CORONA DE FUEGO
Myriam Garcia Carromero
El pueblo huele a fiesta, a brasas de carbón y limonada que tiñe de carmín el adoquín de las calles empinadas. Una plaza atiborrada nos rodea mientras bailamos esperando la llegada del animal prestos a escapar en cuanto la orquesta avise. En la calle más sinuosa se apuestan los mozos en las talanqueras para correr delante de la bestia.
Josetxu es mi amor de verano. Me aprieta mientras bailamos lentos excitados doblemente por el peligro inminente. Siento sus labios golosos luchar contra mi defensa que no los deja progresar.
El griterío de la masa nos avisa y nos empuja hacia un extremo de la plaza. Josetxu me agarra como si fuera una pluma y me coloca sobre una tapia desmochada. Corre enloquecido a recibir al toro coronado de fuego.
Éste me enfila iluminando con su pirotecnia la noche de verano, acompañado de mozos, niños y padres.
Veo las piernas escuálidas del mozo que soporta el peso de cartón piedra rematado por los fuegos de artificio. Lo siento sufrir con ese humo sobre sus astas, la parte más sensible de su artificial cuerpo.
Salto desde mi atalaya y le beso bajo la guirnalda de chispas, con el beso largo que le escamoteé en la plaza.
EL CHUPINAZO
Myriam Carlotta Ciriza Bretos
Es un día muy importante. Los turistas pasean hasta llegar a la Plaza Consistorial. Prima la música, el calor de julio quema la piel y se respira vida, alegría, pura emoción. Ya casi son las doce. La ciudad tiembla. Estoy sentada sobre los hombros de mi amigo. Hoy esta plaza, que es diminuta, parece la Tierra de grande. Una marea de blanco y rojo. Sobre el cielo azul y luminoso, vuelan globos, botellas de vino y sangría. A estas alturas la ropa se ha teñido de morado. Por fin, se escucha el esperado: pamploneses, pamplonesas, ¡viva San Fermín! Y yo respondo ¡viva! ¡gora! como si mi vida dependiera de ello. Me siguen voces de todos los acentos y edades posibles. Miro hacia mi alrededor y veo montones de manos alzando pañuelos a cámara lenta. Todos rojos. Algunos, con la figura del patrón; otros, con el escudo de Pamplona. Nadie puede evitar sonreír. La felicidad es real. La procesión, gigantes y kilikis, jotas, almuerzos, Dianas, toros, música. Nos esperan nueve días increíbles.
–¿Qué ha pasado? –pregunto agitada, mientras abro los ojos.
–Has vuelto a soñar con el chupinazo –me explica mi hermana-. No te desanimes, hoy celebramos la última escalerica.
REENCARNACIÓN
Nahuel Ion García Boada
En la tarde mística de San Fermín, Firminus, un toro de trapío exuberante, encarnó al santo en la ancestral plaza de toros de Pamplona. Ernest y Michener, ahora mulillas, atestiguaron maravillados. La historia reverberaba en el ciclo de la vida.
En el remoto santuario budista de Yamaguchi, reposaba un mandala circular. Sus tonalidades rojas, blancas y albero expresaban la encarnación de San Fermín en Firminus. La plaza de toros y el mandala tejían un enigmático vínculo, simbolizando la dualidad de la existencia.
Firminus, en su danza desbordante, emanaba coraje y pasión, mientras Ernest y Michener intuían el profundo significado de la festividad. La historia se repetía, pero con matices inéditos, revelando nuevos horizontes a sus protagonistas. El toro encarnado, las mulillas y el mandala se entrelazaban en un tejido sagrado, recordándonos que la vida se renueva en cada ciclo efímero.
En ese instante sublime, la trascendencia y la celebración convergían en un laberinto de significados ocultos. Firminus, símbolo viviente de la universalidad humana, personificaba la fuerza y la esencia misma. En su majestuosidad, nos recordaba que la vida es un eterno renacer, una danza perpetua de lo divino y lo terrenal.
SAN FERMÍN EN EL MUNDO
Napoleón Tenorio Zubiate
Escuchaba desde muy pequeño a la Tía abuela Mercedes , cantar una canción mientras bordaba unos manteles en el jardín, después de ir a misa todos los días a las 7 de la mañana. La recuerdo en traje negro, menuda, con el pelo blanco terminado en trensa, en su casa , del pueblo , enclavado en los andes. Jamás imaginé que dicha tonada la escucharía a miles de kilómetros de casa.
Contaba ella que cuando era niña había llegado un cura a la parroquia del pueblo, el Padre Irizar , que todos los 7 de julio , en el patio del colegio cantaban con él dicha canción en honor a San Fermín .
Desde hace dos décadas , cada año , en Pamplona , en las fiestas de San Fermín , entre toros, verbenas, puestos y vinos , me parece volver a escucharla con sus voz melodiosa , cantar aquella cancion : “ uno de enero , dos de febrero, tres de marzo , cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio , siete de julio San Fermín . A Pamplona hemos de ir con una media ,con una media. A Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín.
ES PIEL.
Natalia Bermejo Martiartu
Nos vamos haciendo mayores y disfrutamos la fiesta de otra manera. No salimos tanto, no aguantamos tanto… Mejor sobremesa de risas que bailar, de peña en peña, toda la noche. Aunque los temazos los bailamos sin tregua y, a estas alturas, sin ningún pudor.
Pero, se nos sigue erizando la piel el día 6 y se nos pone piel de gallina el día 7 al escuchar la jota al santo y nos dan escalofríos en la piel con los encierros y alguna lágrima recorre la piel de nuestras caritas en el pobre de mí…
Somos piel. Piel pamplonica. Piel Navarra.