XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL PRIMER CHUPINAZO.

Fernando Garcia Nieto

El ambiente era de euforia total en el interior del vehículo. Hacía apenas una hora Mikel, Ainara y Ander habían entregado cada uno su Trabajo de Fin de Grado en la Escuela de Arquitectura de San Sebastián. La música, las risas y los cigarrillos estaban haciendo de lo más divertido el trayecto por la Autovía de Leizaran rumbo al chupinazo.

A la altura del Paso de las Dos Hermanas comenzó a salir mucho humo blanquecino por el capó del viejo automóvil. Aparcaron junto al arcén. Eran casi las 11 de la mañana y aunque estaban a apenas veinte minutos de Pamplona se esfumaban las posibilidades de asistir al comienzo de la fiesta.

Mikel se atrevió a levantar el capó. Aquello tenía muy mal aspecto; una mezcla entre líquidos grasientos y gases de vapor chorreaban por todas las piezas de aquel motor castigado. Ander sugirió mirar un tutorial de reparación rápida en internet mientras Ainara blasfemaba de la misma intensidad contra sus dos amigos y contra aquel coche.

Un autobús que realizaba idéntico trayecto les tendió su capote para acercarles milagrosamente hasta el inicio de las mejores fiestas del mundo. ¿Y el coche? ¿Quién necesita de su coche en pleno chupinazo? ¡Viva San Fermín!
 

«¡ABUELA…AMONA…!»

Fernando Astráin Abadía

Tras muchos años de ver por las rúas de mi ciudad tan distinguida comitiva de Gigantes, Kilikis, Zaldikos y Cabezudos, haciendo gala de su altura; grandes cabezas; elegancia, distinción y señorío, un día me permitieron cumplir un deseo: el de poder dar vida a la Abuela, señora mayor, coqueta ella; de vestido largo, moño recogido, falda roja y sombrilla a juego.

Me ayudaron a vestir en el Palacio de Ezpeleta, en la calle Mayor y comenzó mi andadura teniendo muy presente el de poder equilibrar mis pasos con el zarandeo de mi nueva y enorme cabeza. La experiencia fue magnífica, nunca la olvidaré. Mi sueño hecho realidad con el constante llamamiento de niños y niñas que pronunciando mi nombre “¡Abuela…, Amona…!”, deseaban inmortalizar el momento en una fotografía hecha por sus padres o abuelos. Al llegar al Ayuntamiento, tuvimos que hacer pasillo al consistorio que en cuerpo de ciudad volvía de cumplir con la función de la Octava. El sol castigador en la plaza motivó un exagerado sudor que quedaba impregnado en el algodón blanco de las prendas interiores de la querida Abuela la cual, con emoción contenida, seguía repartiendo saludos cariñosos a jóvenes y menos jóvenes que iban despidiéndose hasta el año próximo.

 

ANDRÓMEDA

Fran – Francisco Javier Nore – ángel Noreña

Andrómeda ostentaba por cabellera un enjambre de estrellas, por vivaces ojos dos astros de esmeraldas resplandecientes, la luna rosada era su boca, sus pestañas finísimas fibras de cometas fugaces, todo su formidable cuerpo forjado por los espléndidos dioses de las artes y los embelesos del amor.
Abrazaba las aguas de los ríos, los campos y sus árboles fértiles, las inesperadas brisas; descalza envuelta entre flores y suaves ramas.
Una fragante mañana, se vio sorprendida por los apasionados hombres del San Fermín, que se celebraba ese verano; y aquellos hombretones llenos de ardiente deseo la persiguieron por los campos floridos tratando de retenerla.
La beldad se confundió con los pájaros que trinaban previniendo la persecución que duró algunos instantes. Se convirtió en lluvia pasajera, y así escapó de sus persecutores.
Nunca nos abandonó, protegía nuestras cosechas, alegraba nuestras fiestas y celebraciones, ayudaba en los dolorosos partos de las mujeres. Llegaba cálida y bella, envuelta en su aura de lluvia, sonriendo.
 

SAN FERMÍN

Francisca De Oliveira

San Fermín

Empieza el día cuatro de julio, la mayor fiesta del año,los colores blanco y rojo colorean toda ciudad!
Así mismo delante de los peligros, es grande la emoción, San Fermín está en fiesta!

 

¡VIVIR, TAN SOLO VIVIR!

Francisca García Mateo

Una masa uniforme de pañuelos rojos sobre fondo blanco apenas ondeaba bajo la tenue brisa de aquella temprana mañana del mes de julio. Los mozos temblaban de emoción esperando a que comenzara la carrera más importante y larga de toda su vida, evitando las blancos y afilados cuernos de la manada, recorriendo las empedradas calles hasta llegar a su destino final en la plaza de Toros escasos minutos después. Y allí estábamos mis amigos y yo, contemplando maravillados la vida que se respiraba nuestro alrededor y nos contagiaba con una pasión y un amor ante una tradición tan arraigada que hasta los niños apenas salidos de la falda de su madre soñaban el día en el que podían estar en aquella línea de salida y sentir y experimentar en sus carnes por primera vez la carrera. Estar allí para nosotros era un sueño hecho realidad. Una esperanza de que en la vida había algo más que un trabajo a jornada completa. Una experiencia más que tachar de nuestra lista particular. “Cosas que hacer, vivir y explorar antes de volver a casa y olvidarnos de vivir”