EL INICIO DE LA FIESTA
Juan Cruz Lara Jiménez
Cada seis de julio, y en un ritual que se extiende desde la memoria de los tiempos, acudimos al almuercico horas antes de iniciar el regocijo, y con el pañuelico en el brazo, nos preparamos para asistir al chupinazo. En un alarde de majestuosidad y viniéndonos arriba con demasiada ociosidad, nos vemos envueltos en el tumulto bajo los balcones del ayuntamiento. Mientras elevamos nuestro lienzo a las alturas, canturreamos la escalerilla, y aunque algunos lo hagan desde la barandilla, todos sentimos la misma emoción al entonar tamaña canción. Va llegando la hora del mediodía; los cohetes preparados, la mecha encendida, y con la multitud enardecida, se da paso a la explosión y la alegría. Tras el primer estallido se revuelve la algarabía, que, pañuelo en mano, lo lleva en procesión hasta su posición. Bailes, risas y cánticos se funden al unísono, y con el eco resonando en el ambiente, la fiesta comienza con buen relente. Doscientas cuatro horas quedan de jolgorio y diversión, que disfrutaremos con pasión. La multitud va despejando la plaza y, poco a poco, las calles se van tiñendo de blanco y rojo. El alma del Santo se siente por los rincones de la ciudad, y adquiere un halo de deidad.
MÁGICO LUGAR
Juan De Jesús Rozo Leal
No es el paraíso terrenal, pero si es un lugar sorprendente, seductor y Majestuoso; musa de escritores y descanso de turistas, a donde cada año llegan a interactuar con unos extraños pero encantadores personajes que ahí habitan; haciendo del lugar, el más acogedor e interesante de la comarca.
Comentan sus vecinos y todo aquel que la vida le regaló la oportunidad de estar allí, que los extraños personajes solo se dejan ver en tiempos de festejos. Salen a divertir a propios y extraños, convirtiéndose en la mayor atracción de los jolgorios y en la inspiración de los poetas.
Cuatro son <
El mágico lugar no tiene molinos de viento, tampoco es Villanueva de los infantes, Alcalá de Henares, tampoco la Mancha. Es Pamplona Medieval donde cada mes de Julio a los sanfermines nos vamos a vacacionar.
SAN FERMÍN 2023.
Juan Félix Reveriego Macayo
Me he estado preparando a conciencia, me han dado muchos
consejos, estoy intranquilo, emocionado y con miedo. Todo es
nuevo para mí. Miro alrededor, hablan, cantan. Oigo gora San
Fermín y un estruendo me saca de mis pensamientos. Las caras
han cambiado, la tensión ha crecido. Los brazos en alto agitan
periódicos. La soledad me invade, estoy conmigo mismo y rodeado
de gente. Este es el momento, esta es mi promesa y la voy a
cumplir. Los cencerros se oyen muy cercanos. Todos giran y corren,
yo les sigo, veo cuernos por todos lados, los intento esquivar y sigo
corriendo. Caras de susto, caras de mucho susto, mucha gente
gritando. De repente todo se complica, corredores amontonados en
el suelo, tapándose, esperando que todo vuelva a la normalidad.
Parece que el susto ha pasado y seguimos corriendo. Por fin, caras
de satisfacción. Todos sonríen, sonrío yo. Nos miramos unos a otro,
Algunos se abrazan. Alguien me abraza a mí. Lo has conseguido.
Sí, sonrió emocionado, mañana otra vez.
¡ERNESTO, VEN A TOMAR UN VASO DE VINO!
Juan Fran Núñez Parreño
Fui testigo directo de la guerra civil en España, de aquella tragedia y sus horrores, y, aun así, amo esta tierra que disfruté, de verdad, años después ya acabado el conflicto bélico. Me enamoré de sus curiosas costumbres, de su excelente vino, de sus bravos toros y toreros, de sus bellas y pasionales mujeres… durante toda mi vida amé por igual a la fiesta del toro y a las mujeres.
Curioso el pueblo español, es capaz de lo mejor y de lo peor. Los españoles pueden compartir todo lo que tienen, por poco que sea, con todo su cariño y amabilidad, y pueden matarse entre ellos con el mayor de los odios. Se podrían escribir cientos de libros sobre la pasión que ponen en esta tierra hispana a la hora de vivir, de amar, y de morir.
Siempre recuerdo cuando en Pamplona, en las maravillosas fiestas en honor a San Fermín, donde conocía a todo el mundo y todos me conocían a mí, a menudo me decían: ―¡Ernesto, ven a tomar un vaso de vino! ―así me llamaban allí, Ernesto; mi apellido, Hemingway, no lograban pronunciarlo correctamente, decían “Jemeruguay”, “Uruguay” o “Paraguay”, lo que era motivo de grandes risas, y más vasos de vino.
FOGONAZO
Juan Ignacio (iñaki) Arbilla Ruiz
Aquella mañana lejana en la que su padre le introdujo en los misterios de la pesca en los alrededores de su casa de Wallon Lake; los cuerpos desmembrados de las obreras tras la explosión de la fábrica de municiones de Milán; la carta en la que Agnes le rechazó; el telegrama en que le anunciaban el suicidio de su padre; el pelo rojo de Hadley sobre la almohada; el tacto de las teclas de su Royal Quieta de Luxe; las jornadas de caza en torno al lago Manyara; los ojos negros de Pauline; el sonido de los dos motores de su barco Pilar hendiendo las olas del mar Caribe; las aguas del Ebro observando su huida de la batalla; el dolor lacerante por las ausencias de Martha; el rugido de la guerra durante la batalla del bosque de Hürtgen; y, por último, el fogonazo de aquella primera noche en la que llegó a Pamplona, poco antes de los fuegos artificiales, y se sumergió de lleno en la fiesta más impresionante que conoció a lo largo de su vida; todo esto es lo que visualizó Ernest desde el momento en que accionó el gatillo hasta ese otro en que sus sesos volaron por los aires.