XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA DUDA

Miguel Angel Torres Abreu.

“La Duda”

– ¿Te alcanzo, con el cuerno? Me pregunto.
– No, solo me rasgo la camisa.
– ¿Por qué corriste, delante de ese animal?¡ Es peligroso y grande! Con solo tocarte, te arrastraría.- Me dijo, mientras yo, entraba por sus profundos ojos fijos y me retraba en su asombro.
– Practico, practico, quiero hacerlo en Pamplona. En los Sanfermines.
-¿En España?¿En serio, de Cuba, a España, a Pamplona?. Y se reía de mí.
– Pues apure el trago y corra, ya siento bulla, los toros deben estar al entrar en Estafeta. Ah tome su pañuelo rojo, no sea que lo olvide.

 

UNA DAMA VIENE A VERTE

Miguel ángel Moreno Cañizares

Escogió la corbata que mejor combinara con la camisa azul, el traje gris antracita hecho a medida y los zapatos de ante. Se aplicó unas gotas en el cuello de aquel perfume amaderado, regalo de su nieta, y se sirvió un pacharán que reservaba para las ocasiones especiales antes de dar por concluida la ceremonia. Quería estar chisposo. Se detuvo ante el armario, donde estaban perfectamente colocados el pantalón y la camisa blancos, la faja y el pañuelo rojos, y en la parte de abajo las alpargatas desgastadas por tantas carreras.
Se observó un buen rato ante el espejo enumerando sus arrugas y comprobó que seguían siendo muchas. Incluso hoy, víspera del patrón. ¡Otra vez la maldita tos!
¿Estaba realmente listo para la visita? Se preguntó. Quizá era demasiado pronto. A decir verdad, nadie se considera preparado para recibir a tan distinguida invitada, se justificó. Ella estaría a punto de aparecer. Era tarde para arrepentimientos. ¡Además, qué mejor fecha que un 6 de julio!
— ¿Le apetece una copa, señora?— ensayó con voz trémula anticipando el encuentro con la dama de negro— No te obsesiones— se dijo— Aunque, si falta algún requisito, igual te prorroga la vida para que disfrutes de tus nonagésimos sanfermines. 

VEGA

Miguel ángel Gutiérrez

El zumbido de la alarma le sobresaltó
y corrió a mirar por la ventana de su nave espacial.
Dentro de un minuto casi rozaría Vega,
el segundo astro más brillante del Hemisferio Norte.
Hallarse donde ningún otro ser humano había llegado nunca,
hizo aflorar en él recuerdos de felices noches de verano,
observando aquella estrella tan hipnótica,
mientras mantenía largas conversaciones
con su amor.
Lamentó con todas sus fuerzas
haberse embarcado en una misión interestelar,
porque ni siquiera ser el protagonista
de la mayor epopeya de la Humanidad
iba a compensarle de estar a veinticinco años luz
de la persona que amaba con locura.
Su particular extraterrestre,
con quien tantas veces bromeó diciéndole
que ella había llegado a la Tierra
desde más allá de esa fulgurante estrella,
la misma que ahora, con su luz poderosa,
le cegaba los ojos, bañados en lágrimas,
quizás las últimas de aquel viaje sin retorno. 

FIESTA BRAVA

Miguel ángel José Segurado

Eran las ocho menos cinco de la mañana del 7 de julio, un gentío convulsionado esperaba la suelta de toros; yo estaba ahí como turista y participar de la encerrona. Era un sueño que se me iba a realizar ese día cueste lo que cueste. Desde aquella vez que leí “Fiesta” de Hemingway tuve una obsesión con la Fiesta de San Fermín. Miré nuevamente el reloj, las manecillas daban las ocho y la suelta fue tan puntual que al girar la cabeza una docena de toros se venía hacia mí; no sé qué pasó, desperté en una gran casa con muchos pasadizos y un grito desgarrador se apoderó de mis sentidos; un viejo hombre vestido de blanco con boina roja me dijo que estábamos en la casa de Asterión el famoso Minotauro, que corriéramos lo más rápido posible porque quería devorarnos.
El miedo paralizó mis piernas, los gritos eran cada vez más estentóreos; me tomé el hombro, estaba salido de lugar y un fuerte golpe en la cabeza me hizo perder el sentido.
Escuché una voz, era nuevamente ese hombre diciéndome algo en euskara, luego pasó al castellano preguntándome cómo me sentía, porque que un gran toro me había llevado por delante.
 

TRES AMIGOS EN LA CARRERA DE SUS VIDAS

Miguel Rafael Pérez Hernández

Julián corre con el aliento entrecortado, esquivando a los toros que le siguen de cerca. Mira hacia atrás y ve a Marta, su novia, que también participa en el encierro. Ella le sonríe y le hace un gesto con la mano. Julián siente una mezcla de orgullo y miedo. ¿Qué hace ella aquí? ¿No le había dicho que se quedara en el hotel?
De pronto, un grito le hace volver la cabeza. Es Fermín, su mejor amigo, que ha tropezado con un mozo y ha caído al suelo. Los toros se acercan a él, amenazantes. Julián no lo piensa dos veces y se lanza a ayudarlo. Lo agarra por el brazo y lo levanta justo a tiempo de evitar una cornada. Fermín le agradece con lágrimas en los ojos.
Los tres amigos se abrazan y siguen corriendo hasta la plaza de toros, donde les espera la multitud. Han vivido una experiencia única e inolvidable. Han desafiado a la muerte y han salido victoriosos. Han celebrado las Fiestas de San Fermín como nunca antes.