XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Rafael Ferrus Iranzo

Aquella mañana de julio era calurosa, las calles mojadas horas antes indicaban el acontecimiento esperado todo el año. Las personas que no se habían acostado vagaban de un lado para otro sin rumbo fijo, no le di importancia.
Seguí adelante hasta la Plaza De Toros, allí más gente acumulada, pero inertes mirando una puerta. Me detuve. Me acerque a la primera fila. Sus rostros tranquilos no se movian. Algunos se volvieron hacia mi pero enseguida como una orden lejana quedaron observando algo en la calle mojada. Era la puerta. Comprendi lo que esperaban. Aguardaban como autómatas la salida de los animales. Un sonido hueco pero muy fuerte se escuchó. Salían las primeras vaquillas. No se inmutaron. Rígidos aguardaban a los toros en la calle mojada.
Lo entendí. Claro que lo entendí mientras mi cuerpo se helaba al ver salir el primer toro. Metálico y gris, como ya ese día de julio, apenas resbalaba con sus piezas, con sus patas llenas de chips y su cabeza dorada cubierta de pequeñas pantallas.
Inteligencia Artificial en julio, Pamplona.  

EL TURISTA

Rafael Blasco López

No se dan cuenta que voy descalzo y creen que voy disfrazado, además, anoche unos bailarines me invitaron al destilado negro ese.
Ya suenan las explosiones artesanales y se escucha la melodía, «a san Fermín pedimos…» Se mueven ahora las puertas de los Corrales del Gas, ¡a correr!
¡Arf, arf! He dejado atrás la Cuesta de Santo Domingo, debo estar falto de neuronas para venir desde tan lejos.
Ya veo la plaza del Consistorio, ¿por qué no me habré hecho edil en lugar de tanto viaje?
¡Arf, arf! La Curva de Mercaderes está cerca del monumento al encierro, ¡un astado ha patinado!
Estoy llegando a Estafeta, ¡ha caído un corredor y los animales le pasan por encima…! Recuerdo la cancioncilla sonriendo, «si te ha pillao la vaca jódete…!
¡Arf, arf! ¡Se ha girado un animal! Menos mal, usan cultura enrollada para redirigirlo.
He pasado la sede de comunicaciones, esto se estrecha, casi novecientos metros de pura adrenalina, ¡por todo el universo, me ha adelantado una mole negra!
Ya piso la arena de esta forma geométrica circular, todos aplauden, estoy eufórico.
Pronto cantaré «pobre de mí…» Regresaré a Plutón, pero el año que viene volveré gritando: ¡gora san Fermín! 

EL OTRO LADO DE LA VALLA

Rafael Díaz Basallo

“A San Fermín venimos…”. Todos cantaban. Pronto se abrirían las puertas y empezaría la frenética carrera. “…por ser nuestro patrón…”. Mientras los espectadores entonaban con emoción, aquellos que iban a correr esperaban tensos el momento. Todos esos sentimientos se palpaban en el aire. “…nos guíe en el encierro…”. Esa era la primera vez que iba a correr en las fiestas de San Fermín. Me había preparado durante años para ese día. En un instante empezaría todo. “…dándonos su bendición”. El cohete estalló y las puertas se abrieron. Delante de mí solo podía ver manchas blancas y rojas moviéndose sin parar. Pero no necesitaba ver nada; me había aprendido el recorrido de memoria. Primero, salir de Santo Domingo, mantenerme cerca de la valla derecha en el Ayuntamiento y Mercaderes, tener cuidado en la curva al final de la calle, no separarme del grupo en Estafeta, el tramo de Telefónica y, tras el callejón, finalmente llegar a la Plaza. Allí todos nos aplaudieron. La emoción llenó mis ojos de lágrimas mientras terminaban de llegar mis once compañeros. 

AL SOL

Rafael Fuentes Pardo

El hombre del pelo blanco salió de la consulta sonriendo. Desde niño había ido a todas partes corriendo y con las rodillas raspadas. Al principio sin saber bien adónde, después hacia cualquier ciudad que organizase un maratón o un encierro. Solo le quedaba el más emblemático: Los Sanfermines. El problema era que los raspones se habían convertido en artrosis, pero el especialista acababa de decirle que sus rodillas mejorarían con el sol, así que nada más llegar al hotel dejo las radiografías en la terraza y se marchó a dormir para levantarse fresco.
Al día siguiente, tras el chupinazo y los primeros metros de carrera el dolor se hizo insoportable obligándole a retirarse. Regresó al hotel renegando del maldito especialista, se tomó seis antiinflamatorios y se metió en la cama.
Cuando despertó había anochecido. Salió renqueando a la terraza, pero no a recoger las pruebas, lo que hizo fue adelantar el pie izquierdo, subir el hombro y mirar a la oscuridad directamente a la cara. Le dijo que el próximo año volvería a intentarlo con prótesis de titanio.
Durante los pocos segundos que duró aquella conversación su pelo siguió siendo igual de blanco pero él ya no parecía tan viejo.

 

JURAMENTO

Rames Jandali Feu

No sé si daré la talla. A penas he dormido. Los otros están también nerviosos. Nos miramos pero nadie dice nada: es un ambiente tenso que rezuma un olor mezcla de intriga y de congoja. Para ser sincero, tengo miedo. Me han dicho que cuando escuche el chupinazo corra y corra y no pare hasta ver la plaza. Que escucharé gritos desde los balcones como de gloria y de fiesta y que habrá un gentío como nunca he visto. Dicen que es pura adrenalina. Me he jurado a mi mismo que será la carrera más grandiosa jamás vista.
Fue al girar en Mercaderes para entrar en Estafeta. Cuantas noches soñé esa curva y que volaría entre los pañuelos rojos. Juro que no le vi, que me cegó ese sol de la mañana y que nunca fue mi intención: se me cruzó, nada pude hacer y el griterío me siguió llevando calle abajo en ese caudal de gente entre las astas.
A la tarde, en el instante que mi cuerpo ya tocaba su propia sombra en la arena, no pude remediar pensar de nuevo en aquel mozo. Juro que no le vi y que el aplauso y mi bravura ya no me valdría para nada.