¡PUM!
María Isabel Fernández Casas
¡Pum!
A la anciana pamplonesa le gustaban mucho los encierros. En sanfermines hacía siempre la misma rutina.
¡Pum!
El primer cohete sonó en cuanto en San Cernin sonaron las ocho. Ya se han abierto las puertas del corralillo de Santo Domingo y saldrán los toros cabestros, y pastores, pensó.
¡Pum!
El segundo. Ya habrá salido el último toro. Imaginó la vertiginosa carrera por la cuesta, la vuelta por la plaza consistorial, las caídas al doblar la esquina, enseguida llegarían a la Estafeta. Miró el reloj, había pasado un minuto. Se encogió un poco en la cama y empezó a imaginar lo que pasaría en la calle, la peligrosa combinación de la rapidez de los animales y el elevado número de corredores. ¡Tres minutos! Se incorporó temblando, algo va mal, algún toro se ha vuelto, tal vez alguna cogida, problemas en el callejón…
¡Pum!
Respiró profundo cuando enseguida sonó el tercer cohete. ¡Ya están todos en la Plaza! Pero no se ha terminado, puede que algún toro se quede solo, haciendo maldades…
¡Pum!
El cuarto cohete sonó a los pocos segundos anunciando que todos los animales estaban en los corrales.
Ella suspiró aliviada y pensó con melancolía en aquel mozo valiente que fue su marido.
AMOR DE SAN FERMÍN
María Jesús Duque Romero
La joven ayudó a la señora con su pequeña maleta. Para su sorpresa, ocupó el asiento contiguo. Solo quería dormir las horas que le separaban de Pamplona. El tren le permitiría descansar un poco. Pero la anciana se empeñó en darle conversación. Por educación la escuchó. Era francesa, octogenaria. Estuvo casada casi sesenta años. Pero volvía a Pamplona a despedirse de su gran amor. Al ver el rostro desconcertado de la chica, Julie le narró su historia.
–A mi marido no le gustaba viajar. Un verano decidí venir a San Fermín. Yo sola. No me importaba, era algo que siempre había querido conocer. Un impulso me hizo salir a la calle aquella fresca mañana, para correr. Por entonces, yo estaba en forma. Un chico me ofreció un pañuelo rojo y me lo ató al cuello. Entre todas aquellas personas, no me sentía extraña. Comenzó la carrera tras el cohete. Corrí frenéticamente. Vi muy de cerca los toros. Uno de ellos me hizo tropezar y caí. Una chica me levantó y consiguió salvarme de las peligrosas astas abrazándome a ella y ocultándonos en un portal. Fue el inicio de una amistad especial. De un amor imposible que ayer terminó. Vengo a decirle adiós.
DESDE MELMAC CON CARIÑO
Maria Jesus Echaniz Iturriaga
Pamploneses del Planeta Tierra:
Cuando nuestra nave aterrizó en vuestra ciudad, descubrimos un nuevo mundo lleno de vida, color e ilusión. La fiesta de San Fermín cambió el sentido de nuestra existencia. Durante años buscamos por las galaxias algo único y mágico que llevase la alegría a nuestro planeta. Vivíamos rodeados de tristeza y aburrimiento. Conoceros fue algo inesperado y sorprendente. Desde entonces visitamos cada año vuestra hermosa ciudad y nos hemos llenado con la energía vibrante que desprendéis. Aprendimos a correr, bailar, cantar, beber… con vosotros, sin ser detectados, mientras os estudiábamos y copiábamos hasta el más mínimo detalle, amando vuestra cultura y vuestra forma de vivir. Nos habéis maravillado simplemente por existir…
En nombre de todos los seres de mi planeta y galaxias vecinas, queremos daros las gracias. Sois generosos y hospitalarios con los visitantes y vuestra fiesta nos ha inspirado a crear nuestro propio San Fermín.
Tenemos encierros con corredores que llegan de estrellas lejanas, calles abarrotadas de entes, fuegos artificiales que rodean nuestras tres lunas. Hemos logrado casi todo lo propuesto y aunque los toros aún nacen de color verde aceituna y el chupinazo ha destrozado ya cinco satélites, la fiesta se vive intensamente.
¡Gora San Fermín! ¡Viva Melmac!
DE VUELTA
María José Alonso Latorre
¡Cuantos años deseando volver!
Esos días amargos que forzaron mi marcha. La nostalgia por los momentos vividos, el dolor por la distancia. Tanto tiempo alejada de esta tierra amada, echando de menos sus calles, su gente, su fiesta, añorando postrarme a los pies de San Fermín y ofrecerle mi gratitud por hacer posible el regreso que en tantas oraciones pedí.
¡Y por fin ese día ha llegado!
Es cinco de julio. He despertado echa un manojo de nervios, los recuerdos se agolpan sin piedad en mi mente provocando una encrucijada de sentimientos… Mañana, mañana es el día esperado, deseado y tantas veces soñado.
Llegó la hora. Las doce en punto en la Plaza Consistorial, frente al Ayuntamiento, rodeada de la algarabía de miles de personas. Tras el grito de “Pamploneses, Viva San Fermín, Gora San Fermín” se escucha el sonido inconfundible del chupinazo anunciando el comienzo de las fiestas, nueve días irrepetibles por delante. La emoción retenida y guardada en lo más profundo de mi ser explota en mil alegrías, un mar de pañuelos rojos se elevan hacia el cielo mientras por mis mejillas corren lágrimas descontroladas que no puedo ni quiero detener.
SUEÑO ETERNO
María Luisa Martínez López
Abro mis ojos al oír el chupinazo. Oigo algarabía, descorchar de botellas y alegría desbordante. Parece que me estoy despertando de un largo sueño. La última imagen en mi memoria es un encierro de San Fermín. Recuerdo hallarme tras la valla en la curva de Estafeta obteniendo unas instantáneas para mi revista cuando de repente un niño salió de la nada y apareció bajo la valla, a punto de ser pisoteado por un toro. Sin pensarlo dos veces me lancé a sacarlo de ahí. Ahora lo veo frente a mí con una rosa roja, su pañuelico bien atado y una sonrisa deslumbrante. Se acerca a mi cama y me entrega la rosa con una nota que dice así:
– Gracias por salvarme la vida.
Lo que no sabe esta criatura es que en un San Fermín me dormí y en un San Fermín vuelvo a la vida. Quiero volver a esa valla a sacar fotos, a sentir el aliento del toro camino a la plaza, de inmortalizar el baile de la alpargata y a recorrer cada rincón de esta maravillosa ciudad. Que su capote nos proteja siempre y que esta fiesta sin igual cobre vida cada año, como lo he hecho yo.