XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


ENCIERRO

Olivier Oberlin

A las 12 en punto, el cohete salió disparado bajo miles de ojos expectantes, señalando el inicio de las fiestas, de los pañuelos rojos y de mi historia con Casandra. No lo vi venir… ¡ni a ella tampoco! Estábamos a 875 metros la una del otro y, aun así, entre ires y venires, el azar hizo que chocáramos. Bueno, me embistió. Del choque, una de sus horquillas me pinchó el brazo izquierdo y a ella se le derramó todo el calimocho encima. Creo que fue odio a primera vista, por su parte:
—¡Joder! —dijo ella.
—Lo siento —le contesté.
Siguió su camino con sus amigas y yo me fui de pinchos. Eso fue todo.
Al día siguiente, noté una pequeña molestia en el brazo y me acordé de nuestro encontronazo. Tuve ganas de volver a verla, locura inexplicable rozando lo imposible. Me encomendé: “A San Fermín pido…”. Pasaron los conciertos, los fuegos artificiales, los encierros desde el balcón mi abuela, pero nada.
El 14 de julio, desayunando churros en una terraza, escuché una voz detrás de mí:
—Lo siento…
Me di la vuelta y era ella. Su sonrisa me acorraló irremediablemente contra la pared. Estaba perdido. ¡Pobre de mí!
 

RELOJ BIOLÓGICO

Omar Argüello

Catorce de julio. Ocho de la mañana. Las enfermeras inglesas corren desconcertadas. Fermín, el paciente de la habitación doscientos cuatro, despertó otra vez. Dos o tres minutos de intensa actividad y nada más. Han vivido el mismo ritual desde el seis de julio: intenta levantarse de la cama, agita los brazos y habla en un idioma distinto que desconcierta a todo el hospital. Después, una sonrisa en su rostro…
Los médicos saben que es el último de sus repentinos ataques de vitalidad, por lo que esos minutos son primordiales, pero no pueden descubrir la causa. También que vendrá otro largo año de inactividad, conectado a un respirador artificial, casi sin signos vitales, porque por cuarto año consecutivo ocurre lo mismo.
Y las preguntas sin respuestas los perseguirán hasta el seis de julio del año siguiente, cuando Fermín despierte los mismos dos o tres minutos durante esos mismos nueve días y vuelva a su letargo después de doscientas cuatro horas de mejoría, sin ofrecer ninguna pista que les permita resolver uno de los misterios médicos más extraños del mundo.
Yo admiro a los médicos, pero jamás descubrirán que el reloj biológico de Fermín está conectado con las corridas de toros, a mil kilómetros de distancia…  

POSIT

óscar Santos Payán

Amor, encima de la cómoda te dejo el libro de Larsson, lo acabé esta mañana. He puesto los rollos de papel higiénico y he tirado la basura. En la cocina, debajo de la pila, dejo la bayeta junto al estropajo y sobre la mesilla de noche una factura de hotel que desconocía. Tuyo siempre. 

LOS INUSITADOS FINES DE UN SINFÍN DE SANFERMINES (BIGGER THAN DEATH)

óscar Pérez López

Bautizar 40.000 paganos en 40 días es como cortar 40 troncos en 40 minutos. Él siempre fue así: muy exagerado. Hubo que degollarle por su propia seguridad.
Al día siguiente llevaba ocho siglos mártir, aburrido como un muerto. Pañuelo al cuello por el degüello, su propia procesión aprovechó: Multitudinaria, montó un mercado multitudinario… y dio de mamporros a unos maleantes malencarados.
Por su bien lo maniataron: hicieron oficial el mercado medieval (entonces, “mercado” a secas).
Al día siguiente llevaba cuatro siglos ingeniándoselas: Comida para comer, bebida para beber, y danza para danzar. A la muerte, matarla. Y a los toros, torearlos.
¿Al día siguiente institucionalizan los lances? Corre los toros antes de la corrida.
¿Burocratizan las Vísperas? Baila el riau-riau antes del amén-amén.
No sirve darle de palos. Con un palo toca el tambor. Con dos, toca el tambor y hace un txistu.
«A todo, osado, se atreve,
de todo se ve capaz».
Es como Don Juan y le pasa como a Don Quijote: Si le obligan a ser, no puede ser.
Al día siguiente…

—¡Dios! ¡¿Y mi hijo?!
—«Atención. Hallado niño con la verga de Napoleón, encaramado a Joshepamunda».
—¡Fermín! Mutiku arraioa. ¡Baja de ahí!… Parece la lejía. Está en todos los fregaos.
 

HE SOÑADO DESPIERTO

Pablo Antonio Rangel Díaz

He soñado despierto, que es la mejor manera de soñar. Lo planee con meticulosidad arquitectónica; eso es lo bello. Hice maleta, y apurado para no distraerme con las banalidades del día salí para el aeropuerto. Me esperaban cerca de diez horas de vuelo, pero me resistiría a dormir, no podía permitir sueños subconscientes. Decir que el viaje se hizo eterno sería mentira, ¡et voilá!
Pamplona hervía como una sopa de verduras. Olorosa, provocativa, multicolor y alegre. Estaba tan contagiado del entusiasmo que lo único que quería era un buen sorbo de algo que tuviera alcohol. Deseaba correr. Mis ojos saltaban presurosos por allá y acullá y ya no era capaz de seguirlos. había deseado tanto aquel momento que no podía desperdiciarlo en respirar, en parpadear. De pronto la jarana de gritos, música y toros se me vino encima, fue entonces cuando una fuerza interior y racional me obligó a meterme en ese zaguán colmado de eguzkilores veraniegos.
¡ey, animal! salga de mi jardín- gritó una anciana desde un balcón –. por hollar mis girasoles te va a matar una bruja.
– ¡no pises donde está trapeado! – refunfuñó mi mujer.
El sueño había desaparecido y la premonición de la anciana estaba cerca de realizarse.