PALPITAR
Ligia Valladares Expósito
Mientras me acurruco entre las sábanas, todavía sin ganas de levantarme, escucho los cánticos dirigidos al santo, y siento el palpitar de los mozos que esperan ansiosos la indicación de la apertura del corral. Ya no hay vuelta atrás, corre, compañero, corre. Santo Domingo… hay que calcular bien. Ayuntamiento… tal vez necesitemos refugio en el vallado. No, hay que seguir. Cuidado! a tu espalda… Mercaderes… correr, correr y dejar correr. Estafeta… la curva por dentro, peligro, muchos mozos y algún toro suelto. Llegamos a Telefónica… sigue mirando adelante, que llegamos. La claridad de la plaza asoma por el callejón que nos marca el final del encierro. Tranquilidad, reposo, que mañana será otro día…. Me despertaré con el mismo cántico y la misma rutina, y los latidos de mi propio corazón. Me despertaré con el recuerdo de mi padre que trajo a mi vida los Sanfermines, y sin haber ido nunca a Pamplona, llenó mi vida de imágenes, pálpitos y sonidos familiares durante una semana. Viva San Fermín! Gora San Fermín!
AMOR AL ARTE
Loli Francés Mellado
Vacaciones; mi padre iba sacando el saxofón. Tocaba en Oberena, aunque tenía amigos en distintas peñas. Músicos que llegaban de toda Navarra a ganarse un buen dinero trabajando mucho, eso sí, desde el Txupinazo hasta el Pobre de Mí. Aguantaban durmiendo tres horas, almorzando buenas magras con tomate.
Ángel, saxofonista también, de Aldapa, venía a comer a casa. Le recuerdo bien, con los ojos rojos de cansancio, comiendo, fumando y durmiendo al mismo tiempo, siempre con buen humor. Trabajaban mucho, disfrutaban más… se sentían orgullosos del cuidado de los mozos y mozas hacia los Músicos, la Alegría de la Fiesta: les procuraban bebida, sombra y espacio de protección, no fuera que algún borrachillo diera un empujón desafortunado y partiera el labio de algún trompetista, pongamos por caso.
Más mayores, mi padre y Ángel pasaron a la Banda de Bravo, que aún hoy borda la espera al encierro en la plaza de toros. Ambos saxofones tocaban un dúo de pasodoble que despertaba al más dormido. En pie, a bailar Paquito Chocolatero y lo que hiciera falta.
Ambos amigos habitan hace años en el Mundo de la Música. Preparan el pañuelico rojo. Harán felices a millones de almas, dándolo todo, como siempre, con Amor al Arte.
VIVO SOLA
Lorena Yepes
Recuerdo el primer beso que nos dimos, la última cita que tuvimos y el día que conocí a sus padres. También recuerdo la primera pelea, sus ataques de celos y la primera vez que me golpeó.
En mi memoria está cuando le dije a mamá que quería vivir con ella de nuevo, porque no soportaba vivir junto a él, me dijo que el divorcio era algo impensable, que habíamos hecho una promesa para toda la vida.
Y él estuvo de acuerdo con mamá, cuando le pedí separarnos y le dije mis planes de mudarme y alquilar un piso para mí, se enfadó mucho, solo recuerdo sus gritos y un fuerte dolor de cabeza.
Pero ahora vivo en un lugar muy agradable lleno de flores y colores, por fin vivo sola, bueno, no exactamente, vivo con otras mujeres, a ellas también las asesinó su pareja.
FUEGOS ARTIFICIALES
Luis San José López
No suelo programar mis vacaciones, ni mirar agendas o calendarios cuando salgo de viaje y, en aquella ocasión, un seis de julio, mi coche quiso llevarme hasta Pamplona. Cuando me crucé con aquella marabunta roja y blanca agitándose de un lado a otro sin aparente destino, solo entonces, me di cuenta de la feliz coincidencia. Bendije mi suerte.
Allí la vi, expectante, inexpugnable como la ciudadela que tenía frente a ella, arrodillada en la hierba de la explanada, con sus ojos grandes y redondos como una plaza de toros. Eran las once de la noche cuando me detuve a su lado, las once cuando busqué su mirada, las once en punto cuando comenzaron los fuegos artificiales. Fantásticos. Veinte minutos mágicos de arrebato que me hicieron creer que aquellos fogonazos y pestañeos eran solo para mí. Que aquella sonrisa incipiente era solo un adelanto de otra mucho más grande y entregada que estaba por venir. Apuró entonces de un sorbo el zurito que mantenía entre sus manos y se volvió hacia mí. Quise besarla, necesitaba besarla, antes de que desapareciera la humedad de sus labios, antes de que se extinguieran los fuegos artificiales, antes de que se fijara en mi silla de ruedas.
LA DEHESA DEL ALMA
Luis Quiros
En la dehesa, la nobleza indomable del toro se manifiesta. Su mirada refleja siglos de bravura y selección, herencia de sangre. Majestuoso y poderoso, camina con imponencia, astas en alto. Esta raza ha desafiado el tiempo, enfrentando adversidades con valentía.
En el amanecer, se fusiona la valentía humana con la majestuosidad animal. Los corredores esperan, corazones intrépidos, listos para enfrentar el estruendo de cascos cercanos.
Cuando el primer toro aparece, las emociones se desatan. La adrenalina fluye por las venas de los corredores, en un deporte que honra a la naturaleza y prueba su valentía.
Corren junto al toro, sintiendo su energía arrolladora, pero conscientes de protegerlo y guiarlo. Destreza y habilidad se entrelazan en una danza donde el respeto por su vida prevalece.
En la plaza, la admiración se hace presente. La nobleza del toro y la serenidad del corredor se fusionan en un fugaz instante de gratitud y conexión.
Este deporte, más allá de controversias, es un encuentro entre audacia y majestuosidad, donde el respeto por la vida y la bravura animal se se entrelazan en un abrazo fugaz pero significativo. Cada paso rinde homenaje a la grandeza y nobleza de estos animales, que encarnan la esencia misma de la libertad.