CORRER EN SANFERMINES
Graciela Madina Pepper
CORRER EN SANFERMINES
Vestido de blanco, fajín rojo, periódico enrollado, dispuesto a correr delante de los astados. Cuesta de Santo Domingo, Michael imita a los mozos que piden protección al santo. Escucha sobrecogido el cántico de los corredores. Él viene de Chicago sólo a correr. Le aseguraban sus amigos que no se atrevería. Es simple, correr lo más rápido que pueda. Son 800 metros, nada comparados con los tres kilómetros que realiza a diario para entrenar, forma parte del equipo universitario. Las voces de los mozos lo envuelven, el fervor de los pamploneses se nota en el aire. Siente que su corazón late junto a miles de personas como uno solo. El encierro no es una carrera más. Nadie le había explicado lo que significa correr en los sanfermines. Llegó pensando en beber, trasnochar y despejarse con la adrenalina de una carrera peligrosa, eso le habían contado. Los mozos callan, suena el chupinazo y él comprende que esa no es su carrera. Ahora lo veía claro, no estaba preparado. Se pega a la barrera, una moza le deja pasar, sonríe y le dice con dulzura:
– Otro año volverás y podrás hacerlo. Ahora comprendes lo que significa correr aquí.
ANHELO
Graciela Pedro De Moroder
Por esas cosas curiosas de la vida nací pocos minutos antes de un 7 de julio, hace ya más décadas de las que me gustaría contar y quizá mi primer recuerdo sea el de la tibieza del sol en mi cara, lo que me produjo la sensación inmensa de despertar a la vida. Ese calor, alimentado por los decires de un abuelo, hizo que me enamorara desde niño del sol y del Euskal Herria.
Tuve la suerte de aprender a leer con soltura a los cinco años y junto al amor por esa tierra, anidó en mí la angustia al conocer la descarnada Gernika “colmada de dolor y falta de inocencia”.
Por estas grandes razones, creo haberme ganado el derecho de escuchar el Chupinazo, anudarme mi pañuelo al cuello y atreverme, por algunos metros de la cuesta de Santo Domingo, delante de los seis salvajes.
Señores. No soy español y vivo en el confín del mundo, junto a los Andes, pero sé que el 7 de julio, a mis setenta largos, estaré en Pamplona con vosotros cantando “A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición”
¡GORA SAN FERMIN!
CORNADA
Guillem Serradell Asensi
“¡Pues claro que voy a ir al encierro!” Fermín se sintió ofendido por la pregunta de su amigo Ignacio, nada en el mundo habría hecho que se perdiera la festividad con la que compartía nombre. Ni siquiera la cornada que había sufrido el año anterior y que había desencadenado, como una maldición, el progresivo desmoronamiento de su vida. El cuerno había atravesado el tejido muscular de una pierna y ahora andaba cojo. Su mujer le había abandonado y las malas lenguas mencionaban a otro hombre. Pero era 7 de julio y nada de eso importaba. Se vistió de blanco y se puso su pañuelo rojo. El cohete estalló en el cielo y las puertas se abrieron dejando libres a los toros. Fermín sintió el suelo temblar desde la calle Mercaderes. Escuchó los cencerros y bufidos. Cuando llegaron las bestias, Fermín corrió delante de ellas y un dolor en la pierna le acució. Vio, al final de la calle Callejón, a su esposa, la que le había abandonado. Estaba con otro hombre, su amigo Ignacio. Traidor. Una ira se apoderó de Fermín. Les miró con ojos rojos. La cojera desapareció. De su cabeza brotaron dos cuernos. Resopló. Ignacio se llevó la peor cornada del año.
EL HIJO DEL QUINTO
Guillermo Moreno Tello
Me estalla el corazón y me cuesta respirar. Sé que tengo que correr y correr. No debo caerme, si lo hago, todo se puede complicar.
Bajo el estruendo de mis latidos, intuyo el tercer canto. Tiemblo. Ver a mi hermano es lo único que pone algo de realidad a la mañana.
Explota el cohete y todos se alteran. Se abre el portón.
El silencio lo envuelve todo y a lo lejos veo a los mozos agitando los brazos. Deseo llegar a la plaza y pongo todas mis fuerzas en la carrera.
Pienso en Rufián, mi padre.
Aquella tarde le tocó el quinto, esta tarde, en mi turno, pelearé para honrar su memoria.
UNA MALA CORNADA
Guiu Cortés Vázquez
No recuerdo porqué, pero de niño me encantaba Siniestro Total. El vinilo de “Menos mal que nos queda Portugal” lo reproduje en bucle un sinfín de veces. El momento cumbre de cada una de esas escuchas era cuando la aguja pasaba por encima de “Assumpta”, una canción cómica que hablaba de una chica de Barcelona que resultaba ser un amor platónico que hacia sufrir al cantante del grupo, o por lo menos eso daba a entender con frases como: “De la ciudad condal tú eres, pero a mí no me quieres”. Al final de la historia hay un fatal desenlace: Assumpta se va a los san fermines y “una mala cornada, la dejó ahí tirada”. El clásico humor negro de Siniestro Total.
Ironías de la vida, así me tengo que ver, una mala cornada me ha dejado aquí tirado. No hay peor cogida que la que te haces con tus propios cuernos. Cuando me dijo que era un San Fermín sólo de chicas y que no iban las parejas ya tuve una corazonada y las conversaciones que acabo de ver en el Whatsapp de su móvil lo confirman. En fin, este año he cambiado el encierro por la encerrona.