EL ÚLTIMO SAN FERMÍN DE HEMINGWAY
Raúl Oscar Ifrán
Ernest Hemingway despertó y, enseguida, supo que estaba en el Hotel Quintana de Pamplona. Se tocó la cabeza y ella estaba en su sitio. Se sorprendió porque recordaba habérsela volado de un escopetazo en su casa de Ketchum, Idaho, en 1961.
Él debería estar muerto. ¿Qué estaba sucediendo, entonces?
Fue cuando vio sobre la mesita de noche las entradas para la Feria de Toros de San Fermín del año en que se mató. Allí lo comprendió todo. Era tanta su pasión por los San Fermines, que el destino le daba una nueva oportunidad de tener la muerte heroica que merecía un escritor de su talla.
Se vistió con traje de pamplónica: camisa y pantalón blancos, faja y pañuelo rojos. Empinó un largo trago de wiski y salió a la calle que su memoria conservaba con tanta nitidez como una fotografía.
En el otro extremo, bufaba un toro negro y sacaba chispas del suelo con las pezuñas. Se miraron y los ojos de ambos flameaban. Ernest apuró otro trago.
– ¡Viva San Fermín! -gritó y emprendió una frenética carrera hacia la bestia.
Después de un momento de vacilación, el toro bravo se lanzó en atronador tropel hacia el hombre. Los pitones apuntaban derecho al corazón.
NACIDA EN PAMPLONA SOY
Rebeca Pérez Campo
Nacida en Pamplona soy‚ tierra de inmenso valor‚ no sólo por su nombre si no por su gran tradición.
Personas de todo el mundo acuden a ella sin cesar. Tierra de culturas y un lugar sin igual.
Y es que ya lo dice la canción ”que no hay en el mundo entero una fiesta sin igual“ pues todo aquel que aquí viene ya no se quiere marchar.
Celebrando por todo lo alto siempre hay bullicio en la ciudad y contando los días pasan luego hasta volver a empezar aquellas fiestas que sin duda alguna nadie puede olvidar.
Por sus toros es temida y conocida a la par y por su ambiente festivo y de gran jovialidad en el que todos unidos celebramos sin parar. ¡Viva Pamplona querida! ¡Viva Navarra y San Fermín a la par! ¡Cantemos todos con gozo pues siempre hay mucho que celebrar!
Alegría en las calles. Suena el cohete y el ríau ríau y también los pasacalles con charangas sin parar. Mires donde mires gaiteros y gigantes y cabezudos y mucha festividad. Hasta magos y gran magia porque en esto se transforma la ciudad que no duerme ni de noche ni de día en 7 días que siempre recordarás.
SAN FERMÍN
Rebeca Dueñas González
Todos estáis invitados. Comienza la magia. Negros, blancos, pardos, rojiblancos… toros y mozos recorremos juntos las calles. De repente, uno queda rezagado, mira alrededor observando tranquilamente al gentío, pero pronto sigue su vereda callejón abajo. Otro, dobla las manos a la vez que yo también tropiezo. Los dos rozamos la valla, sin embargo, el animal no embiste, se recompone rápidamente y continúa su camino saltando por encima de mis compañeros caídos. Desbordamos adrenalina. Estamos exhaustos, pero sonreímos satisfechos; los toros han llegado al ruedo.
El pequeño de la casa, que cámara en mano, lo ha grabado todo, tiene la respiración acelerada y aún tiembla mientras nos habla. El encierro, desde la barrera, ha hecho vibrar cada uno de los poros de su piel.
No hay heridos de asta. Continúa la fiesta. ¡Vaya semana nos espera!
UNA NOCHE MÁGICA EN PAMPLONA
Ricardo Miñana Catalá
En la tranquila ciudad de Pamplona, España, el aire estaba impregnado de una vibrante anticipación. El sol comenzaba a asomarse por encima de las colinas mientras los primeros rayos de luz iluminaban las calles adoquinadas. En cada rincón, el bullicio de las preparaciones y la emoción se palpaban en el ambiente.
Era el inicio de las tan esperadas fiestas de San Fermín, una celebración que traía consigo una energía única y un espíritu de alegría desbordante. Los ciudadanos, ataviados con camisas y pañuelos rojos, se reunían en las plazas y calles para dar inicio a nueve días de diversión y tradición.
En la emblemática Plaza del Ayuntamiento, el corazón de la fiesta, se encontraba el reloj del ayuntamiento, cuyas campanadas resonaban en el alma de los pamplonicas. A medida que el reloj marcaba las 12 del mediodía, la multitud contenía la respiración. Era el momento cumbre, el encendido del chupinazo, un cohete estruendoso que anunciaba oficialmente el comienzo de las festividades.
La plaza estalló en una sinfonía de vítores y aplausos, confeti y serpentinas llenaron el aire, creando una lluvia de colores que teñía de alegría el lugar. El espíritu festivo se desató y el júbilo contagió a todos los presentes.
LOS SANFERMINES. UN SENTIMIENTO.
Ricardo Badenes Velasco
Ahora ya sé que los Sanfermines son, ante todo y sobre todo, un sentimiento. Ahora entiendo las lágrimas de mi padre aquel ya lejano 6 de julio cuando, yendo en el coche por Valencia, escuchamos por la radio el mítico “Pamploneses, viva san Fermín”. A través del retrovisor del coche nuestras miradas se cruzaron, pero ni una sola palabra nos dijimos; no hacía falta, aquel día entendí muchas cosas. Y ahora entiendo perfectamente por qué, cuando murió mi abuelo, mientras sus restos mortales entraban en el templo parroquial de mi pueblo, sonaba aquella música maravillosa que yo entonces no conocía… Mi padre nos dijo a mi hermano y a mi, “escuchad esta música y luego os cuento”. Era la Biribilketa de Gainza, la música que hace llorar a mi padre. No se podía marchar mejor acompañado nuestro abuelo, con la Biribilketa y el pañuelico rojo que mi padre le puso dentro del féretro a la altura del corazón, lugar donde él y su hijo, mi padre, llevan al santo morenico y todo lo que representa. Algún día, cuando las circunstancias me lo permitan, yo también viviré esas fiestas, esos momenticos que emocionaban a mi abuelo y hacen llorar a mi padre. ¡¡¡SERÁ ESTE AÑO!!!