XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


PARA SIEMPRE

Cristina Marcos

Lo que san Fermín ha unido que no lo separe el aburrimiento.
Eso dijo el concejal de festejos de Pamplona mientras yo miraba embelesada a aquel apuesto hawaiano al que había conocido en la plaza repleta en la que se cruzaron nuestras miradas.
Mis padres no daban crédito cuando apareci con aquel exótico surfer, moldeado por las olas, en nuestra casa de Murcia. Nunca consiguieron entender qué clase de vino me hizo cometer esa locura.
Veinte años después, cada siete de julio mi locura y yo regresamos a aquella plaza y se vuelven a juntar nuestras miradas.
Aún suspiro con emoción cuando desde la barrera, veo pasar a mi apuesto hawaiano, con algunos kilos más, pero la misma entereza, sorteando los pitones de los toros como antes hacía con las olas.
Lo que san Fermín unió no lo ha separado el aburrimiento ni los chismes de las vecinas que desde entonces aún se preguntan, mientras se giran al vernos pasar,sobre el encantamiento que me echaron en tierras navarras y me empuja siempre a regresar a esas fiestas que marcaron mi vida para siempre. 

DE MISIÓN POR EL PLANETA TIERRA

Cristina Aldaz Zaragueta

Con fecha 6 de julio llegamos a la latitud 42º48’21,54352”N al punto conocido como Pamplona-Iruña.
Fuimos enviados en misión de observación galáctica por un anómalo descenso de la energía vibracional planetaria.
Pero nada más llegar, de forma incomprensible, nuestros dispositivos parecieron haberse vuelto locos; registraban una medición de frecuencia tan alta que eran incapaces de medirla.
Nos infiltramos en el lugar para su investigación, pero pronto nos dimos cuenta de que no habíamos sido correctamente mimetizados; éramos el foco de atención entre una multitud de personas todas sin excepción vestidas de rojo y blanco. Nos llamaban guiris; deben ser una rama distinta de terrícolas. Y esto hizo que todo el mundo nos invitara a compartir sus comidas y bebidas. Parecían realmente amigables.
De forma súbita se hizo el silencio y alguien proclamó:
– ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!
Tras la explosión de un cohete la muchedumbre se anudó un pañuelo rojo al cuello; esto les hizo entrar en una especie de trance en el que cantaban, bailaban, comían y bebían sin parar.
Resultado del estudio:
– Error de medición.
– Acción propuesta: Omitir todo tipo de intervención. Son algo raros estos humanos, pero son pacíficos.
– A destacar su bebida conocida como Patxarán.
 

VOLVEREMOS A VIVIRLOS, PERO…

Cristina Jiménez Martínez

¿Qué será de los niños y niñas que no conocen la fiesta?
Me pregunto si aguantarán la música real, los gigantes, las tracas, el estruendo que solo conocen en una pantalla.

¿Y de los más jóvenes? Esos que vivieron sus últimos Sanfermines siendo niños y niñas y ahora, en otra etapa, pasan de correr delante del toro de fuego o los kilikis, a dar un salto sin red, un ascenso adolescente y en vertical, para soltar nuestras manos de golpe, sin ensayo-error.

Me pregunto si nos cabrán los pantalones a los que pasamos los cuarenta. Si aguantará nuestro cuerpo el ritmo que dejamos o si nos costará madrugar para el encierro.

Pero mi pensamiento se detiene en los que peor lo pasaron.
Abuelos y abuelas que perdieron un tiempo de oro en el camino.
A los que les faltarán amigos y amigas de almuerzos, de bailes, de cenas, y que intentarán recuperar todos los besos y abrazos que les faltaron.
Seguirán cuidando de los demás, seguirán luchando y disfrutando. Son ejemplo de fuerza, ejemplo de vida.

Los viviremos y disfrutaremos.
Porque nos lo debemos a nosotros y nosotras mismas, pero, sobre todo, se lo debemos a quienes ya, no podrán vivirlos.
¡¡¡Viva San Fermín!!!