XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


UNA EXTRAÑA CARRERA

Juan José Vara Bengochea

Estar entre las decenas de turistas que se agolpaban en las vallas para ver el encierro era interesante y productivo. Descartaba, casi siempre, a los que iban vestidos para la ocasión y se dedicaba a observar a los curiosos, sobre todo extranjeros, lo cual se notaba porque tampoco disimulaban demasiado, aunque vistieran igual que los de la tierra; la mímesis era imperfecta.
Una vez cerca del objetivo elegido, esperaba con paciencia a que comenzara el encierro y, entonces, disponía de pocos segundos para aprovechar esos empujones para ver mejor o para sacar una mejor fotografía o para estar más cerca de los animales o de los corredores… Sus manos abrían bolsos, mochilas, bolsillos y sus dedos ágiles sustraían con habilidad monederos, billeteros u objetos de valor.
Aquel encierro fue diferente. No supo qué pasó, pero se abrió la valla, le empujaron y, con un billetero en la mano, se vio entre los corredores y a escasos metros de un grupo de espantosos cuerpazos negros que bufaban y mostraban unos afilados cuernos.
Nadie pudo entender a aquel hombre que, en vez usar un periódico doblado, golpeaba el morro de las bestias con un billetero del que salían volando, como extrañas mariposas, algunos billetes.
 

SIMBIOSIS

Juan Jose Sanchez Benito

Al cumplir Sebastián los 16 años lo llevó su padre el mayoral una noche a recorrer las parideras. Encontraron a un becerrillo abandonado por una primeriza. Lo llevaron a la cocina, le limpiaron «las pares» y el joven le dio el biberón siguiéndolo haciendo todo el año hasta que lo destetaron y herraron.
«Chan» en la mili coincidió con Lizárraga un pamplonica simpático y dicharachero. Pidió el navarro permiso para ir a los Sanfermines y le fue denegado. Se puso muy triste. El charro lo invito aquel fin de semana a su dehesa porque quería escaparse aunque lo arrestaran. Curiosamente embarcaban aquel viernes una corrida para el domingo en Pamplona. Sin pensárselo dos veces se metieron en un jaulon vacío de camión. Tenía 10 y llevaba siete toros. Al llegar a Pamplona el caporal casi los abofetea pero ya no había remedio.
Corrieron en «collera» los dos reclutas amigos el sábado y del mismo modo el domingo. Saldrían después de la corrida para Salamanca. Pero que sorpresa cuando nada más empezar a correr, Sebastián conoció al toro que él había criado de chiquitín. Le voceó y el morlaco se paró en seco. Mansamente entró en la plaza escoltado por el navarro y el charro. 

ENTZIERROA

Juan Luis Eizmendi Arsuaga

—Entzun arren San Fermin,
zu zaitugu patrooi,
zuzendu gure oinak,
entzierro hontan otoi.

Bat bi, bat bi, belaunak gora, belaunak gora, salto! Salto!
Goiz ederra, primerako eguraldia, jende gehiegi ere ez, primeran!
Gaur bai!
Irudikatu dantza balitz bezala: mugitu fin, besteen bultzadei kontra egin beharrean nire alde erabili.
Arroila jaitsieraren antzera: urari eramaten utzi, harkaitzak saihestu, ez beldurtu.
Erditik datozen enborrak behatu: denak elkarrekin orain, bat-batean bat aurretik; guztiak erditik batzuetan, harkaitzaren kontra talkaka arroilaren bihurgunean.
Korrika segi, estropezurik egin gabe, lurrera eroritakoen gainetik salto.
—Tira, gaur lortuko dut!

—Entzun arren San Fermin…

—Kaixo! –harrituta.
—Iepa! –alai. Janzkera zuria, zapi gorria eta egunkari-bildua eskuan.
— Zu hemen? —mespretxuarekin.
Bizkarra eman dio.
Bat bi, bat bi, belaunak gora, belaunak gora…
Ez naiz azkarrena edo indartsuena, baina ingurua kontrolatzen dut: hango espaloia, beste aldeko etxe kantoia. Parte hartzaileak ere ezagutzen ditut: ausarta eta koldarra, korrikalari fina eta denei bultzaka joaten den baldarra.
Gure aitak esaten du, «ingurua ikusi eta ezagutu behar da, arriskua hortik dator.»
Badoa hirugarrena.

—Entzun arren San Fer….

PUM!
Tlon, tlon, tlon….
Badatoz!
—Ah, ah, ah…
Salto hor…
—Ah, ah, ah…
Korri hemen…
—Aah!
—Parrandan hain ausart, eta orain hain koldar!
Tlon, tlon, tlon…
—Kaka zaharra! Gaur ere ez didate hurbiltzen utzi. 

LA VIDA SIGUE

Juan Manuel Gaviño Jiménez

Y allí estaba yo, tropezando y tumbado en mitad del encierro, protegiendo la cabeza con mis brazos y el corazón latiéndome a mil por hora, el estremecedor sonido del tumulto corriendo, con los ojos entrecerrados viendo centenares de zapatillas hasta que la oscuridad dominó mi visión después de ver las pezuñas de un toro sobre mí.
En ese momento recordé cuando mi padre me despertaba en las mañanas de julio con el desayuno en la cocina preparado y esperándome para ver otra emocionante mañana de encierro, este año corría por primera vez en su memoria, él ya no estaba. Sentí mucha paz, y con el corazón rebosante al ver a mi padre de nuevo junto a mí, ayudando a levantarme, otra vez…hasta que todo se esfumó y el dolor me sobrevino al abrir los ojos, veía rojo sangre y el escozor atravesaba todo mi rostro. Me di la vuelta y una joven enfermera me preguntaba cómo me encontraba. En sus ojos y su sonrisa vi el alivio ante tanta adrenalina, el consuelo de poder continuar.
Nos enamoramos, y ahora la espero en las mañanas desde cada siete de julio con el desayuno preparado para ver juntos los encierros y es que la vida sigue.
 

56 AÑOS DESPUÉS

Juan Miguel López ávila

Corría el año 1967 y con mis 16 años recién cumplidos,trabajaba en una empresa de transporte por carretera que unía Valencia con el norte de España, era muy amigo de los choferes de los camiones que eran de Lacunza un pueblo de Navarra,me invitaron, tenía todo pagado, comida, casa y no me hizo falta más que el permiso de mis padres, recuerdo el primer chupinazo,la verdad me quedé un poco despachado, venía de Valencia y las tracas son otra cosa, fue una semana genial , me aprendí Pamplona de categoría,mis amigos tenían que trabajar pero recuerdo los encierros detrás de las maderas del recorrido, al año siguiente tuve que volver, había hecho amigos y amigas en Lacunza, luego pasaron años y motivos que me impidieron ir, pero en el año 1976 ya casado volví con mi mujer al chupinazo y varios días, san Fermín y Navarra es súper importante para mí, no he fallado ningún año delante del televisor durante los ocho encierros, cuando trabajaba me escapaba al comedor para esos minutos eran un chute de adrenalina para toda la mañana, hoy estoy jubilado hace años pero sigo levantandome a oír a San Fermín venimos a pedir su protección por ser nuestro patron gora