XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


FRENTE A FRENTE

José ángel Bañuls Ramírez

Entre estiramientos y sentadillas cruzaba miradas fugaces con los corredores de alrededor. Resbalaban los minutos previos en ese sudor frío y extraño que delata los nervios. Afloraban los rituales de cada cual, y una cantinela muda adivinada en los labios pedía encontrar hueco ante la manada, acompasarse al toro y vibrar con él. Éramos personajes extasiados, repletos de imágenes y de sueños, venidos de mil y un lugares distintos, cargados de recuerdos y promesas, de ilusión y ganas por correr el encierro.

Habiéndome preparado a conciencia, mi estreno en sanfermines merecía un tramo de renombre. Decidí mis sesenta metros entre Mercaderes y el arranque de Estafeta. Pura adrenalina en la curva reina y escapada triunfal en la recta de balcones abarrotados.

Esperé atento a las señales. Gritos de alerta, pastores, sones de cencerros y sobrevolando el estruendo, el golpeteo seco de las pezuñas en los adoquines.

Salí al encuentro rapidísimo, los toros venían lanzados. Hice brecha y encontré la cara de los primeros astados. Sentía fundirse su respiración forzada y mi corazón desbocado. El periódico prieto, como señuelo asomado a los pitones. Goce y disfrute, emoción. Giré atrás la mirada y sentí sus ojos fijos en los míos, frente a frente.
 

RECORDANDO.

José ángel Borrero Fernández

Quiso levantarse, pero despertó tarde y sonriendo. El 9 de julio y Dolores, amaneció con un txupinazo de recuerdos y las ganas de revivir su carrera.

Tomando su café, repasó vídeos de lo acontecido desde los enlaces que habían enviado sus compañeros de pasión.

– Ya estaríamos almorzando. – Creía recordar mientras se vestía de sábado sin agenda, con la tranquilidad del objetivo conseguido.

A su paso, llegó al sofá y comenzó a revivir aquella mañana gloriosa cantándole a San Fermín por tres veces y escuchando el estruendo de la calle Mercaderes al paso de seis milagros de la naturaleza, los escogidos por la selección humana. Estaba sudando entre pensamientos; movía sus piernecillas con ademanes de esquivarlos de nuevo, llegando a percibir cómo los miedos ajenos se mezclaban con los suyos, agarrándose con la fuerza que le quedaba a los brazos de su asiento de confort.
Su imaginación aún le capacitaba para volver a verse en aquella escena, entre la multitud de reacciones que abarrotaban las calles de Pamplona tras el mejor encierro de su vida.

– Felicidades amigo. Nunca olvidaremos aquel día. Vaya miedo nos hiciste pasar cuando te vimos volando por encima de la ola de corredores. –

Lo recordaba, seguía vivo. 

2023 UNA ODISEA ESPECIAL

José ángel Lopetegi Brit

El único superviviente de la nave de exploración planetaria MMXXIIISF intentaba abrirse paso sorteando las ciclópeas y blancas piernas que batucaban sobre el suelo de aquel bullicioso laberinto. Los demás miembros de la misión habían causado baja aplastados durante el accidentado trayecto de regreso a la nave.
Desorientado por los ecos festivos que distorsionaban la acústica de aquel entorno hostil; empapado por las incesantes trombas de viscosa lluvia propias de la temporada; aturdido por la mezcla de penetrantes olores que dejaba filtrar su ineficaz casco, y medio cegado por la fusión del bermellón con el blanco nuclear del ecosistema, por fin vislumbró la nave en lo alto de una atalaya engalanada con banderas y atestada de exaltados cíclopes rojiblancos.
A duras penas, logró hacer cumbre sin ser visto y cruzó la estrecha rampa que conectaba con la nave de rescate. Una vez dentro, introdujo el código de acceso al panel de control y fijó las coordenadas de ruta a su planeta.
Suspiró relajadamente pensando en el regreso a casa.
El cohete empezó a temblar en plena combustión, programado para el despegue.
En 3, 2, 1…
¡VIVA SAN FERMÍN!
GORA SAN FERMIN!
Fue lo último que escuchó al despegar hacia el destino que nunca alcanzaría… 

¡ QUÉ LO SEPAN TODOS!

José Antonio Santos Rodríguez

Se aproxima la hora del chupinazo. Apoyado en las muletas y bendecido por mi madre, tomo asiento en el balcón de casa. Percibo escalofríos al recordar el toro que quebró mis piernas. Empujado por la nostalgia comienzo a leer luna revista en la que sobresale la siguiente afirmación: los caracteres adquiridos no se transmiten de una generación a la siguiente. Sin duda, para llegar a esta conclusión, los científicos debieron encontrar más de una evidencia. Pero… ¿Realmente es absoluta?.
Busco en sitios digitales nuevos argumentos sobre la base material que nos hace iguales y diferentes. En diversa ciudades las tradiciones no han sido heredadas, a diferencia de lo que ocurre en Pamplona. Estudios realizados en la sangre de sus habitantes corroboran la presencia de genes que contienen y transmiten un carácter especial…la pasión por los Sanfermines. 

LAS BREVES BREVAS DE LA ILUSIÓN

Jose Antonio Martinez Gonzalez

Anunciaron a bombo y platillo que televisarían por primera vez los encierros de San Fermín. En la víspera, la ansiedad me produjo un insomnio desasosegado.
7 de julio de 1982. La cuadrilla de infantes madrugadores nos plantamos perplejos, frente a la carta de ajuste de la impecable Grundig de 14 pulgadas del orgulloso tío Andoba, por la que pagó un riñón.
La carrera meteórica de los astados, preámbulo de los encierros de nuestro pueblo, se disipó en un santiamén. A continuación, entre encendidos comentarios infantiles, acudimos a practicarle una visita alevosa a la higuera del tío Pernales, preñada de frutos suculentos, rayados y sazonados, de indescriptible dulzura. ¡Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete! … ¡Dios santo, se oyen los ladridos infernales de Ulises, el diablo del tío Pernales! ¡¡¡Pies en polvorosa!!!…
Tengo una asignatura pendiente: frisando la cincuentena, me estoy preparando como si fuera a disputar los 1500 metros en la Olimpiada de París, con la ilusión de engrosar el 54 % de quienes corren los sanfermines por primera y última vez. Le temo menos al bramido de un Miura en los glúteos que al ladrido de Ulises, menos a los cuernos de un Victorino que a la alpargata implacable de mi madre.