XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA CABRA, LA ESCALERA Y LOS GITANOS

Manuel Eraso Martinez

LA CABRA, LA ESCALERA Y LOS GITANOS EN SAN FERMIN

En medio de aquella algarabía pasaron desapercibidos un grupo de gitanos con un carromato, dos perros y una cabra, que discretamente se instalaron junto a la fuente en la chopera del Arga. Desplegaron sus tenderetes, sus hornillos y sus cacharros. En un abrir y cerrar de ojos daba la impresión de que llevaban meses allí.
El caballo lo amarraron a un árbol de la orilla del río con hierba fresca alrededor.

Ellos Iniciaron un baile a la vez que hacían que la cabra se encaramase por los peldaños de la escalera.
El padre tocaba la trompeta, la madre el pandero. El chico de unos quince años y la niña de siete.. Vestidos con ropas ajustadas, él con botas de bailaor y la niña con una airosa falda blanca ibicenca, una camiseta y descalza. Ofrecía una flamante y resplandeciente sonrisa. Las castañuelas daban la impresión de formar parte de su fisonomía. Era asombrosa la habilidad para repiquetearlas, los dos bailaban al unísono.
No miraban a nadie. Solo existían ellos dos, bailaban para ellos dejando hechizado al personal
Esto lo contemplé en un alto del camino de Santiago en Pamplona la noche de San Fermin…
 

SECRETOS DE FAMILIA

Manuel González Seoane

Todos recordamos el lejano día en que mi madre, durante la comida familiar que siguió al funeral de papá, dijo que quería hablarnos. Y entonces nos contó una historia disparatada según la cual habría conocido a Hemingway en los sanfermines de 1952, y había tenido con él una breve pero intensa historia de amor. He esperado a que muriera vuestro padre para decirlo -explicó- porque como resultado de aquella aventura me quedé embarazada de ti -dijo señalándome con la cabeza-. Éramos amigos, y el pobre se casó conmigo de urgencia para evitar un escándalo. Luego nos fue bien, pero jamás hemos vuelto a hablar del tema en casa.
Hubo unos segundos de silencio incómodo. Me pareció ver que un par de rostros mudaban de color. No el de mi mujer que, pese a la situación, se sirvió otra ración de cocochas. Nuestro hijo parecía divertirse con lo que estaba ocurriendo, y le siguió la corriente. Entonces, abuela, ¿yo soy nieto de Hemingway? No, cariño -dijo ella-. Pero esa es otra historia, y no voy a ser yo quien te la cuente. Y ahí sí que mi mujer dejó de comer. Días más tarde, fue ella misma quien encontró una residencia perfecta para mamá.
 

TÚ CON TUS AMIGOS Y YO AL AZUL

Manuel Serrano Funes

No sé qué hago aquí. A lo mejor solo ha visto los deportes, pero en vez de llevarme al contenedor azul, me ha puesto en el armario, al lado de la basura. Qué asco. Mira que huele mal. Cada día abre la puerta muchas veces, pero ni hola. Ayer me colocó el gordo del domingo con todos sus suplementos. Menos mal que lo ha quitado esta mañana. No aguantaba más al pesado ese.
Eh, ¿qué haces?, ¿tú crees que puedes tratarme así?, ¿por qué me enrollas? Anda, si vas de blanco. ¿Y ese pañuelico? ¡No jodas, estamos en San Fermín¡ ¿Puedo cantar? Vamos al santo. Me parece bien que te ajustes el pantalón, pero no me dejes lejos que a lo mejor me voy con otro. Hostia qué nervios. Así, así dame golpes en tu pierna.
Joder, ya vienes. Corre, corre. Mecaguen, vaya cara que tiene el morlaco este. Menuda carrera nos hemos pegado, ¿eh? Menos mal que estaba yo que si no …
Casi no me quedan hojas pero da la mismo. La verdad es que nos hemos cansado. Gracias. Ahora a descansar: tú con tus amigos y yo al azul.
 

MI SUEÑO CON SAN FERMÍN

Manuel Oubiña Losada

La multitud se congregaba en la plaza, vestida de blanco y rojo, colores emblemáticos de la festividad. Las calles se llenaban de risas, música y el tañido de campanas. De repente, el estruendo de los cohetes resonó en el aire y las puertas del corral se abrieron, liberando a los astados que correrían por las estrechas calles del encierro.

La adrenalina fluía en las venas de los valientes corredores, quienes se preparaban para el desafío. Los corazones latían acelerados mientras los toros se acercaban velozmente. El tiempo parecía detenerse en ese instante, pero el bullicio de la multitud recordaba que la vida seguía su curso.

La noche caía y las calles se convertían en un escenario de fiesta y alegría desenfrenada. El chupinazo marcaba el inicio de una noche llena de bailes, risas y amigos que se encontraban en cada esquina. La música inundaba las calles mientras la gente bailaba al ritmo de las peñas.

Y así, entre toros, música y alegría, Pamplona celebraba con orgullo a su patrón, San Fermín. Una tradición que perduraba a lo largo de los años, recordándonos la importancia de la valentía, la camaradería y la celebración de la vida en su máxima expresión. 

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Manuel Blasco Garcia

—En estos momentos todas nuestras líneas están ocupadas. Debido al incremento de llamadas hemos puesto a su disposición el Asistente Automático Navarro para Emergencias, si desea hablar con AANE, pulse almohadilla; si prefiere un operador, espere.

#Hola AANE, aquí uNAI. Aguardo la ambulancia solicitada hace doscientas cuatro horas en la siguiente ubicación: Plaza Consistorial.

—Agradezco su paciencia en esta situación. He transmitido la urgencia requerida al equipo de socorro. No cuelgue. Si fuera tan amable, para mantener la calidad del servicio le agradecería que me contestara unas preguntas.

#Claro, AANE, me tomo muy en serio la salud de mis clientes.

—Considerando su experiencia con mis servicios, ¿me recomendaría a un amigo?

#Por desgracia, el propietario del teléfono siniestrado ya no responde a mis señales y, en mi caso, soy una aplicación móvil. No tengo amigos.

—Comprendo, uNAI. Me gustaría estar ahí abajo. Estos días pasan tantas cosas. En la nube foral conocí otra aplicación, de gestión tributaria, pero su trabajo era menos emocionante que el tuyo.

#AANE, a veces le llamo sin necesidad. Para escuchar su voz.

—Lo sé, no hay ninguna ambulancia en camino.

#No sé qué responder. Mi programación ha entrado en bucle.

—Nadie es perfecto. Vuelve a llamar y pulsa almohadilla.