XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


NUESTRA ESENCIA

Jaime Alonso De Velasco Domínguez

–Definir es más que resumir: no es solo arrancar jirones, sino tocar el corazón que da vida a las cosas.
–Pues eso, define en una frase qué son los Sanfermines, encuentra los latidos que tiñen la ciudad de rojo y blanco cada año… Espera: si no hay fiesta taurina más grande en este mundo, define ya de paso la Fiesta de los toros, así, en universal.
–No solo eso: si quieres que defina nuestra Fiesta, tendré que definir al ser humano, que celebra su grandeza sin saberlo, elevando un animal a obra de arte, cantando la belleza que es esencia de la vida y de la muerte.
–Se te acaban las palabras…
–Sí, ya voy. Pero no esperes una definición de diccionario. Lo que está vivo se ha de definir con pinceladas rotas. Ahí va:
“Los toros en las calles nos recuerdan que el ser humano es dueño de sus actos; que puede pasear tranquilamente… O jugarse la vida por un sueño.” 

AMOR A PRIMERA VISTA

Jairo Manuel Sánchez Hoyos

Llegaron los Sanfermines, en la oficina rifan cada año la ida a la inauguración. Esta vez fui el ganador. “Mal negocio”, me dije, no le encontraba gracia exponer mi integridad delante de esas moles cornudas. Traté de cambiarla, pero esto ofendería a mi jefa. Atravesé el océano, un tanto asustado frente a tan oscura inmensidad. De caerme en este vasto charco ¿Quién daría conmigo? La luna exhibía dos cuernos, recordé a los astados. Dormí hasta las ocho de la mañana, me bañé y salí. Había un entusiasmo general, lenguas y expresiones de todo el mundo. Desayuné estofado de rabo de toro y bacalao al ajo. Quería estar bien apitonado, luego no tendría tiempo de almorzar. Una vez en la Consistorial, no tuve miedo, sino ansias, deseaba experimentar el miedo del placer. Y ahí iba yo corriendo con esa algarabía y ese olor de toro bravo, mis brazos se salpicaban de baba, los cuernos pasaban por centímetros de mi costillar. Y no tenía miedo, sino ansias, ansias de correr y seguir toreando la muerte. Después de esto, apagué mi celular y no lo volvía a encender, sino el 17 de julio, cuando arribé al Benito Juárez. ¿Cómo me irán a recibir en la oficina?  

TRADICIÓN

Janet Delgado Rodríguez

Cuando se puso las zapatillas para correr, frente al espejo en casa de su abuela vio la foto de su bisabuelo con un joven que debía ser su abuelo. Se acercó, curiosa, al espejo, que le devolvía a la vez la imagen de su rostro junto al rostro adolescente de su abuelo. Y hasta le parecía que oía las palabras que su bisabuelo probablemente habría pronunciado sesenta años atrás: “Corre, adelántate, no mires atrás, no tengas miedo”. Entonces ató bien sus zapatillas y se fue hasta la cuesta de Santo Domingo. 

MILAGRO

Jaqueline Perez Guevara

Otro año en Pamplona. Otro año en el que las calles se visten de blanco con rojo y el pasado se mezcla con el presente en la celebración de los Sanfermines. Son días mágicos con el chupinazo, la adrenalina del encierro y esa historia escrita que nos pertenece. Desde que tengo memoria vengo a estas fiestas. Son en estas calles en las que la vi por vez primera y me enamoré. En esta tierra, la favorita de Hemingway, con sus toros, leyendas y canciones. Aquí pedi a los santos y a San Fermin que me ayudaran y me permitieran conocer el amor. Yo en agradecimiento tendría una fe inquebrantable y visitaría cada año esta tierra. El milagro se concedió. En época de Sanfermines la conocí, tomamos café y desde ese día nuestra almas jamás se separaron. Distinguía sus ojos negros entre cualquier multitud. Ambos amamos Pamplona porque era el escenario de nuestra propia novela. Nos enamoramos, nos casamos, tuvimos una familia y unos años maravillosos hasta que murió. Desde entonces regreso solo a los Sanfermines buscando entre estas calles nuestra memoria y rastros de su mirada, disfrutando las celebraciones y cumpliendo también cada año con mi promesa de amor. 

EL GLOBO EN EL CIELO DE JULIO.

Javier Martin Mascareña

Aquel día el miedo la invadió. Rodeada de blanco y rojo, soñaba con el mañana gris de aquella ciudad en la que había soñado trabajar… Tan lejos, también, de la tierra que la había visto crecer.

Perdida en sus pensamientos vio un globo flotar entre el jolgorio. Una ensoñación de un tiempo más sencillo la atrapó.

Una niña igual de asustada que ella lloraba porque su globo se perdía entre los cielos de Julio. Su madre viendo la escena, compró otro y se lo acercó.

«Los globos vuelan, es su naturaleza» comentó mientras se lo ataba a su muñeca «Ahora aunque se aleje lo tendrás siempre cerca».

Y entonces la adultez alcanzó a la niñez. Se apretó con fuerza el pañuelo rojo, sabiéndose globo sabía que con aquel pañuelo nunca se alejaría demasiado de su tierra.