XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


» EL MALETILLA»

Soledad Falero Santisteban

El estruendo del tren al detenerse lo hizo despertar.
“Raspa”, como lo llaman por su extrema delgadez, abandona el asiento, echa mano al hato y se asoma al andén, casi sin ver. Anda a otra cosa. Si ha recorrido tanto no ha sido para hacer amigos, ya los tiene. Harto de luchar, sueña con aplausos y sabe que hay algo más esperándolo,
Desciende con una oscuridad incierta. Andará con ojo. Busca el camino más corto entre las callejas del casco viejo, ataja e intuye una salmodia lejana.

—!Nadie triunfa sin encomendarse al santo!—se recuerda.

Un revuelo de voces blanquirrojas lo empuja impíamente mientras un vejete compasivo le alarga un pañuelo rojo. Reacciona despacio, el alba le supo a hiel. Y a gloria.
Rasgado el cielo, los pañuelos corren ansiosos. Lo arrastran. Descubre el laberinto cercado donde está. Ansiaba medirse. Respira lento. Lejos todo es polvareda zahína. Enfila el camino. Mirar atrás lo hará estatua de sal. Dos pitones relucen cual puñales. Piensa en el santo y en la gloria que acabaría con su miseria.
Aprieta el paso. Vislumbra la plaza. A rebosar. Madura el joven frente a la mirada atroz. El gentío estalla. Alguien le allana el lance. Hoy o nunca.  

MI HISTORIA

Sonia Lestado Matute

Y la historia se repite año tras año,cuándo salgo disparado de casa,sin rumbo fijo,sintiéndome observado en la distancia.Esa sensación de haber vivido lo
mismo antes una y otra vez ,no recuerdo la expresión.Pero aquí estoy,con los nervios a flor de piel y un calor inmenso atravesándome.Es imposible expresar con palabras un sentimiento tan profundo,por eso los discursos los dejo para otros. Cómo los coches de carreras paso de cero a cien en un segundo.Mi naturaleza impulsiva se ve alentada por los gritos de una multitud entregada.Y aquí estoy,mirando al cielo,preparado para lo que está a punto de suceder.No temo al tiempo,porque no hay lluvia ni viento que me puedan detener ,ni a mí ,ni a la marea blanca y roja que abarrota la plaza del ayuntamiento.Cuántas historias se esconden en ese momento mágico.Amor,amistad,juventud y veteranía,todos cantan al unísono.Es en ese momento ,cuándo una mano temblorosa me acaricia ,y con la emoción y los nervios de un momento glorioso,a punto de dar las doce ,me preparo para surcar el cielo de una ciudad entregada a la fiesta y a sus tradiciones.Txupinazo me llaman. 

VIDA DE UN TORO

Susana Martínez De Villarreal Chico

VIDA DE UN TORO

Sus patas se deslizaron hacia la luz y sintió el aire en su hocico. La primera bocanada fue intensa, mientras caía desde medio metro hacia la hierba de la dehesa. Seguía metido en las pares, y apenas podía moverse. La lengua de su madre lo fue liberando poco a poco. Su instinto lo empujaba a levantarse, a erguirse sobre sus largas extremidades. Como un mini coloso, se alzó sobre sus patas, vacilantes, y buscó a tientas las ubres de su madre, una vaca brava de pelo cárdeno.
Y pasaron los días, bajo el sol y las nubes, en los prados sembrados de encinas. Sus patas se hicieron fuertes, sus cuartos traseros anchos y robustos, y en la testuz brotaron los cuernos.
Las estaciones se sucedieron, y se convirtió en un imponente animal de pelo colorado. Un día lo metieron en un remolque junto a otros como él, y, cuando, por fin, abrieron la puerta, estaban en un cercado de madera. Era de noche. Curiosos se acercaban a verlos, vestidos de blanco y rojo. La calma de la mañana siguiente fue rota por el sonido de un cohete. Abrieron un portón y el instinto les empujó a correr, sin mirar atrás.
 

DE TODA LA VIDA

Susana Pagola Fernández

Sí, me gusta cómo eres, aunque me molesta en exceso tu forma de ser. Vivo en el quicio contigo. Si vas al gimnasio, yo disfruto del sofá. Tú llenas tus pulmones, con el aire libre del monte, en reflexión, y yo prefiero respirar con incertidumbre una noche de luces artificiales. ‘Na’ y te digo una cosa, mar sin sal te has hecho adulto. “Qué es Barricada”- fruncías el ceño cuando te conocí. Como una tormenta de verano, a pellizcos fríos, me cosías a preguntas. ‘Tú, tururú’, como te digo siempre, que soso eres, ni navarro te hacen con menos gracia “mijo”.
Ahora llegas tarde, yo, aquí, puntual a la cita, al inicio de la calle Mayor, pensando que a navarrico no te gana nadie. De blanco, estrenando camisa, guapo, que eres un rato, y con el libro “Fiesta” de Hemingway bajo el brazo, te conocí. Mi madre me dijo que un poco marciano eras para comer pero que parecías de aquí, de toda la vida. Y de aquí eres, porque lo sientes, porque querías que fuera en la iglesia de San Lorenzo, vestidos para la fiesta.” No tardes. Recé a San Fermín por ti. No es que lo necesites”, dice mi whatsapp.
 

EL SUEÑO DEL REY TROVADOR

Sylvain Sortelle

Teobaldo viajó a Pamplona desde su lejana Champaña brumosa para regir aquellas desconocidas tierras que había heredado de su madre Blanca. No tardó en aprender las lenguas que allí se hablaban. Pero siguió escribiendo sus madrigales en francés.

Después de un laborioso día con los preparativos de la cruzada y la elaboración del Cartulario, se acostó, no sin antes haber escrito algunos versos de amor con una copa de vino de la Ribera en la mano.

Tuvo un sueño vívido: astures, cántabros, vascones, lombardos, sajones y francos, unidos en una celebración digna de la gloriosa Roma. Regocijo por doquier, bebida y comida a raudales, farandolas, charangas, peleas de gallos, torneos, sogatira y levantamiento de piedra. Oía el bullicio, veía a los mozos zambulléndose en las fuentes, olía el aroma de las costilladas en las parrillas, los ajos tiernos, las morcillas, las sopas con sacramentos. Se paseaba por las calles la cabeza de San Fermín de Amiens en un rico relicario de oro, ante los vítores de su pueblo. Allí se mezclaban cohortes de ermitaños que habían bajado de sus montañas y peregrinos en su tránsito hacia Santiago.

Unos gigantes de madera y tela vigilaban su sueño y le soplaban delicadamente en la frente.