XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


PTV (PAMPLONÉS DE TODA LA VIDA

Jokin Elarre Les

P.T.V. (PAMPLONÉS DE TODA LA VIDA)
Lo soy, pero a día de hoy no los puedo “estomagar”. Digo que a mis 74 tacos creo tengo consolidado el derecho a serlo. Nacido en Iruñea, en concreto en la Rotxa. Y de la peña El Bronce hasta que me botaron (además uno de mi currelo que hacía de Secre) por saltarme la barra y ponerme de cliente en mi turno de camarero. Afición que tenía él de “ordeno y mando” y yo de ser contestatario.
Es una especie de religión incomprensible para mí en el siglo XXI. Un retorno tan innecesario como antinatural y retrógrado. Somos una especie de gente “maja”. Celebrábamos el “Dimasu”; Día del Marido Suelto. Así nos suelen denominar, majos, pero tengo para mí clavadico en el koko lo que me dijo un camarada en su lecho de muerte: “Jokin: cuídate de la gente maja que son los peores”.
Capee el temporal sanfermineando a las mañanas con la nietica. Hoy imposible pues es una adolescente a la que le jode le vaya a buscar a la salida del Insti. Acabamos hasta el gorro de los “momenticos”.
O sea; me piro a Canarias con vuelo directo desde Noain.
Agur.
 

CAMINO A LA PLAZA

Jordi Rosals Perarnau

Desearía perpetuar las emociones prematuramente disueltas por el estruendo de un artificio pirotécnico. Avanzo apesadumbrado, extrañamente afligido por la ruptura de un sueño invicto, y sorteando una marea infinita de seres inmersos en una alegría desbocada, solemne y arrebatadora. Miradas perdidamente ilusionadas me lanzan sus dardos de suave evanescencia festiva. No temo caer en un oscuro presagio flameante frente a mis ojos húmedos, inflamados de una terca obstinación por la vida. Siento como late fuertemente mi terco corazón, arrapándose a una vida que tiende de un hilo metafóricamente hablando. Mi desconcierto es creciente y se acompasa con la alegría desbocada que me precede en esta fiesta; todo es fiesta; el aire es fiesta y mi respiración está impregnada de fiesta. Fiesta ajena que me ilumina y precede, que me acomoda en un espacio mental de suave complicidad con la muerte. Por fin entro en la plaza, y la fiesta, la notable y omnipresente fiesta, flota sobre la cálida arena. Ahora comprendo cual será mi suerte próxima, mi retorno al mítico redil de las vastas planícies abigarradas de delicada vegetación. Mi canción está presta a sonar por última vez; su música no es estridente ni su letra es audaz. Silencio y paz. Soledad y dolor. 

ESE DÍA

Jordi Querol Piera

Ese día, Pamplona deslumbra y suspira, pugna, sufre y, orgullosa y temeraria, ruge sin cesar. En ella, unos pasean, otros corren, algunos solo miran, una minoría enmudece, pero todos sin excepción sienten lo mismo: un regocijo especial.
Ese día, los que van vestidos de blanco y cuello rojo llevan la voz cantante, son los protagonistas; pero, tanto ellos como los demás presumen de un orgullo común: haber asistido a esa importante cita.
Ese día, arte, música, griterío y encierros, caídas y dolor, juntos y bajo el azul del cielo agitan los corazones; y calles y plazas de la ciudad, destilando alegría, sirven de plató para la fiesta del entusiasmo y el fervor del siete de julio.
Ese día, el estruendo del chupinazo esperado asustará a los niños y, por supuesto, a los pájaros que, a esa misma hora, vuelan a diario esbozando círculos sobre las flores y los parterres verdes de la ciudad. Así, comenzará el primer encierro de los sanfermines, y yo, como cada año, me colocaré nervioso y entusiasmado al pie del vallado.
Ese día, con su colosal luz del sur, la que tanto alabó el genial Gaudí, Pamplona seduce al mundo entero y lo hace estremecer. Ese día es San Fermín.
 

UN ALTO EN EL CAMINO

Jorge Tarifa Fernández

Andaba sorprendida al ver el primer toro correr hostigado por la curva de la Estafeta. Nació entonces una fuerte conexión y necesidad de acercarse a él para conocer sus ganas de vivir. Quería saber qué lo motivaba a correr desbocado hacia un destino incierto.
¿Seré capaz de predecirlo? — pensó—. Dudaba si atreverse, aunque en lo más hondo creía que el toro sólo se limitaba a vivir el momento y dejarse llevar. Todo cambió cuando el toro pasó por su lado y un cruce de miradas partió el destino en dos, intercambiando sus papeles. Ahora ella era la que sentía la necesidad de correr libremente hacia su destino.
¿Por qué corro para ser feliz? — era lo que ahora retumbaba en su cabeza—. El toro en cambio dejó de ver gente corriendo en patrones caóticos para darse cuenta de que lo único que había allí era gente llena de vida, exprimiendo hasta el último segundo de aliento. Tan grande fue su desconcierto que no sabía qué camino seguir, sentía que quería preguntarle a cada uno qué hacía tan especial ese momento. Claudia, en cambio, sentía que por fin su vida tenía sentido: correr hacia su destino sin cuestionar lo que le rodeaba.
 

PIRUETA

Jorge Accame

Faltan pocos días para los juegos de Cnosos.
En el patio del palacio, un atleta practica su acrobacia de vueltas mortales. Al final del último giro siente un leve mareo y advierte que tarda demasiado tiempo en caer. Con afán, los pies buscan el suelo. Aterriza por fin en una superficie turbulenta: su oficio le permite soslayar la sorpresa y equilibrarse con elegancia.
Transportado sobre las grupas de un río de toros en estampida, avanza por calles inesperadas, mientras un eco de voces lo aclama en una lengua que no comprende.