XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


UNA PROMESA, UN PERDÓN.

Ignacio Alli

Entre la documentación que guardaba en la mochila, envuelta en una protección de plástico, se encontraba aquella foto del encierro de 1936. Mozos y toros pasaban por delante del portal de su casa familiar, en la bajada de Carnicerías.
Una promesa en el lecho de muerte, allá en Veracruz. Ahora recorría de regreso la ruta que, en su fuga hacia Francia, hizo su abuela por el Camino Baztanés.
Abrió el medallón con la foto de aquella anciana, oriunda de Pamplona.
–¿Lo ves, «abu»? Te traigo de vuelta –le dijo en tono suave y dulce.
La besó y volvió a cerrarlo, ocultándolo bajo su ropa.
El bullicio y la fiesta la arroparon. Griterío, cohetes, charangas y dulzainas. Personas de todos los rincones del planeta brincaban y festejaban.
Habían pasado ochenta y cuatro años desde el forzoso exilio. Encontraba un ambiente muy distinto al que le contó tantas veces. Sólo sentía hermandad, camaradería y ganas de disfrutar.
El ambiente la envolvió, engulléndola en una marea blanca y roja. No se resistió y se dejó atrapar por la ilusión de la fiesta.
En su corazón un perdón. En su sonrisa, sanación.
Sus ropas de peregrina tintadas de rojo tinto.
Sus ojos contagiados de lágrimas sanfermineras. 

FÁBULA

Ignacio Cortina Revilla

Érase una vez dos manadas, ambas de animales: unos tenían cuatro patas y otros dos piernas. Los de dos piernas habían cometido una atrocidad, una más, parapetados de manera cobarde bajo el techo del grupo, de su vil manada. Pero esta vez, algo había resultado diferente. Los toros, la manada auténtica de nobles animales, habían descubierto lo sucedido y ahora, a la primera oportunidad, acorralaban a los agresores, quienes permanecían sentados en el suelo, rodeados de patas, rabos y cuernos, cubiertos de orín y mierda de toro. Cagados de miedo.
Sí, se habían ensañado con aquellos cobardes un poco, pero sin llegar a derramar su miserable sangre. Eso sería demasiado sencillo e indoloro para lo que se merecían. Era mejor que las autoridades hicieran justicia con ellos, justicia inmisericorde y sin contemplaciones. Los toros sabían que la chica agredida iba a ser la última mujer a la que aquellos animales se acercarían durante muchísimo tiempo, y se sentían orgullosos. 

TRADICIÓN

Iker Elizalde Calvillo

Pamplona. Seis de la mañana de un 6 de julio. Un despertador suena. La ciudad que ahora duerme, en unas horas será un fragor de jolgorio y alegría.
Javier, una vez duchado, toma su café matutino. Le gusta saborearlo mientras siente la calle apoyado en la barandilla de su balcón. Desierta, limpia, en silencio. Dormida.
Antes de salir de casa, y desde hace ya años por estas fechas, realiza el mismo ritual: Pisa la calle y volviéndose sobre sí mismo, estudia el portal. Sabe que hoy al volver, ambos no serán los mismos.
Mientras baja por la calle Estafeta le gusta contemplar los escaparates de sus locales. Los bares, ahora cerrados, en unas horas serán un hervidero de gente y buen humor.
Traza, en orden inverso al sentido del encierro, la curva de Mercaderes. Le gusta ver al fondo la torre de la iglesia de San Saturnino y entrar a la plaza del ayuntamiento por su parte alta, para así poder contemplarla en todo su esplendor.
Antes de acceder al ayuntamiento por el zaguán, saluda a sus compañeros de fatigas. Las estatuas Prudencia y Justicia le miran dándole fuerzas, saben que hoy será distinto.
Hoy, a las 12 de la mañana, comienza la FIESTA. 

CORNAMENTA

Iker Pedrosa Ucero

Percha bebió la octava cerveza. Nada. Sólo sombra. Se suponía que el desengaño amoroso sonsacaba a las musas sus más tiernas rimas y viscerales metáforas. Acabó la novena y salió, como perfectamente habría hecho otrora Ludwig van.
Paseó, entró en un bar, “un vino, por favor”. Escuchó una serie de chupinazos y salió en tromba embistiendo todo lo que se encontraba a su paso.
 

204. LOGELA

Ilazki Egibar Gabilondo

Gainezka zegoen Santo Domingo kalea uztailak zazpi oro nola. Goizeko zortziak hamar gutxi, korrikalari guztiak urduri, txuri gorriz jantzita baina goi mailako oinetako erosoekin, ez garai batean erabiltzen ziren espartzina deseroso horiekin, aurreko eguneko egunkaria tolesturik eskuan, elkarren begietara begira, eztarriak abesteko prest.
Zuriñerentzat lehenengo entzierroa zen, ez zuen uste inoiz parte hartuko zukeenik, baina bere ahizpa txikiaren ametsa zen, gaixorik zegoen ahizparena. Zuriñe, beganoa, animalista, naturalista eta beste hainbat lista… baina bere ahizparen ahizpa zaharrena.
Maddalenek 17 urte besterik ez zeuzkan, 18 egiteko zain zegoen entzierroan korrika atera ahal izateko, baina orain ospitalean dago 204. Logelan. Linfoma batek jota, ez aurrera ez atzera, medikuen eskuetan, etorkizuna dudatan, gorputzeko minez, zer egin jakin gabe. A zer nolako padaroxa, 204 orduko festekin ametsetan dabilena, 204. logelan minbiziaren aurka borrokan.
Beldur da, ez zuen uste, inondik inora, bertan egon ahal izango zuenik, baina munduan gehien maite duen pertsonaren ametsa bete nahian dabil, maitasunak edozein printzipioa apurtu dezakeelako. Ahizparen zoriontasuna, ez zuen beste ezer buruan.
– Entzun arren San Fermin… “Maddalen, zuregatik, zu osatzeko…”

– Azkar! Bizkor! 204. gelara guztiak! Ekarri desfibriladorea! Badoa!