XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


PUTIN ENCUENTRA LA CABEZA

Ernesto Maruri álber

5 de julio de 2022: Veintiocho peñistas sanfermineros de blanco y rojo llegamos en tren a Moscú atravesando Ucrania en guerra por ataque de Rusia.
Nos amontonamos en el extremo de una mesa de diecisiete metros. Al otro extremo, Vladímir Putin elogia el rojo de nuestros pañuelos y fajas
Lo convencemos: ¡Viene a Sanfermines! ¡De blanco y rojo!
Se infla la cara de bótox para viajar de putincógnito.
Aterrizamos al amanecer en el avión presidencial.

Almuerzo en el PTV (Pamplona Tapas y Vinos): huevos fritos con patatas, chistorra, jamón y vino tinto.
Cerveza y kalimotxo por Estafeta.
Chupinazo en la plaza del Ayuntamiento. Vladimiriko lanza vivas y goras a San Fermín.
Ríe, llora y nos abraza en el Riau-Riau cantando durante tres horas el vals de Astráin.
Cena.
Fuegos artificiales.
Cerveza y kalimotxo por Jarauta de gaupasa.

Ocho de la mañana. Vladimirín corre delante del toro Espartano en Estafeta
Almuerzo en el PTV. Mesa de diecisiete metros. Sesenta comensales. Vladiko propone un brindis:
-Soy feliz gracias a esta gloriosa ciudad, a estas fiestas sin igual. ¡Por vosotros, amigos del alma, camaradas para siempre! Amo a la Humanidad. ¡Pararé la guerra! ¡Viva san Fermín! ¡Nasdrovia!

Lo despedimos en el aeropuerto.

¿Cuánto durará el amor sanferminero?
 

NUEVOS CREYENTES

Ernesto Vicente Salcedo Aparicio

Con paso firme avanzo hacia la entrada, exultante por el éxito de mi misión.
—Te está esperando —me informa el portero al abrir las puertas doradas con ese tono condescendiente que siempre gasta conmigo.
Sin perder la franca sonrisa que ilumina mi cara, fruto del trabajo bien hecho, me alejo en busca de mi jefe, evitando que la inquisidora mirada que siento clavada en mi espalda enturbie la satisfacción que me embarga.
No tardo en estar ante su majestuosa presencia.
—¿Por qué sigues aprovechándote de tu estatus? —me pregunta elevando su voz hasta límites estratosféricos—. Sabes que no te elegí para que entres a todas las tascas y tabernas del mundo en busca de nuevos apóstoles que, bajo el influjo del buen vino y un mejor yantar, queden prendados de las maravillas que les cuentas de los Sanfermines para que, después de visitarlos, dediquen su vida a difundirlas a los cuatro vientos.
—Es que son muchas….
—Ese no es el tema, ¿a dónde has ido esta vez?
—Al sureste asiático.
—¿A cuántos has convertido?
—A un centenar.
—Fermín, Fermín, ¿qué voy a hacer contigo? —me dice ya más relajado.
—Usted sabrá —le replico con una sonrisa pícara—, que para algo es Dios. 

NOSTALGIAS

Esperanza Tirado Jiménez

Ya no se reunirá con la cuadrilla para celebrar el chupinazo, ni correrá delante de los toros, ni almorzará el día seis de julio con la familia: su estomago ya no admite más que zumos y batidos con proteínas. Para lo que él ha sido, suspira. Un mozo de los de antes, de verdad. De salir de casa cn su pañuelico bien puesto, y no volver hasta el final de las fiestas con el rezo al santo, periódico en alto.

Ahora, por última vez presiente, recorre la Cuesta de Santo Domingo. En sentido contrario. Más bien, le llevan. En silla de ruedas es complicado, pero no le queda otra. Han sido dos años muy duros. Sin fiestas, perdiendo salud y familia, amigos yéndose para siempre. ¿De la cuadrilla quien queda ya?
Cabrones, qué solico me dejáis.

Llega a su altura y mira a los cielos.

-Danos tu bendición. Por favor, Santo mío, pobre de mí, si puedes echar un capotico a los que están ahí arriba contigo. Pero dile a tu Jefe que nos dé una tregua. Que los de abajo resistimos, cagoendiez, y todavía quedan ganas de celebrarte.