado al santo, pero esta vez lleva detrás un toro demasiado negro. Y le toca lidiarlo…
ENTRE CUERNOS
Felipe Estupinan Palacios
Me acosté en Madrid y desperté en Pamplona, en medio de la calle Estafeta, vestido de blanco con pañuelo rojo atado al cuello, el corazón a mil, escapando del traqueteo de pezuñas con aguzados cuernos y miradas bravías. Noto a mi lado la sonrisa triunfante de un mozo al esquivar la embestida de un toro, pero yo no soy tan afortunado; impactado por la poderosa cabeza del animal pierdo estabilidad y caigo al suelo. Me levanto aturdido, escuchando el griterío de la gente desde los balcones advirtiéndome del par de astas que vienen hacia mí. La cornada me desgarra la piel, quiebra las costillas y penetra limpiamente al interior de mi cuerpo; la sangre brota a borbotones y ya no solo es rojo mi pañuelo, toda mi ropa y mi mundo se tiñen del mismo color. Los toros continúan su marcha y me abandonan tendido en medio de la calle, observando moribundo en el nuboso cielo un tímido sol que empieza a aparecer.
Desperté en Madrid, en una mullida cama de hotel, palpando la cicatriz de la cornada en mi cuerpo, anhelando la hora de mi partida a Pamplona para revivir la fiesta de San Fermín y la seductora emoción de sus encierros.