XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


NAROA YA NO CREE EN LOS REYES MAGOS

Felix Senis Diez

Naroa tiene nueve años y ya no cree en los Reyes Magos. Se lo expliqué una fría mañana de Enero al ver que las certezas hacían huir la fantasía de sus ojos ambarinos. Seis meses después, ante Caravinagre, icono de una de sus más temibles pesadillas, tampoco sale corriendo como hizo hace tres años y se limita a presionar mi mano para, así, reafirmar su valentía.
Pamplona es pura magia esta mañana luminosa de Julio: música, bullicio, alegría…es la fiesta soñada y Naroa está feliz. Reverbera el sol en Chapitela acentuando la blancura de su blusa y, cuando la Comparsa hace una pausa y cesa el baile, persigue con la mirada a un botijo que se pierde bajo la falda de Laranchala.
Minutos después, ha dejado atrás a zaldikos y kilikis; baila al ritmo que marca una charanga, y, de forma compulsiva, se lleva un dedo al diente que hace días se le mueve. Juega a esconderse, la pierdo unos segundos, me inquieto… y vuelve a aparecer para venir corriendo a cogerme de la mano.
– Papá, ya sé que los reyes son los padres y que Caravinagre no es de verdad, pero…el Ratoncito Pérez sí existe, ¿a que sí, papá? 

NO SE ME HA OLVIDADO VOLAR

Fermin Unzu Rey

Todos los niños y niñas crecen menos uno decían, pero hoy a la mañana al levantarme y tomar el desayuno, he regresado al momento que sabía volar y ya no sentía ese peso que me acompaña a diario, ya sea por ser mayor o por no ser inocente como cuando niño. El regusto del bullicio, de la fiesta, de la emoción, de la alegría, es la energía que me impulsa a volar sobre las calles de mi ciudad, y disfrutar de cada instante, de cada rincón y de cada sonrisa pegada a cualquier persona. Me pongo mi pañuelico de pilotar y salgo a la calle para no perderme nada o al revés, para poder perderme en cualquier espacio donde se cobije la Fiesta. Ya en la calle observo desde las alturas, mi Pamplona y su algarabía, y sigo volando; sé que cada momento es único y especial, pero yo solamente quiero volver a elevarme y sentir; sentir y no pensar, sentir y no hacer, sentir, solo sentir, y que ese sentir abrigue mi corazón de esperanza, para no ser solamente mayor. Poder volver a volar en Sanfermines es mi gran ilusión y mi momento de no crecer como aquel que nunca lo hizo. 

FIEBRE

Fernando González Viñas

Mi fiebre podría provocar que el mercurio se diseminase por las calles e inundase los portales, las tiendas, los almacenes; que alcanzase la primera planta de las viviendas, que reventase las tapas de hierro de las alcantarillas y penetrase como un torrente en las cloacas de la ciudad. Un mercurio alado y viscoso, como una plaga incandescente que amenazase con quemar la corteza de la Tierra, que penetrase en el manto y devorase el núcleo del planeta. La lava que rebosa del termómetro de mi fiebre podría devorar este mundo y dejar un frío hueco en el universo. Mi cabeza estalla, mis pies saltan sobre las brasas del asfalto, hay una hoguera de cuerpos que me rodea, que me devora como el fuego al hereje. Ardo en esta pira colectiva a la que solo le falta ya un sonido ronco y apagado que marque la hora en la que la fiebre se transforme en plaga y alcance a los que corren, a los que miran, a los que caerán, a los que regarán con su sangre esta ola febril que se extenderá hasta alcanzar el ruedo, dejando a su paso los rescoldos que, tras el paso del día y la noche, volverán a arder.