XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


IRAGAN ERREA

Imanol González álvarez

“Ez al zara prestatuko jai-giroaz gozatzeko lagunekin? Tira, zoaz lasai. Ni geratuko naiz umearekin, pixka bat dibertitzeko garaia baduzu eta! Irten zaitez txupinazoa entzun baino lehen.”
Horiek izan ziren Mirenen amaren hitzak, zentzudunak, zalantzarik gabe. Baziren hiru hilabete dibortzio-prozesu luzea amaitua zela, eta, bere burua askatua ikusi arren, Mirenek erabaki zuen “espetxeratuta” egongo zela, etxetik ia irten gabe. Askatasuna lortzea hain neketsua izan eta gero, garaipena ospatu beharrean, bere burua zigortzea erabaki zuen berrogei urteko emakumeak, bizitza berarentzat amaitu balitz bezala.
Oraingoan, berriz, amaren akuilu-hitzek lortu zuten Miren zuriz jantzita eta gerrikoaz bilduta ispiluaren aurrean jar zedin. Hiru urteko semea, Unai, ondo zainduta geratuko zen etxean.
Ordu batzuk geroago, pertsona bat begiz jo zuen: Gazteluko Plazako zutabeen artean, more antzeko ardo kolorez ugertutako arropen nahaspilaren erdian, zuritasun garbia zerion. Gazte itxurako aurpegi ederrean, begi beltz handi eta sutsuak zituen. Bakea iragartzen zuten haren keinu eta mugimenduek, ordea.
Begiradek talka egin zuten; esku eskuinak bat eginda, bien atzamar nagien eraztunek topo egitean, tximista baten argitasunak dena hartu zuen. Lainotxo ilun batek bildu zituen elkarturik zeuden eskuak, berotasun atsegina leporaino sentiaraziz biei. Behinola ezkontza-eraztunak izan zirenak, eta, ordura arte erantziak izateko adorerik aurkitu ez zutenak, hauts beltz birrindua bihurturik heldu ziren lurrera.
Sua piztu zen.

 

TAN PEQUEÑICA E INMENSA

Imelda San Martín Remón

Todo aquello que busca ser sincero acaba perdurando en el tiempo e indudablemente en las personas. La generosidad del que busca celebrar es capaz de movilizar y contagiar todos y cada uno de los rincones de nuestra pequeña ciudad. La fortuna de crecer sintiendo como propio algo tan colectivo resulta verdaderamente difícil de igualar. Durante doscientas cuatro horas el ritmo de vida parece cambiar, incluso perder la noción del tiempo no resulta importante. Las estrechas calles adoquinadas se convierten en el escenario de una fiesta diversa donde no es relevante la edad o la procedencia sino el deseo de compartir.

Es allí donde San Fermín pervive, entre las risas que ambientan un bar el 6 de julio, en la ilusión de un niño al reencontrarse con los gigantes o en los brazos que le sostienen al caer rendido durante los fuegos. San Fermín pervive en las peñas amenizando las calles con el sonido de las charangas, en la mirada orgullosa que intercambia un abuelo con su nieto y en los comercios que se visten de blanco y rojo. En definitiva, todo se reduce a un sentimiento de unión que nos identifica. Puede que Pamplona sea pequeña pero sin duda las fiestas la hacen inmensa.
 

ROPA NUEVA

Iñaki Echarri Echeverria

El pañuelo rojo de años anteriores podría servir, sin embargo, mi tripa necesita un vestido blanco de talla más acorde. Los pies hinchados también van a necesitar zapatillas nuevas, blancas y cómodas para bailar durante horas. La blusa de la Peña aun siendo grande tampoco me cabe. Las compras y preparativos se suceden semanas antes, me encantan las fiestas y me las merezco. Por fin, la cuadrilla de amigas tenemos reservada mesa para el almuerzo previo al chupinazo. Ha costado lo suyo, todos los bares están a tope, pero no he parado hasta conseguirlo.
La ciudad poco a poco se ha ido llenando de gente de todos los sitios, horas antes se escuchan tantos idiomas que me mareo. Faltando dos horas estamos almorzando, espero no vomitar, llevo días sin hacerlo. Con el pañuelo aún en la muñeca cantamos brazos en alto, algunas de mis amigas se levantan y bailan. Yo no puedo, me pesa la tripa demasiado. A las once vamos pagando y saliendo del bar. Es entonces cuando me paro en la puerta y me apoyo un instante, lo he notado, es la hora. Una de mis amigas llama al 112, he roto aguas, parece que mi hija también tiene ganas de Sanfermines.
 

A CAPA Y ESTOQUE

Iñaki Cárcar Benito

¡Cuánto más mejor y olé la fiesta! Es mi eterna divisa. Pero, una amiga se negó rotundamente a correr los toros conmigo. Invocó razones absurdas como el pavor a los cuernos y su impresión ante la sangre, aunque yo sospecho de un total desconocimiento, o quizás peor, desinterés por el tema.
Mi familia tiene un bar siempre abarrotado de toreros, corredores de fiestas y todo aquel que disfruta del jolgorio y del bullicio que vivió Hemingway. Y yo lo vivo a tope. Moza pamplonesa sin miedo ni remilgo, engalanada con traje blanco y pañuelo rojo, me tiré a matar a los toros, junto a mis hermanos. Mi primer chupinazo me emocionó, lloré de alegría. Presumo que el siguiente también subiré al altar de los indomables. Tanta intensidad me estimula y disfruto de este arte milenario donde la afición se extiende más allá de nuestras fronteras. Claro es, que los toros de Guisando inmortalizado en granito dan fe de ello, y justifican nuestra sangre brava.
¡Sumergida en este ambiente taurino y festivo, todo miedo desaparece! ¡La fiesta todo lo supera!
 

CORRE

Inés Alonso Clemente De Diego

Cuando abrió los ojos, estaba confuso. No lograba recordar con claridad. El rumor de la muchedumbre le devolvió a realidad. Levántate. Corre. Quedó tan desorientado que tardó varios segundos en reaccionar. Reunió fuerzas, se levantó de… ¿Dónde estaba? No sabría cómo describir aquel lugar. Todo lo que sus ojos alcanzaban a ver eran mentones desdibujados bajo el calor del mes de julio. Era una sensación extraña, como volverse ciego. Tan solo podía percibir revuelo. Se arrepintió de no haber comido. Intentó retomar el rumbo, pero su energía escaseaba. Al instante, gritos. Se había vuelto ciego completamente. Chilló, pero su voz no sonaba. La situación se volvía inquietante. Soltó una carcajada, pero no se oía nada bajo la marea de gente. Era aplastante. Corrió desesperadamente hacia ninguna parte. “¿Qué hago?” Se paró en seco. Le atraía demasiado la adrenalina de la incertidumbre. “¿Ahora qué?”
Sintió como le golpeaban. Quedó inmóvil, ya no podía controlar su cuerpo. Intentó abrir sus párpados. Ya no le pertenecían. Estalló un fuerte pitido.
Silencio.
Sintió una suave sábana que cubría su cuerpo. Estaba en casa. Sin embargo, solo pensaba en una cosa: volver a sentir la emoción de las fiestas de San Fermín.