204 PALABRAS PARA 204 HORAS
Oihana Iñigo Olondriz
Cuadrillas de blanco. Almuerzos de txistorra, huevos y vino. Alegría. Ganas. Multitud. Goras y vivas. Emoción. Cohete al cielo. Se para la cuenta atrás. Pañuelos rojos al cuello. Estalla la fiesta. Gaitas, txistus, bailes y champán. Vísperas solemnes ¡Riau riau!
Dianas el siete del siete: por el santo se conoce el día. Nos guía en el encierro, nos echa su capote. Procesión y misa. Jota para el morenico. Feria de ganado, fiel a la tradición.
¡Menudas fiestas!: música, puestos, txosnas, recinto ferial. Nace la canción del verano. Juegos y rejuegos. Gigantes que cada día bailan mejor. Churros en la Mañueta, guiris, sacos de dormir en parques y habitaciones caras de hotel. Langostinos y carrilleras al sol, chicas yeyé y sorbetes de limón. Salen las peñas. Rosas blancas y rojas para Germán y Nagore, y para quienes no llegó el capotico.
No cesan los conciertos, verbenas, tardeos, bertsolaris, DJs y atracciones. Los bailables y pasacalles entre caballeros, mulillas y toros de fuego. Deporte rural, Baile de la Alpargata, valses de Astrain y Torneos de pelota. Cada noche el cielo se ilumina.
Pero de pronto, pobre de mí, se encienden las velas y se termina la fiesta sin igual. Ya falta menos. Faltan 204 horas menos.
ES MEJOR VOLVER A PERDER EN EL AMOR QUE NUNCA EN LA VIDA VOLVER A AMAR
Olga Delgado
Dos hermanas se enamoraron de Mikel la primera vez que jugó en la Bombonera. No fue fácil escoger para el pelotari. Irune escogió por él, dándole dos hijos. Cuando la edad y los celos no permitieron más partidos, se fueron a Illinois para que Irune siguiese los pasos de Hemingway; antes de replicar su fatídico final, habló su psicosis: pidió a sus hijos que nunca se acercasen a su tía Nerea. Años después, Mikel decidió volver al único lugar donde podía ser feliz. El día del chupinazo reconoció la espalda de Nerea. Le tapó los ojos. Ella sintió los callos en sus manos. Los labios de Mikel fueron frenados, por sus hijos, y por el miedo de que Nerea acabase escuchando las mismas voces que se llevaron a Irune a un mundo que no es el nuestro. Corrieron juntos en los encierros, como si así pudiesen alejar los pensamientos que los separaban. Ocho noches sin dormir. Mikel ya no veía ni los toros. Solo veía el amor en los ojos de Nerea. Donde Mercaderes se convierte en Estafeta, una cornada lo despertó del letargo de sus pensamientos. Sintió el dolor, la vida, el deseo… y el amor salió del encierro transformándose en un beso.
EL ABRAZO DEL VUELO DE TU FALDA
Olga Isasi Garcia
Dicen que las noches de San Fermín son mágicas. Que el blanco y rojo todo lo invade como una enorme ola que no distingue individuos, jugando a hacer extrañas parejas que pueden durar hasta que amanece o toda una vida.
Que, si al caer la noche miras al cielo, verás un estallido de luz y color con sonido atronador que hará que temas que se te desplome encima. Pero que te hipnotizará y no podrás bajar la mirada hasta que concluya.
Que, al doblar cualquier esquina, una peña te arrollará llevándote en volandas y bailarás sin descanso al son de charangas y fanfarrias con amigos y desconocidos.
Así que ésta es la noche. Hoy te esperaré junto al portal, ataremos nuestras fajas para no perdernos y saldremos a bailar hasta que el amanecer nos sorprenda al son de las dianas de nuestra querida Pamplonesa.
Sólo entonces volveremos sigilosamente, sin hacer ruido para no despertar a nadie. Y retomaremos nuestra posición hierática para, ya entrado el día, salir de nuevo rodeados de los nuestros. Y entre valses y polkas notaré de nuevo tus ojos clavados en mi nuca y el abrazo del vuelo de tu falda.
Tuyo siempre,
Toko-Toko.
ES MEJOR VOLVER A PERDER EN EL AMOR QUE NUNCA VOLVER A AMAR
Olga Delgado
Dos hermanas se enamoraron de Mikel la primera vez que jugó en la Bombonera. No fue fácil escoger para el pelotari. Irune escogió por él, dándole dos hijos. Cuando la edad y los celos no permitían más partidos, se fueron a Illinois para que Irune siguiese los pasos de Hemingway; antes de replicar su fatídico final, habló su psicosis; pidió a sus hijos que nunca se acercasen a su tía Nerea. Mikel sabía que debía volver al único lugar donde podía ser feliz. El día del chupinazo reconoció la espalda de Nerea. Le tapó los ojos. Ella sintió los callos en sus manos. Los labios de Mikel se frenaron, por sus hijos, y por el miedo de que Nerea acabase escuchando las mismas voces que se llevaron a Irune a un mundo que no es el nuestro. Corrieron juntos en los encierros, como si así pudiesen alejar los pensamientos que los separaban. Ocho noches sin dormir. Mikel ya no veía ni los toros. Solo el amor en los ojos de Nerea. Donde Mercaderes se convierte en Estafeta, una cornada lo despertó del letargo de su racionalidad. Sintió el dolor, la vida, el deseo, y lo que había sido platónico, se transformó en un beso.
EL BALCON DE LA TIA CARLOTA
Olga Cristina Restrepo Restrepo
En los sanfermines, Pamplona se viste de fiesta. Entonces, yo empaqué mis maletas y fui a visitar a la tía Carlota.
Su inmensa casa, ubicada en la calle Estafeta, tenía dos hermosos balcones que ella alquilaba cuando llegaban las fiestas. Llegó el día del Chupinazo y era tanta la gente en casa, que los balcones parecían cargados de flores de enredadera. Aprovechando mi baja estatura, logré ubicarme en primera fila. Ya venían por la calle los mozos, yo estaba emocionada y feliz disfrutando de un delicioso Kalimotxo, pero ¡oh no! Cuál no sería mi vergüenza, cuando alguien que estaba muy cerca me empujó sin darse cuenta y mi vaso cayó, desde el balcón, en la camisa blanca de aquel bravo galano.
Mi rostro enrojeció, su mirada se cruzó con la mía, yo no sabía qué hacer hasta que el muy galán me agradeció el haberle refrescado, con mi bebida, su ropa. Me hizo un coqueto guiño y, al lanzarme su pañuelo rojo, mi vida quedó prendada por siempre de este galán y, por supuesto, de esta tierra. Hoy somos dos cincuentones con dos hijos y tres nietos, quienes engalanamos el balcón de nuestra casa en el mes de julio, al comenzar las fiestas.