XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


ANIMAL CONTRA ANIMAL

Ariadna Nogueras Clajer

Éramos toros. Aquellos toros que aparecen sin más en los San Fermines, animales fuertes, con carácter y con ganas de atrapar sus sueños. Los fines de ellos eran las capas rojas y, los nuestros, sueños rotos que desvanecían a consecuencia de las miles de tragedias que ocurrían en el mundo. A consecuencia de la Covid-19, no pudimos ver el encierro de San Fermín, así que, decidimos que, cuando quitaran la cuarentena obligatoria, iríamos y nos enfrentaríamos al temido toro.
Todo fue bien hasta que, Daniel, el más pequeño del grupo, quiso hacerse el héroe y se puso justo enfrente del animal. Sus ojos le observaban fijamente y, en ese momento, todos fuimos conscientes qué algo no iba bien. El toro le atravesó la pierna con su mancuerna y empezó a sangrar y sangrar. Por suerte, los médicos pudieron auxiliarlo y salvarle la pierna, pero, cierto es que, Dani nunca más fue a por un toro.
El hombre perdió contra el feroz animal y decidió no volverse a enfrentar jamás. En cambio, decidió no perderse nunca jamás la fiesta de la tomatina y, a consecuencia, nos dejaríamos de tanto encierro. 

FUERA DE TIEMPO

Armando Aravena Arellano

FUERA DE TIEMPO

Se lo había regalado hacía años. Había recorrido las tiendas más elegantes buscando el modelo preciso. Creyó que aquello podría ser la llave de la felicidad. Pero ella nunca quiso tomarlo en serio y sólo – no bien lo hubo observado con cierta desconfianza – lo introdujo en esos cajones, que suelen permanecer cerrados de por vida. Para ambos la escena solo quedó en el recuerdo.
Él fuera de haber preguntado dos o tres veces por el regalo definitivamente lo olvidó. Pero fue en aquella visita a la celebración de San Fermín, que ella pensó que quizás pudiera ser una buena ocasión para usarlo.
Desdobló con todo cuidado el fino baby dall, que por tantos años había mantenido guardado. Luego se dirigió hasta la alacena y extrajo la botella de brandy. Se sirvió en una pequeña copa. Tras esperar algunos minutos se dirigió a la recámara familiar. A desnudez completa se calzó la sensual prenda y luego se asomó primero y después entró al dormitorio.
– Amor – llamó y luego procedió a dar unos pasos acordes al sentido de la prenda.
El anciano, que dormitaba, abrió apenas los ojos y luego se dio vuelta para seguir durmiendo.
 

IN ABSENTIA

Arturo Otegui Malo

Todos los años empiezo los preparativos el uno de julio. Selecciono unos pantalones cómodos, la camiseta (por desgracia, bastante más ancha de lo que acostumbraba), la faja y el pañuelo rojos. Compruebo las zapatillas y lavo la ropa hasta que queda tan blanca como la de un bautizo. Luego descuento las noches hasta que amanece el gran día. Tomo algo ligero para comer y entonces empieza la verdadera preparación. Llegan las tres, me visto con cuidado y me siento en el sofá a esperar. A eso de las cuatro menos diez, la respiración acelerada, enciendo el televisor. Suena el cohete y, durante dos minutos, mi corazón vuelve a latir al ritmo de antaño. Ha sido un encierro limpio, menos mal. Me vuelvo y me encuentro con la sonrisa de mi mujer —la misma que tenía cuando la conocí hace cuarenta años— que se acerca con dos chatos de Semillon, el vino más parecido al chacolí que podemos conseguir aquí. La rodeo con el brazo y contemplamos el maravilloso atardecer australiano. Ya solo nos queda brindar a la salud del Santo, de los corredores, de todos en nuestra tierra natal, y dejarnos llevar por los recuerdos…