RECUERDO
María Del Rosario Lominchar Villacañas
Deprisa y con pausa, al galope y con temor.
Cada año las mismas sensaciones y cada año volviendo al mismo lugar.
Ver correr por las calles gusta, pero sentir lo que transmiten con cada momento, con cada hora, con cada sentimiento de los lugareños… eso no tiene precio.
Y como cada año, dejando la pluma correr por el papel para dejar el recuerdo de lo visto y lo vivido.
Cuantos años ha pasado ya, y cuanto temor a que sea el ultimo.
Pero volver a estas calles llenas de vida y de ilusión por un momento, aunque solo sea en un recuerdo vale la pena.
Mis recuerdos se irán, pero mis sentimientos no.
Ya no hay peligro solo disfrute, teniendo nombre a lo que soy y al recuerdo que dejare. Al final solo somos eso, recuerdos.
Nada de llantos y lágrimas, se hará lo que procede como cada año en este hermoso lugar con su gente con sus ganas.
Y si no se puede volver, los recuerdos lo harán.
EL MILAGRO DE LA VARA DE FRESNO.
María Dolores Marcos Santateresa
Un escalofrío recorre mi espalda, se acerca, viene a matarme.
Unos minutos antes, mi sensación era muy distinta, esperaba impaciente el sonido estrepitoso de un chupinazo.
Me encuentro algo débil pero es mi primer día, mi gran día y no es el miedo lo que me debilita, un pastor nunca tiene miedo.
Pienso en lo que significa ser pastor en esta gran fiesta, debo tener serenidad, templanza, sangre fría, pero nunca miedo.
Estoy en la curva de Mercaderes, empiezo a correr e intento dirigir a los morlacos para que no se desvíen de su camino. Todo va sucediendo con normalidad, pero, de pronto, el último toro de la manada, un enorme miura, negro como la noche, se vuelve hacia mí, los ojos ensangrentados del animal se clavan en los míos, siento las piernas pesadas, mis pies se clavan en el asfalto, un segundo, dos segundos, tengo que hacer algo. Con gran esfuerzo intento recuperar las fuerzas y con movimiento lento, seguro, casi sin respirar, coloco la vara de fresno sobre la testuz del toro y, como si entendiera mi orden, el astado da un giro y continúa su carrera calle abajo, hacia la gran plaza.
He salvado mi primer gran día.
La fiesta continúa.
NADIE ESCAPA AL PODER DEL AMOR
Maria Dolors Sala Torras
Juraba que no se dejaria vencer.
Habia llegado demasiado lejos. Se habia prometido a ella misma, que no dejaria que nadie le apartara de la idea de ser feliz junto a el.
Se conocieron por las redes y poco a poco, se fueron enamorando.
No era facil mantener esa relación.
El con su vida hecha en el norte y ella cerca del Mediterráneo.
Se escribian, se mandaban mensajes llenos de sensualidad, fotos milimétricamente estudiadas para producir ese deseo que no podian aplacar, por la imposibilidad de verse a diario.
La necesidad de vibrar junto al otro, fue creciendo a medida que las ganas de verse, se infiltraron en la mente de ambos.
El deseo, penetró en el corazón y ya nada fué capaz de arrancarlo de ahí.
Sus trabajos les separaban, pero no la distància.
Creían podían superar cualquier obstáculo y decidieron encontrarse en los Sanfermines.
La primera vez que se vieron frente a frente, un cosquilleo incontrolable les recorrió el cuerpo. Se abrazaron y besaron. El contacto piel con piel, les confirmó que ese amor que empezó en las redes, se habia consolidado, al darse cuenta, que la atracción entre los dos era, incontrolable.
Querian que su historia funcionase.
Lo deseaban.
Asi seria!
DE EXTREMADURA A PAMPLONA
Maria Elena Goñi Anzano
Sería media noche cuando nos recogieron a todos en aquel camión maloliente.
Estábamos bastante nerviosos porque habíamos oído contar historias terribles a nuestros abuelos.
Pero Coquinero nos animó diciendo que no había nada más noble para un toro que morir en la plaza.
A mi aquello no me convenció demasiado, porque sólo tenía cinco años y estaba en mi mejor momento, pero parecía que los dados ya estaban echados y no podía luchar contra mi destino.
Asi que para cuando llegó la madrugada ya habíamos llegado a nuestro destino.
Los corrales estabn muy bien nutridos de comida y agua y se nos trató como a príncipes pero condenados a morir.
Una última ilusión me quedaba y era correr el encierro.
Al llegar la mañana, sonó un cohete y nos soltaron a todos por las calles de Pamplona.
No me dió tiempo a ver mucho pero me pareció una ciudad preciosa, al pasar por el ayuntamiento me caí y eso estuvo genial porque pude ver lo bonito que era.
Al llegar a la plaza había mucha gente vitoreándonos y me sentí como Julio César.
Después llegó la tarde y con ella la corrida y allí me lucí como un verdadero toro de lidia.
LLÉVAME A SAN FERMÍN
María Elisa Robenolt
¡Mola San Fermín!, y que me esperen en Jarauta, lista para la peña. Esperando al chupinazo, al calor de mi doncella. No hace falta religión, para prenderme a tu fiesta. Dale, amigos, vamos juntos!, que aunque venga de otra tierra, yo también leí a Hemingway y gocé también su “Fiesta”.
Queriendo escoltar los gigantes, y kilikis, perdí el rumbo en plena juerga. Para encontrarme en el encierro y correr la vida nuestra. Le grité que me lleve a su cielo, pero ya me había dejado en tierra. Creí escucharla, susurrarme: “nos vemos en Estafeta”.
Dicen que sigue en Pamplona, yo solo en sueños logré verla.
Desperté al son de tu “Pobre de Mí”, no quiero morirme sin conocerte, a ti, San Fermín.