848,6 METROS
Patricia Díaz Santos
La silla de ruedas no le impedía disfrutar de la fiesta, la llevaba adornada con el pañuelo rojo, como el que él mismo se anudaba al cuello.
Hacía años que no volvía a la muy noble, muy leal y muy heroica Iruña. Toda la familia se alojó en el hotel más emblemático de la ciudad. Él les dijo que quería vivir unos sanfermines a lo «Hemingway», mientras le miraban con aire compasivo.
Sabían que en su juventud acostumbraba a correr el encierro todos los años. Le llamaban el “Minotauro”, porque tenía el cuerpo como de toro, pero la cabeza de hombre.
Quería desquitarse de no haber podido recorrer los 848,6 metros seguidos, como lo hace la manada.
El 7 de julio al amanecer salió del alojamiento en su silla de ruedas, empujado por su nieta pequeña Ariadna y con su perro “Teseo”.
Llegó a la cuesta de Santo Domingo se puso de pie apoyado en dos bastones y empezó a caminar hasta la plaza, hilando recuerdos en cada tramo. La silla la dirigía su nieta, detrás, como si fuera un astado metálico.
Cuando llegó al coso mató al desasosiego, que habitaba en el fondo de su laberíntica memoria.
CORAZÓN «PAMPLONICA»
Patricia Asurmendi Sancho
Nervios.
Impaciencia.
Emoción.
Llegan las fiestas de la tierra que te vio nacer, crecer, partir y regresar para quedarte. Esa que allá donde estés nunca olvidas. Y ese sentimiento es el que te hace temblar la noche del día 5 de julio, como si esperases la llegada de los Reyes Magos.
Para disfrutar unos sanfermines de la tierra, de los que solo si vas acompañado por alguien de aquí podrás vivir. No solo es un pañuelo atado al cuello, es sentir cómo palpita el corazón con carne de gallina en todos y cada uno de los momentos que conforman unas fiestas sin igual. Desde un cohete que nos eleva al cielo, pasando por todas las tradiciones que nos hacen únicos hasta acabar iluminando nuestra ciudad querida y haciendo sentir orgullosos y orgullosas a aquellos que nos enseñaron a sentirlos, a vivirlos, a ser San Fermín.
Porque lo que vives esos nueve días no es para olvidar al despertar, es para seguir marcando una huella en ese corazón “Pamplonica” que continuará conquistando vaya donde vaya.
SENSACIONES
Patrocinio Gil Sánchez
Me llamo Fermín, como mi padre y el suyo y, desde que era un cacanarro, todos los San Fermines, mi padre, ataviados los dos con pantalones, camisa y zapatillas blancos y el pañuelo rojo al cuello, me llevaba de la mano al txupinazo y a todos los encierros. Para que te vayas haciendo a ellos, me decía sonriente y apretándome mucho la mano, y los corras cuando estés preparado.
Ahora soy un mocetón de 19 años y voy al txupinazo y a los encierros con los de la cuadrilla y, Maider, mi chica, lo pasa fatal porque dice que soy un temerario y no veo el peligro entre las astas de los toros. Y, mientras me sermonea, le tomo la carita de niña con las manos y le dejo en los labios el beso más dulce que nadie haya dado a su chica en los San Fermines…
ÚLTIMO ESCALÓN
Paula García Arteta
Suena el despertador: “Pi pi pi piii. Son las 7 de la mañana, es 6 de junio de 2023”. ¡Qué pereza!
Me levanto para prepararme el desayuno, cuando miro el calendario me doy cuenta del día que es. ¡Ahhhh, qué nervios, qué nervios! ¡Solo queda un mes!
Un mes para vestirnos de blanco y rojo.
Un mes para el almuercico, el chupinazo, el riau riau, y las charangas.
Para las peñas, los toros y más charangas.
Para el calimocho, el ajoarriero y el estofado de toro.
Para los fuegos, los conciertos y bailar toda la noche.
Para las dianas, el encierro y el baile de la alpargata.
Para los gigantes, los kilikis y los zaldikos.
Para los reencuentros, los abrazos y la fiesta.
Para la procesión, las jotas y los cánticos.
Para la noria, las barracas y el algodón de azúcar.
Para los dantzaris, verbenas y txistus.
Para 204 horas de ilusión, diversión y emoción.
Para… buf, que se me va la cabeza. A ver Paula, céntrate que falta un mes y mañana hay examen.
A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el examen, dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermin!
CUMPLIENDO UN SUEÑO
Pedro Ran Pérez
Mi padre siempre había deseado, como buen navarro, ir a los Sanfermines. La tremenda humildad de su familia, rozando la indigencia, y una vida llena de trabajo y sacrificios le habían impedido lograr ese, aparentemente, fácil deseo de conseguir. Mi único anhelo desde que me enteré era hacer que consiguiera ese sueño. Imaginaba el día de primeros de julio en el que cumplía dieciocho años todas las noches antes de dormir. Y ayer 8 de julio de 2023 por fin llegó el día deseado: cumplí la mayoría de edad. Todos me felicitaban diciéndome las típicas frases: <