XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA CARRERA DEL TORO.

Francisco José Hernández García

«Con lo bien que estaba en el campo, me meten en una jaula y me sueltan en un cercado.» Fue su primer pensamiento al ser soltado.
Al amanecer sonó un trueno. Una puerta se abrió. Al salir, el paisaje era muy extraño: unas enormes vallas de piedra y un grupo de personas. Corrió como hacían los demás; entonces vió al pastor. «Vaya, Pedro está jugando con nosotros para que corramos.»
«¿Qué será eso blanco que llevan en las manos? Verás tú cómo nos enfaden. Éstos no saben jugar como Pedro.»
«Ahhhh…me resbalooooo.». El suelo de la esquina estaba húmedo y perdió el equilibrio. Se levantó, no quería quedarse atrás, entre sus compañeros se sentía seguro. A los pocos segundos vio a otro pastor. «Paco también quiere jugar a que corramos.»
Unos metros más adelante vió una gran puerta abierta. Al entrar en el callejón vió un grupo de corredores caídos. «A éstos les gusta que los saltemos.» Saltó. Continuó hasta entrar en la plaza.
«Vaya cercado más grande. Está lleno de gente. Será un cercado para hombres.» Siguió a las vacas mansas hasta otro cercado.
«Ya llegué donde querían Pedro y Paco. Este cercado es más tranquilo que ese grande.»
 

DON ERNESTO

Francisco Miguel Bonilla Mengual

Vacilante, don Ernesto espera el tercer chupinazo para lanzarse en plena Estafeta frente a los astados. Sabe que el cuerpo ya no le responde como antaño, pero le da igual. Se ajusta la gorra de marinero y mesa su blanca barba antes que aparezcan por la curva. No quiere dejar una mala impresión si tiene la fortuna de ser cogido o embestido fatalmente, así que se mete bien la camisa en el pantalón y se ajusta el pañuelico rojo. Todas sus pertenencias, sus notas y escritos han quedado a buen recaudo en la 217 de La Perla.
Hace treinta y cinco años que se lanzó por primera y última vez a correr. Pasó miedo y no lo volvió a hacer pues entonces tenía mucho que perder y poco que ganar. Ya no es el caso. Sabe que si no lo hace un toro lo hará una bala y puestos a elegir sus preferencias están claras. Solo una muerte heroica, como la que espera, lo convertirá en leyenda, más allá de premios y reconocimientos. Se lo debe a San Fermín.
Escucha el lejano cántico: “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón…”, el tercer chupinazo y llora amargamente su cobardía postrera que le impide hacerlo. 

JULIO DEL 24

Gabriel Rosselló Calafell

Júbilo y emoción en barandas y celosías. Sudor frío eléctrico, músculos tirantes sobre el pavimento. Ernest aprieta los dientes, los maseteros agrandan los flancos de su mandíbula. La aguja larga del reloj señalando a septentrión precipita el chupinazo. El de Illinois se lanza a la carrera. Sus cabellos lisos, despeinados, bailan al son de la brisa. Sobre él se abalanza como una locomotora la angostura de las calles. Al instante, las bestias, en una estampa de poderío, irrumpen briosamente estimulando fragor, polvo y adrenalina.
No se demora el desafío. El cruce de caminos arriba como un coloso temible. Las enormes sombras zaínas, castañas y jaboneras se escinden como los canales de un torrente. Ernest se vuelve someramente. Sus perlas brunas colisionan con la mirada infinita de un imponente morlaco cuya corona acaricia las nubes. Ciertos aullidos atemorizados no hacen mella en el ánimo del mozo, enfrascado en un duelo que lo sume en un instante eterno. Cuando acaricia el terso abrigo azabache del animal se siente tan valiente como Aquiles, el súbito protagonista de una epopeya que elevará al Elíseo su memoria. Por un segundo puede oír cómo su respiración se sincroniza con el resuello de su oponente. Dos timbales entonando idéntica canción: Pamplona.  

CRÓNICA DE UNA CURVA

Gabriel Camero Martín

Un papel en blanco con anotaciones en un margen; algunas referencias históricas del hierro de la jornada y unos tiempos a los que no suele dar importancia pero sí que insiste siempre en anotar.
De pie, se sitúa en aquella curva rato antes de que los toros pasen por su vera – separados por las vallas y postes – con una violencia en bloque y vertiginosa mientras los mozos se la juegan a todo correr dentro del laberinto del destino que son esas calles en julio y esquivando peligros; rozando carnes y cuernos.
Tiene aquella curva aroma de amanecer salvaje, tabaco, charanga y una tensión como si pudiera cortarse. Y él allí, con aquel bolígrafo entre sus dedos.
Como siempre, cuando pasen los toros y se impregne de aquella pasión de frente, la media curva y como todo desaparece calle arriba entre la marabunta, subirá a su habitación donde verá sin sonido la repetición del encierro y con lo que le deje dentro – los sentimientos que le han producido – hará una crónica veloz de no más de doscientas cuatro palabras.
Lo único es que no tiene un medio a quién enviársela así que de momento la guardará para él, en una carpeta. 

CONDICIONANTES

Gabriela Zartarian

Qué algarabía en la fiesta de San Fermín!… Pamplona huele a huevos fritos con chistorra…
Bueno, eso es todo.
Mi capacidad para escribir relatos, hoy está bajo presión.
Además, mi experiencia en la escritura se basa en mis listas de compras y los cálculos sobre cualquier papel que hago, para ver si llego a fin de mes.
La inflación; maldito evento monetario que reduce el poder adquisitivo y donde el sueldo rinde cada día menos. Por si fuera poco, afectan los procesos de turbulencia sobre el campo electromagnético del planeta a nivel físico, mental y emocional, dada la ingente cantidad de energía de las erupciones solares clase X o, más específicamente M9.
Así que sin apremios. Ojalá la fuerte fusión de energías, la que ingresa por la cabeza y la que sube de la tierra a través de los pies, me otorgue algo de creatividad.
En todo caso podría esperar a la temporada de eclipses, ahí seguro escribo algo bueno.