XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


PRIMERO, PAMPLONA; DESPUÉS, EL CIELO

Carlos Sanz Matesanz

Había esperado mucho tiempo para correr de nuevo el encierro. Ahora, con noventa años, no esperaría más, lo correría con más energía que incluso los propios jóvenes. Mi cuerpo ya no me limitaba. No tenía. Había fallecido. Una nueva vida me esperaba fuera de él.
Bailé toda la noche, sin parar, disfrutando de la ausencia del cansancio. No fui el único, las calles estaban repletas de almas bailarinas recién fallecidas. Durante la semana de San Fermín la mayoría de los nuevos difuntos pasan por Pamplona antes de ir al cielo.
El auténtico Santo levitaba tres veces hasta su hornacina antes de cada encierro; la multitud lo veneraba. En destacada minoría se encontraban los vivos, periódico en mano, cuyos cuerpos traspasábamos sin que fueran conscientes.
El chupinazo agrupó los espíritus de los toros de la última corrida junto con los de carne y hueso. Animales y mozos, vivos y ánimas, corrimos, nos empujamos, traspasamos, y disfrutamos cada uno de nuestro respectivo encierro.
Los nuevos entes presenciábamos la corrida desde el ruedo, mezclándonos con toros y toreros; nuestra presencia ya no molestaba. Los morlacos que quedaran libres de sus cuerpos participarían en el encierro matutino. Y yo lo correría eternamente. Para mí, el cielo era Pamplona. 

NI TAN MAL

Carlos Velázquez Goya

No será lo mismo, pero tampoco falta de nada. Para empezar, dicen que el chupinazo se pudo ver desde Bayona. Por fin los encierros no son ni lentos ni rápidos, sólo son seguros, y cada tarde el público sale contento de las corridas. Hay procesiones para quien las sabe apreciar, lo mismo que nuevos espectáculos de luces y sonido con drones, todas las noches, sobrevolando la Vuelta del Castillo, poco antes de las colecciones de fuegos artificiales más impresionantes que se recuerdan. No resultó difícil contratar macroconciertos, ni buena música para bailar en cada plaza. Los gigantes parecen más altos, como si volaran al danzar, y los kilikis, por mucho que corren, nunca te llegan a coger. No hay boleto de la tómbola sin su gran premio, y basta un saludo para subir a las atracciones de la feria tantas veces como quieras. Y hasta aseguran algunos que si te enamoras de alguien, alguien se enamora de ti. Por supuesto, nunca llueve ni hace frío, ni calor tampoco, pero puedes llevar encima una chaqueta y siempre tienes mesa para almorzar. Eso sí, ha sido necesario esperar lo que no está escrito a que el Ayuntamiento se decidiera a montar unos Sanfermines en el metaverso. 

HABLA LA MAÑANA

Carlos Gerardo Perla Chávez

Habla la mañana cuando el toro bufa inquieto y su piel como mojado ébano se prepara para la carrera…
la embestida y los pies de gallardos hombres…
se tensan músculos en la espera del bramido que es extensión de tu propia mortalidad…
Habla la mañana de cálida tranquilidad que busca desafiar lo humanamente imposible para vencer en esa carrera que como metáfora de vida: estrecha, peligrosa y llena de multitud que van y vienen durante nuestro vital tránsito.
Habla la mañana que está por ver salir el sol en estridente chupinazo que conducirá a la arena en curvas y emociones que revivirán en sudor y latido el pasado ilustre de preciada ciudad…
Habla la mañana sobre el vallado mientras observa a los toros que corren hacia esa su sanguínea transformación en constelaciones…
Habla la mañana cuando entran sus cabellos de oro rizados a la iglesia de San Lorenzo…
Habla la mañana a los toros de lidia desde las dehesas de la Ribera de Navarra hasta la plaza Mayor…
Habla la mañana: “A las 4, el 6 de julio
Pamplona gozando…”
Entzun, arren, San Fermin zu zaitugu patroi, zuzendu gure oinak entzierro hontan otoi. ¡Viva San Fermín! ¡Viva! Gora San Fermin! Gora!
Habla la mañana…