FIESTA NACIONAL
Juan Antonio Spínola Leal
Fiesta Nacional
El miedo es abarcar una porción de espacio que ni se conoce ni se controla. La muerte es un miedo atávico en el ser humano, se lleva de este mundo a sus seres queridos e incluso a sí mismo. Es el mayor dolor y temor que pueda acompañarle de manera consciente. En la condición humana, además de la debilidad ante este enfrentamiento desigual, surgen los sentimientos de venganza y de aniquilación de aquello que le provoca dicho dolor. Pero para poder infringir esa mezcla de ira y frustración necesita de materializar en algo físico y vital a la propia muerte. Y he aquí que aparece el toro. Podría haber sido cualquier otro animal pero la mala suerte y quizá su aspecto aparentemente temible pudieron ser determinantes. En otra época lo fueron los leones en el circo romano, la cuestión es que en el más recóndito y siniestro de los rincones de la mente humana debe encontrarse, en algunos individuos, un resorte de estímulo de satisfacción y disfrute sádicos en estos sangrientos espectáculos.
HARTO
Juan Antonio Cordoba
Harto
Lúgubre. Un largo rato de traqueteo y ahora aquí, con un hilo de luz dividiendo la oscuridad, cansado, sin espacio para moverme.
Griterío, órdenes, alboroto, todo un clamor que hace vibrar esta sombría celda. Me han quitado del cielo y del sol que abrasa el lomo y lame las colinas del cortijo.
Chirría la compuerta, enceguezco y la violenta luz es casi una amenaza aniquilando formas.
Dónde están las encinas, los postes del corral, por qué no veo al mayoral guiándome, calmo, hacia la aguada; dónde los mansos, esas moles sabias que imponen el sosiego?
Trastabillo en la rampa resbalando hasta la calle; desorientado por el estruendo apenas distingo varias sombras agitándose, embisto. Se apartan, corren desparramándose, sacudiendo trapos, gritos.
Atemorizado, me lanzo a uno y otro lado tras algunos corredores que me irritan para ser perseguidos. Este vaivén, el chocar contra cercados que escudan mis topetazos, el resbaladizo suelo, los empellones, me cansan, y también voy sintiendo que esto es un desafío en el que me han comprometido; y con cuánta insolencia y osadía me provocan.
Comienzo a aburrirme, no tengo más miedo, ya no corro, camino mientras se acercan desafiantes para continuar el juego.
Y aún puedo sorprenderlos.
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A IÑAKI IN MEMORIAM
Juan Antonio Talledo Zubillaga
Todo comenzó, escuchando la historia de aquel montañero de ojos azules y sonrisa abierta en las noches frías junto al fuego que mi padre junto con otros porteadores preparaban para aquellos que venían desde otro mundo para escalar las montañas que abrazan el cielo.
El relato emocionado de como describía lo que ocurría en su ciudad durante una serie de días, en los cuales pareciera que el mundo se detuviera., El escalador de ojos azules, describía, con pasión y lagrimas en los ojos las risas de sus gentes, los balcones engalanados, la amistad, la pasión y el deseo con el que se entregaban gentes de todas las edades a una fiesta que se hundía en el principio de los tiempos.
Un día, abandone mi aldea, recorrí montañas y valles, fui polizón de barco recorriendo varios mares. Viaje como vagabundo hasta que un revisor me descubriera sin billete pero al contarle mi historia y mi objetivo, tuvo compasión de mi y me llevo consigo, como se lleva a un niño perdido de la mano, hasta una plaza repleta de miles de personas saltando riendo y cantando, entonces sonó un cohete y comprendí que había logrado cumplir mi sueño: estaba dentro de los San Fermines.
CAMINO RECORRIDO
Juan Antonio Melero Jimenez
Algunos no lo entienden, ni comparten está locura, los que estamos aquí tan solo cumplimos con nuestro destino, un año más y sin saber realmente porqué volvemos a estas calles con una única uniformidad, blanca impoluta coronada por un pañuelico rojo, a admirar a los que llevamos al lado, que han hecho de esta tradición su religión sin pedir nada a cambio, ofreciéndolo todo.
Tras entonar nuestro himno en completa hermandad enfrentamos la salida con el sabor salado que mezcla en nuestras bocas la emoción salpicada de nervios, sabiendo en lo más profundo de nosotros mismos que el próximo año volveremos sin dudar.
No nos importa los sin sabores del camino recorrido hasta llegar aquí, una vez más a Pamplona hemos de ir…
PROHIBIDO MIRAR PARA OTRO LADO
Juan Carlos (koldo) Campos Sagaseta De Ilurdoz
Sorprendí a mi adolescente hija desprevenida y, antes de que pudiera tirarse por la ventana y en el entendido de que yo iba a ser breve, le hablé de los sanfermines, de esa divina cita pendiente en el calendario que el 6 de julio abrirá sus puertas para que corra el aire y la ciudad celebre la vida y la convivencia desde que estalle el chupinazo y se anuden al cuello los pañuelos rojos, la música suene y se vaya de fiesta con la gente bailando y cantando por la calle.
La fiesta de San Fermín, seguí disertando sobre el entramado de la fiesta, se compone de múltiples momentos relacionados con los encierros, la Estafeta, la procesión, la Plaza del Castillo, los gigantes y cabezudos, los churros de la Mañueta, entre otros, que bien sea por su impacto social, relevancia histórica, tejemaneje turbio u otras muchas causas que no caben en 204 palabras, pueden considerarse sublimes momentos, momentos extraordinarios, dramáticos momentos, grandes momentos, impresionantes momentos, delicados momentos, momentos espeluznantes, inolvidables momentos, momentazos, momenticos… y algunos periquetes.
– ¿Y para cuándo mi momento? -me interrumpió mi hija la chapa – ¿Cuándo voy a sentirme segura sin renunciar a la fiesta?