XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DON ENRIQUE

Néstor Rocha Bustamante

Siete años tenia cuando Don Enrique me llamaba para ver los Sanfermines.
Tiempos en que no todos los vecinos de aquella pensión tenían televisor.
Seguramente yo era su más fiel compañero a la hora de ver todo aquello que el tanto añoraba.
Le encantaba explicarme con su tono español, cómo era los encierros. El peligro de todo aquello y a la vez, el valor de correr delante de tantos toros por calles atestadas de gente.
Me contaba la vez aquella que uno de los toros lo tiro y como se puso en el suelo para evitar las cornadas del astado aquel.
Me miraba con orgullo al ver mis caras de sorpresa, alegría y mucho interés por todo lo que acontecia en los encierros.
Recuerdo hermoso de aquellos momentos, que sin saberlo yo aún, el tiempo, 50 años después, la vida me llevaría a estar hoy, en estas calles, donde aquel hombre vivió y que tristemente tuvo que dejar para emigrar, en tiempos de guerra, a aquel país tan lejano al otro lado del charco y añorar junto a mi, está, su tierra y su fiesta preferida.
Cosas de la vida, yo ahora aquí, añorando esos días felices de Sanfermines estando en los mismos Sanfermines. 

POBRE DE MÍ

Néstor José Pereira Sánchez

Se oye el grito de la multitud, ¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!
Los pañuelos rojos se levantan, y es ahí, cuando la veo por primera vez; es hermosa; forcejeo con la muchedumbre para llegar a ella; todo en vano, se ha perdido entre la gente.
Una mañana la vuelvo a ver con las personas que acompañan a los gigantes cabezudos, trato de alcanzarla, pero la pierdo.
Esa noche en el hotel, el insomnio fue mi compañero; su imagen rebotaba en cada rincón de mi mente y afectaba mi corazón.
Tenía que encontrarla.
Durante los días siguientes, la busco, recorro bares y barriadas… todo en vano.
En el último encierro la vuelvo a ver, me lanzo a la calle, corro, me abro paso entre los mozos… Todo es inútil, la he vuelto a perder.
Ruego a “San Fermín” por un milagro.
Llegada casi la media noche, veo su rostro iluminado por las luces multicolores de los juegos artificiales… ¡Está frente a mí!… me mira, sonríe; no soy capaz de moverme y mi boca se niega a pronunciar palabra alguna; la veo irse mientras la gente canta, «Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín»

 

VA DE CUERNOS

Neus Bonet Sala

Ya no puedo más, he rebalado en dos curvas, corriendo entre gente con pañuelos rojos que me volvían loco, y ahora que llegamos a un espacio redondo, no tienen ni un cubo de agua para beber y descansar. Mi hermano, que es muy flemático, ya le ha golpeado a tres con sus cuernos. Pero yo paso, voy a descansar un poco si ese payaso que no para de correr enfrente mío me deja en paz. Y el otro que va con un periódico picándome por detrás, va a recibir una coz si sigue así.¡ Con lo tranquilo que estaba yo comiendo hierba en el prado! 

EUFORIA ROJA

Nickole Gonzáles Mena

El aire se llena de anticipación y emoción mientras todos se preparan para el gran evento. Las pintorescas calles se ven inundadas por un mar de bufandas rojas. En la Plaza de Toros, corazón de las fiestas, se reúnen ansiosos los participantes que esperan la llegada de los animales. La energía aumenta y la tensión se palpa, a ritmo de los cánticos y vítores de la multitud, alimentando su adrenalina.
El sonido del redoble de tambor marca el tiro de salida. Las puertas de madera de la plaza se abren, dando paso a seis magníficos toros que se lanzan a las calles, seguidos de una estampida de valientes que se tiran a la pista. Por las calles resuena la mezcla del estruendo de los cascos y los gritos de júbilo, mientras las criaturas y los corredores corren por las callejuelas empedradas. Se pueden oír los latidos de los corazones imbuidos por una combinación de miedo y euforia, que huyen de las embestidas arrojadas. Entretanto, los espectadores se asoman a las ventanas y balcones, animando a los competidores. Agitan sus pañuelos rojos y animan a las almas. Ese es el espíritu de San Fermín, una celebración de la vida, la valentía y la comunidad.  

SANFERMINES CON ELLA

Nicolás García Díaz

Hace ya seis meses que vivo en Pamplona, seis meses desde que dejé mi trabajo, mi familia, mis amigos y mi ciudad atrás por amor, por ella. En breve empiezan sus fiestas de San Fermín, y no creo que sea lo mismo verlo que vivirlo, y menos, a su lado. Anteayer mismo me compraba mi “pañuelico” para el cuello, y juntos vamos a casa de su hermana a desayunar.
Veo nervios en todas las caras, a la vez que alegría, y algo se me contagia. Las calles están abarrotadas de blanco y rojo, que andan con prisa, casi corriendo en todas las direcciones, mientras avanzamos lo más cerca posible al ayuntamiento. Se acerca la hora, y ya no veo alegría, ahora sólo son nervios y ganas.
Ella, hija de jotero, charanguera y verbenera, más pamplonica que las chistorras y el queso de El Roncal, me avisa para preparar el pañuelo y mantenerlo listo para elevarlo y ponérmelo en el cuello. Se acerca la hora, chupinazo, ¡viva San Fermín!, gritos, saltos, abrazos…
Quizás no sea mi familia, quizás no sean mis amigos, y mucho menos mi soleada y sureña ciudad, pero estas fiestas, los Sanfermines, si son con ella, son las mejores fiestas del mundo.